MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Huitzilan: suenan las campanas anunciando la agresión

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A los antorchistas nos preocupan mucho los ataques dirigidos contra nuestra organización en Huitzilan de Serdán, Puebla, y contra el ayuntamiento de ese municipio que preside el Lic. Manuel Hernández Pasión. En los últimos meses, sobre ese pueblo de la Sierra Norte se ha desatado un embate por doble vía: agresiones políticas al interior del municipio y una guerra sucia mediática en la prensa nacional, ambas igualmente gratuitas y alevosas, con el objetivo de desestabilizar al ayuntamiento, cuyo único delito ha sido defender a los pobres y, junto con ellos, llevar a este municipio el progreso que le fue negado por siglos.

A primera vista, pareciera que ambas cosas no tienen más relación que haber coincidido fortuitamente en el tiempo, pero como ataques independientes uno del otro. Sin embargo, un análisis más profundo concluirá, por fuerza, que estas agresivas campañas no son otra cosa que las dos caras de la misma moneda. Vamos por partes.

Hace unos dos años, a Huitzilan llegó el Padre José Martín Hernández Martínez, un supuesto hombre de fe que, desde entonces, se ha dedicado a boicotear todos los proyectos del ayuntamiento, siempre bajo el amparo de políticos poderosos que no dan la cara y con la ayuda total del último reducto de la criminal y feroz Unión Campesina Independiente (UCI): el cacique Alonso Aco Cortés y su banda de delincuentes. Así, por ejemplo, se opuso enfermizamente a la construcción del hospital integral del municipio, que ahora es una realidad y ofrece sus servicios a los indígenas de toda la región; también, desde el púlpito se dedicó a infundir odio entre "su bando" y los antorchistas, traicionando así la palabra de Dios y violando la Constitución Política de México. éstos y otros problemas hartaron al pueblo y condujeron a que sus superiores, enterados de sus malos actos, lo removieran del cargo, en agosto pasado, y que otro cura ofreciera los servicios católicos.

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Pero el Padre José y Alonso Aco no frenaron su labor insana y dañina. Tenemos evidencias de que el primero sigue operando en Huitzilan, para maquinar agresiones políticas y desestabilizar al ayuntamiento. Pruebas al canto. Primero: Hace un mes, un pequeño grupo de sus acólitos se opuso a la construcción de una barda perimetral en la Escuela Primaria "Niños Héroes", para salvaguardar la integridad de los 600 niños que ahí estudian. Enardecida, la gavilla que lidera Alonso Aco no sólo reclamó por sus pistolas que la barda perimetral no se construyera, sino que la emprendió contra máquinas y trabajadores para destruir todo en un abrir y cerrar de ojos, con el objetivo de enardecer a la población y provocar un enfrentamiento, para el cual ya iba preparada; pero como la población y la policía municipal impidieron que esto último sucediera, el grupo opositor a la barda realizó una reunión en la que se lazaron amenazas de muerte y llamados a que se hicieran destrozos en la presidencia municipal. Segundo: El mismo grupo, cobijado por las siglas del PT y Morena, ha hecho del templo católico su lugar privado de conspiración política, poniendo trabas para que el nuevo cura realice su trabajo e impidiendo a la población el libre ejercicio de su fe; una vez más, con el avieso objetivo de provocar un enfrentamiento. Tercero: todos los días, el señor Vicente Luna Márquez, un adicto del Padre José, lee a través de un altavoz las invectivas del cura de marras en las que las injurias contra Antorcha y el ayuntamiento son el pan de cada día. Cuarto: hace unos días, el grupo en cuestión se apropió de un inmueble que funcionaba como casa de oración de un grupo de evangélicos, y les robó los instrumentos musicales y un equipo de sonido que ahí guardaban. Quinto: El domingo 13 de diciembre, encabezado por una señora llamada María de Jesús -que con la venia del Padre José se apropió de las llaves de la Iglesia y vive en ella como si se tratara de su domicilio particular- el grupo se presentó ante padre provisional de Huitzilan para exigirle que ya no deje entrar a los antorchistas a la iglesia y para advertirle que, si se les permite el ingreso, entonces correrá sangre.

En síntesis: el grupo adicto al Padre José y a Alonso Aco se ha lanzado, como toro embravecido, contra todo lo que se mueva en Huitzilan: antorchistas, no antorchistas, ayuntamiento, católicos, evangélicos, padres de familia y población en general. Y las preguntas son: ¿Por qué la violencia? ¿Qué es lo que buscan con su política agresiva? Y la respuesta es muy clara: provocar un enfrentamiento que bañe en sangre a Huitzilan.

Los restos de lo que fue la UCI y sus nuevos adeptos jamás han renunciado a sus sueños poder en Huitzilan, para controlar a la población indígena y explotarla a su antojo; pero saben que jamás podrán ganar una batalla legal, democrática y pacífica, porque los votos no les alcanzan, ni de lejos, para reconquistar lo que consideran su feudo; basta con revisar las cifras de las últimas elecciones para notar la gran aceptación que ha logrado el Movimiento Antorchista. Así que la única salida que les queda es provocar un enfrentamiento de graves consecuencias (con muertos, heridos y todo el sufrimiento que ello conlleva) para poner a Huitzilan en el ojo del huracán mediático y político nacionales y, ahora sí, exigir lacrimosamente la represión de Antorcha. No tengo la menor duda de que a esta condena se sumarán, como moscas a la suciedad, algunos "centros de derechos humanos" y organizaciones y partidos de "izquierda" que son expertos en publicitarse con la desgracia ajena y que ven en el arraigo de nuestra organización un freno a sus propias ambiciones expansionistas.

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Así se explica la campaña desatada contra nosotros en los medios nacionales, a través de dos "reportajes" publicados con días de diferencia -en El Universal y en Contralínea-, para "denunciar" las supuestas "atrocidades" que "comete" Antorcha contra los indígenas de Huitzilan. ¿Qué buscan con esta campaña de odio? ¿Qué persiguen los autores intelectuales de la nueva guerra mediática? La respuesta es clara: Remojar el terreno para justificar la represión violenta de la única organización que ha trabajado a favor de los huitziltecos, alentar la cacería de brujas desde el aparato estatal, en caso de que la provocación al interior del municipio rinda los frutos que esperan. Si no, veamos como cierran su "reportaje" los "investigadores" de Contralínea Carlos A. Ventura y Asminda Navarro: exigiendo que el Estado mexicano actúe contra Antorcha, "para salvar a los indígenas". Para quien sepa leer, esto es un llamado abierto a la represión.

Pero estos "investigadores de altos vuelos", que escriben con palabras inglesas rebuscadas desde sus oficinas en la Ciudad de México, cometen un error de párvulos: creen que dan en el clavo cuando "descubren" que Antorcha es una cosa y el pueblo de Huitzilan otra. Se equivocan: nos hemos fundido en un solo hombre. Antorcha no le ha impuesto absolutamente nada a Huitzilan, sino que hemos luchado con ellos, llorado con ellos y triunfado con ellos. Por eso, es un absurdo llamar a la represión de los líderes antorchistas, porque los líderes son los mismos huitziltecos.

Así pues, dos líneas de fuego aparentemente aisladas, se unen en una campaña común: regresar al poder a los reductos de la UCI y a los caciques que, esos sí, fundaron durante 50 años un reino del terror en Huitzilan de Serdán, no sólo por la explotación inmisericorde que hicieron del trabajo de los indígenas, ni sólo por las graves violaciones a los derechos humanos que cometieron a placer, sino, y esto es lo más horrible del caso, por las matanzas bestiales (todas bien documentadas) que acostumbraban contra todo el que se les rebelara.

En aquel entonces, hace 30 años, ni el gobierno federal, ni el gobierno de Puebla, ni ningún "centro de derechos humanos" se atrevió a poner un pie por aquellos lugares inhóspitos para auxiliar a los indígenas. Los dejaron morir solos o, lo que es lo mismo, dejaron que los asesinaran. Los abandonaron a su suerte. Sólo Antorcha acudió al clamor de justicia. Sólo Antorcha tuvo los tamaños suficientes para poner su cuota de sangre y su pecho, en protección de los huitziltecos y frenar la masacre de que eran objeto. Pero todo eso lo ocultan, mañosamente, los "reporteros" e "investigadores" que ahora nos acusan con dedo flamígero. A Huitzilan, los antorchistas fuimos a ofrecer -como dijo un Jefe de Estado cuando combatían a los nazis en 1940- "sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor", cuando nadie más tuvo el valor de hacerlo. De ese crisol, al rojo vivo, nació el antorchismo huitzilteco, que cierra filas, que se une, que no desmaya, y al que ni los periodicazos "de altos vuelos", ni un cura blasfemo y su banda de delincuentes van a derrotar. Pero eso podemos decir, con toda la seguridad del que se sabe limpio: a Huitzilan no le van a ganar, porque Antorcha en Huitzilan son los huitziltecos. Y estamos dispuestos a defender lo que hemos logrado.

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