MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Huitzilan: inspiración para los pobres del campo

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La vida en el campo es, generalmente, triste. Si bien, los medios nos pintan al campo como un paraíso para vivir, eso no es tan cierto. Es verdad que el aire, el agua y la vida en sí misma son más puras, más limpias y brindan cierta dosis de felicidad; pero eso dista mucho de la propaganda que promueven las empresas turísticas.

Pero la pobreza, la ignorancia y la falta de cultura son evidentes en el campo, más aún en las zonas rurales indígenas: jacales de madera, tierra y cartón donde se hacinan hasta dos o tres familias, durmiendo en el piso de tierra o en camas de madera, con goteras por todo el techo y rendijas en las paredes (de bambú o madera) que brindan una protección mínima para sobrevivir; desnutrición al por mayor, porque los niños carecen de leche y de carnes que les proporcionen las proteínas necesarias para desarrollarse; con una atención sanitaria simbólica, donde (sobre todo después de la supresión del Seguro Popular por el Gobierno federal morenista) escasean las medicinas o el dinero para adquirirlas; con caminos empedrados y veredas llenos de polvo durante las épocas de sequía y, de lodo en periodos lluvia, donde igual puedes dislocarte un pie que causarte una fractura de por vida andando por senderos sinuosos y accidentados. Es la realidad de muchos pueblos en las zonas rurales e indígenas.

Los campesinos pobres y sus familias muchas veces no conocen las grandes ciudades y saben de la vida urbana sólo de oídas a través de sus parientes migrantes, por los visitantes o porque han visto algo por la televisión. Atados a la tierra, muchas veces con apenas lo mínimo para sobrevivir, viven bajo el agobio de mantener a sus familias, frecuentemente con un futuro sombrío. Por eso el campesino es taciturno y sólo vive preocupado por subsistir.

Así fue también Huitzilan, un pueblo de indígenas nahuas, en donde la explotación, la pobreza y la ignorancia, reinaron durante mucho tiempo, instigado principalmente por el cacicazgo que llegó a entronizarse. Todos los habitantes mayores de 40 años saben hoy lo que es la vida de un pueblo común y corriente, pero pueden distinguirla de la felicidad y la aspiración hacia ella.

Se sabe que antes de 1980, los caciques, llegados de algunos municipios vecinos, sometieron a la población local y explotaron de distintas maneras a los campesinos. Además de vejarlos, los emborrachaban para endeudarlos y quitarles sus tierras, así como que les malpagaban sus cosechas y su fuerza de trabajo. Tanto fue el maltrato y sufrimiento que se vieron obligados a embaucarse en una triste historia que los llevó a una crisis total en 1980, a saber: se refugiaron en la Unión Campesina Independiente (UCI), agrupación campesina sin ideología clara, cuya promesa a los campesinos fue la recuperación de sus tierras a como diera lugar. Y lo hicieron por la vía de la fuerza y las armas, pero el gusto duró poco a los indígenas huitziltecos; como todo grupo sin metas claras y sin ideología bien cimentada, terminaron en la corrupción, vendiendo su fuerza y la de sus armas al mejor postor, poniéndose al servicio de los caciques.

Entre los años 1980 y 1984, los pobres campesinos no sólo sufrieron la acostumbrada explotación de que eran objeto, sino que también vivieron una época de terror, con la seguridad de que ante cualquier asomo de inconformidad ante los abusos del cacicazgo y sus pistoleros (la UCI) serían acribillados sin piedad. Historia triste pero cierta que, desafortunadamente, no sólo ha vivido Huitzilan, sino muchos pueblos del país.

Sin embargo, en 1894 cuando no quedaba de otra, cuando ya la disyuntiva era liberarse o morir, los pocos indígenas más valerosos que entendidos, después de no hallar ayuda con ninguna autoridad, se “arriesgaron” a la única opción que les quedaba: el Movimiento Antorchista. El “riesgo” no sólo cumplió la expectativa de devolver la paz a este humilde pueblo, sino que además les dio luz sobre lo que se debe hacer para construir una sociedad más justa.

Desde el 21 de marzo de 1984, a la entrada triunfal de un importante grupo de huitziltecos autoexiliados (para evitar la inmisericorde muerte a manos de los caciques y sus pistoleros), encabezados por los valientes líderes que habían buscado la ayuda y los dirigentes antorchistas (quienes arriesgando la vida), iban junto a ellos, brindando la orientación y la educación política para todos, Huitzilan inició con paciencia y seguridad una etapa de progreso paulatino.

A casi 37 años de lucha, no sólo se ha mejorado la infraestructura. Se ha logrado la dotación de servicios básicos a todos los pueblos de este municipio y se trabaja incansablemente en la construcción y apoyo de vivienda digna para las familias indígenas que más lo requieren. Huitzilan es hoy un pueblo urbanizado, con caminos pavimentados, andadores hasta en los pueblos más alejados, con paz y seguridad para las familias, con un pequeño hospital (que brinda atención incluso a pueblos vecinos), con toda una cadena educativa en la cabecera municipal que incluye cuatro preescolares, cuatro primarias, dos secundarias, un bachillerato y una escuela de nivel superior, además tiene escuelas preescolares y primarias en, prácticamente todas sus poblaciones, así como varias secundarias y bachilleratos en los pueblos más grandes.

Hoy el pueblo indígena huitzilteco con toda y su humilde vestimenta, es altivo y orgulloso. Ha vivido la humillación descarnada, pero supo levantar del escombro moral y material a su municipio. Por ello siente el rechazo de su pasado lejano, el orgullo de su periodo previo de lucha, valora su presente de constante progreso y aspira a la felicidad de todo ser humano, con la seguridad de aquél que sabe hacia dónde va. En el camino quedaron algunos de sus mejores hombres que hoy siguen siendo ejemplo de lucha, pero aún viven varios que dan testimonio fiel de lo aquí aludido.

Hoy, a la vista de un gran desarrollo, se acercan algunos buitres electorales buscando que Huitzilan caiga en sus manos para volver a convertirlo en la tierra de cadáveres, como durante el reinado del terror del cacicazgo y la UCI. Pero es difícil que puedan convencer a los huitziltecos que conocen su historia a regresar a ese negro pasado. Este digno municipio indígena, es la muestra de lo que un pueblo consciente puede lograr si une sus fuerzas, se organiza para combatir la pobreza y la ignorancia y lucha por construir la felicidad en colectivo; por eso es ya Huitzilan es hoy inspiración de felicidad para muchos pueblos pobres del campo.

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