La guerra de Ucrania sin duda se trata de un conflicto convencional en el que se enfrentan dos ejércitos profesionales respaldados por dos grupos antagónicos plurinacionales. Por un lado, están las fuerzas armadas ucranianas, asistidas por los gobiernos occidentales de Europa y América, principalmente, encabezados por la mayor potencia militar mundial, los Estados Unidos (EE. UU.).
Por otro lado, están las fuerzas armadas rusas, sostenidas por la alianza Ruso-China y asistidas por los aliados de estos países. El bloque ucraniano desea conservar el mundo como está, sometido bajo la bota norteamericana ante la que se reúnen los imperialistas tradicionales de Inglaterra, Francia, Alemania y otros países satélites del imperialismo.
El bloque ruso, en cambio, ha manifestado la necesidad de establecer un mundo multipolar, en el que las naciones se relacionen libremente, sin la tutela del gran carcelero mundial que es EE. UU.
A más de ocho meses de su inicio, la guerra de Ucrania no ha amainado y, conforme pasa el tiempo, las tensiones entre los bloques se están recrudeciendo. No se conoce cuándo terminará el conflicto, pero hay elementos que permiten aventurar algunas hipótesis sobre las posibles salidas de la guerra.
En ese sentido, es útil ver el desarrollo de la conflagración desde la propuesta del teórico Carl von Clausewitz, desde los tres factores fundamentales de su teoría de la guerra: el primer factor lo componen los ejércitos, la herramienta de los bloques enfrentados; el segundo, la cohesión política de los gobiernos enfrentados, y el tercero, las voluntades de los pueblos para sostener los esfuerzos bélicos de sus gobernantes. De acuerdo con Clausewitz, el mejor escenario para ganar una guerra es lograr una buena complementariedad entre esos tres elementos. Veamos.
Las fuerzas armadas que participan en este conflicto han de considerarse desde dos perspectivas, por un lado, a partir del terreno de táctico, es decir, estableciendo cuáles ejércitos participan en el teatro de operaciones militares; por otro lado, a partir de las capacidades de los beligerantes para nutrir constantemente a sus frentes con dispositivos de destrucción. Sobre las tropas, se sabe bien que están en combate los ejércitos nacionales de Ucrania y el ejército de Rusia; el ejército de Rusia es muy superior al de Ucrania en este aspecto, pues de acuerdo con el portal Global Fire Power que se dedica al análisis de la potencia militar de los países, Rusia es la segunda fuerza del mundo mientras que Ucrania ocupa el lugar 22.
Sin embargo, a esa información más o menos precisa, habría que agregar la potencia de otras fuerzas armadas que están combatiendo, los mercenarios o empresas privadas de contratistas militares que trabajan para uno y otro bloque, cuyo peso en la guerra es divulgado muy escasamente. Los medios del bloque ruso han alertado desde hace tiempo que las empresas contratistas norteamericanas Forward Observations Group y Academi (antes Black Water) se encontraban en Ucrania desde antes del estallido de la guerra, entrenando a las milicias nacionalistas de Ucrania.
Asimismo, cuando comenzó la guerra, en marzo de 2022, Zelensky anunció la llegada de 16,000 combatientes extranjeros que pelearían por Ucrania. Hasta el momento los mercenarios de Zelensky no han salido de Ucrania. Por su parte, los medios occidentales dan amplia difusión a las noticias sobre la presencia de combatientes del grupo contratista ruso Wagner, así como sobre otros supuestos contratistas Sirios, que actúan en favor del frente ruso en los frentes del Donbass.
Respecto a la segunda perspectiva, cuando se observan las capacidades para suministrar dispositivos militares que tiene cada partido, Rusia se encuentra en gran desventaja. Su aliado más poderoso es China, que ocupa el tercer lugar entre las potencias militares del mundo, pero el bloque Ucraniano cuenta con más recursos que la alianza ruso-china gracias a la injerencia de Estados Unidos. Tan sólo en términos de “presupuesto de defensa” el erario de EE. UU. destina 770 mil millones de dólares; Rusia destina 154 mil millones de dólares, y China 230 mil millones de dólares.
Es decir, sumando los presupuestos de defensa de China y Rusia estos países apenas pueden reunir el 50 por ciento del financiamiento militar que tienen los estadounidenses. Pero el poder de fuego que sostiene las líneas ucranianas también lo componen otras bases, es decir, Zelensky cuenta con las potencias nucleares Francia, Reino Unido e Israel y con el resto de los ejércitos que componen la OTAN. En todo caso, lo único que mantiene a raya la intervención directa de ese conglomerado occidental prácticamente imparable es el hecho de que, si bien ellos tienen más de 7,000 bombas nucleares estratégicas, es decir bombas que pueden arrasar con ciudades enteras, la alianza ruso-china cuenta con una cifra muy parecida de éstas superbombas y está dispuesta a emplearlas si el bloque de Occidente amenaza su existencia.
Viendo simplemente el asunto de las fuerzas armadas enfrentadas, pareciera que la balanza se inclina en favor del bando occidental. Sin embargo, los otros dos factores hacen un contrapeso importante. A diferencia de los gobiernos de Rusia y China, que se han mostrado sólidos en sus posiciones, sin disidencias internas en el seno de sus filas políticas, los gobiernos que sostienen el esfuerzo ucraniano están comenzando a vacilar.
Con esto no me refiero únicamente a los gobiernos europeos, en donde hallamos eventos como la dimisión de Liz Truss en Reino Unido debido a la incapacidad del partido conservador para gobernar las crisis británicas, sino a las propias disidencias internas en el seno del mayor interesado en la guerra contra Rusia, Estados Unidos.
El pasado 24 de octubre, un grupo de 30 congresistas del partido demócrata, es decir, el partido del presidente Joe Biden, firmaron una carta para instar al Ejecutivo norteamericano a detener su asistencia militar y financiera para Ucrania y a establecer “esfuerzos diplomáticos vigorosos” para negociar un armisticio. Asimismo invitaban a Biden a establecer “pláticas directas con Rusia” y a establecer un acuerdo de seguridad europea conveniente para todas las partes en conflicto que permita la existencia de una Ucrania independiente. Esta carta fue puesta en circulación en internet, pero inmediatamente después fue criticada por el resto de congresistas demócratas y unas horas más tarde, algunos de los firmantes escribieron su retractación en sus redes sociales. La publicación del documento ilustra que el mayor soporte político del partido occidental se está resquebrajando internamente, pues no todos los políticos estadounidenses están a favor de la continuación de la guerra que promueve su ejecutivo.
Finalmente, el tercer elemento de la trinidad de Clausewitz, el favor de los pueblos para sostener los esfuerzos bélicos de los Estados en conflicto, deja mucho que desear respecto de la sustentabilidad de la guerra de Occidente contra Rusia. El pueblo de ruso ha respondido de manera positiva frente las decisiones de su ejecutivo.
De acuerdo con el portal de estadísticas Statista, la popularidad del presidente Putin ha oscilado entre el 83 y el 77 por ciento entre abril y agosto de 2022. Y es que, a pesar de todas las sanciones impuestas contra Rusia, la buena administración de Putin ha garantizado que su economía se mantenga a flote mientras occidente se hunde en la inflación. Las calificaciones del gobierno ruso contrasta con las que tienen, por ejemplo, las administraciones de Biden en Estados Unidos, de Emmanuel Macron en Francia y de Olaf Sholz en Alemania: en la primera mitad del año, la aceptación de Biden por el pueblo norteamericano ha oscilado entre el 38 y el 44 por ciento; en octubre, en el caso de Francia, sólo el 36 por ciento de los franceses consideran positiva la gestión presidencial de Macron, y hacia mediados de este año la popularidad del canciller alemán ha oscilado entre el 46 y 48 por ciento. Eso es en términos porcentuales.
Sin embargo, varios eventos demuestran que la guerra está afectando más directamente a los pueblos de Europa y que esto genera una gran efervescencia entre la población. A partir de octubre de 2022 en el Reino Unido se ha fijado un precio tope del costo de la energía para los hogares en 3.549 libras esterlinas, lo que significa un aumento del 80 por ciento frente al límite de 1,971 libras esterlinas que se tenía en agosto; en Francia, el gobierno reprimió una serie de manifestaciones “contra la vida cara” que se desarrollaron en París el 16 de octubre, y este tipo de movimientos se han extendido por Italia, Reino Unido, República Checa y Alemania.
Las voces de protesta cuestionan el envío de armas a Ucrania, se levantan contra la disponibilidad de fondos para financiar una guerra ajena en Ucrania y la nula solución de las carencias que la guerra está provocando. Parece que la causa de los gobiernos de Occidente ya no es vista como causa de sus pueblos; sólo las élites se mantienen fieles al gran diseñador de la guerra que es Estados Unidos.
En resumen, la única superioridad del bloque pro-Ucrania, que sostienen Estados Unidos y sus satélites, es la posesión de más armas y ejércitos. No obstante, esta superioridad se encuentra retenida por la paridad nuclear que existe entre los dos bloques. Por otro lado, mientras las naciones y gobierno de Rusia se encuentran intactos y asistidos por el gigante asiático que es China, los principales gobiernos de Occidente no se encuentran cohesionados políticamente y sus pueblos no están de acuerdo con la continuación de la guerra, ni ven con aprobación las gestiones gubernamentales de sus jefes de Estado.
El respecto, se puede concluir que en el horizonte hay dos salidas posibles: la primera no dejaría ganador, sería la vía de hacer valer la superioridad militar de occidente lanzando todo el poder nuclear contra Rusia, lo que desencadenaría una contraofensiva de proporciones similares y desataría un infierno nuclear que destruiría el planeta. La segunda, la más positiva para el planeta, es la derrota de Occidente a través de la paz con Rusia y China.
Esta salida del conflicto está siendo auspiciada gracias a la rebeldía creciente de los pueblos de Europa. Esta rebeldía puede obligar una marcha atrás de las élites que gobiernan Europa, forzar la eliminación de la bota norteamericana de la OTAN y la desaparición del peligro del infierno nuclear que impulsa Joe Biden con sus políticas guerreristas. Pero esta salida de guerra supondría el fin del imperio estadounidense y el nacimiento de un mundo multipolar.
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