El mito es una de las formas pretéritas que aún conserva la humanidad, como testimonio de la concepción del universo y de la sociedad en los albores de esta. Dichas narraciones en la mayoría de las veces justifican el modo de organización social que ejerce la sociedad que los crea, siendo este una extrapolación de su realidad. En la actualidad el mito sirve como una fuente de análisis para entender a las civilizaciones antiguas, siendo este una evidencia de su idiosincrásia. Sin embargo, al ser el mito solo un vestigio histórico que llega a nuestros tiempos en forma de fragmentos o reconstrucciones hechas por los mismos poetas épicos o por estudiosos modernos, el mito tendrá muchas versiones en su mayoría un tanto contradictorias, en sus partes o en su totalidad, que pueden resultar incluso. Es por eso que el lector debe de tener paciencia para asimilar todos los elementos que lo conforman, y encontrar la explicación racional más allá de la fabula.
Como cualquier mito que sobrevive al paso el tiempo, y que llega a una época distinta de la que representa y en un estado de supervivencia que en su mayor parte no es más que una reconstrucción a partir de vestigios orales y fragmentos escritos de poetas épicos en los albores de la civilización. El mito del vellocino de oro no es la excepción, siendo éste uno de los mitos griegos más famosos a la par que el de la guerra de Troya y el viaje de Ulises en su regreso a Ítaca, quizá por la importancia del suceso -atravesar el mundo griego hasta sus confines en busca del vellón sagrado de Zeus- o ya sea por la aglutinación de héroes y semidioses tan importantes como son a saber: Jasón, Hércules, Orfeo y Peleo, entre otros. Sea cual sea el caso, el mito del rescate del vellón de oro ha sido reconstruido ya sea en parte o en su totalidad en más de una ocasión desde la antigüedad (por ejemplo la versión más completa y antigua que se tiene es la de Apolonio de Rodas en su obra “Argonáuticas” sobre la historia de Jasón y los argonautas) y aún en nuestros días se siguen dando las más variadas versiones por parte de los estudiosos del tema.
Uno de los escritores que destacan por la meticulosidad del estudio -sin entrar en la exacerbada rigurosidad histórica de otros- tanto del mito como del medio geográfico e histórico que lo rodea, es Robert Graves en su obra literaria "El vellocino de oro". La novela histórica de Graves se justifica desde la primera frase que nos introduce a la novela dejándonos ver desde el principio la pulcritud del autor y su amplio conocimiento del tema, en la agilidad de su prosa unida con la simetría de sus capítulos, sin dejar exento su lado creativo tan prodigioso.
Graves aborda la trama mitológica desde una perspectiva distinta a la que se pudiera esperar el lector, dado que el mito parece ambientar una transición histórica-religiosa de la sociedad griega en vez de que el contexto social ambiente al mito, me refiero al cambio del poder matriarcal al patriarcado naciente, y es que la totalidad de la novela expresa este cambio y el mismo mito es justificado por esta sucesión de poderes impuestos por las tribus jonias y aqueas -en primera instancia-, y las riñas religiosas que se derivan de este cambio político. Toda una revolución cultural, política y religiosa se da en esta permutación de poderes, y la aventura del vellocino de oro queda atrapada en este contexto.
El matriarcado (que nos dibuja Graves) es una forma de organización arraigada en los pelasgos, en donde se adora a la triple diosa lunar y sus rituales religiosos, así como su organización política derivados de la adoración a esta deidad, y que en el transcurso de la novela son atentados por la nueva figura religiosa -el carnero de Zeus- la cual impone nuevos cambios estructurales -si se me permite llamarlos de ese modo- por ejemplo el matrimonio que es algo desconocido y hasta un tanto aberrante para los pelasgos, dado que las mujeres al tener el control político de los reinos se sienten ofendidas a la proposición de estar sujetas a un solo hombre, cuando en su forma de organización podían estar con los hombres que quisieran en sus orgías como por ejemplo la correspondiente a la cabrahigadura.
Pues bien, esta aventura a los límites del mundo griego -en su mayor parte en el mar negro- es un escape a un mundo ya muy lejano en espacio y tiempo. La gran hazaña del autor es reconstruir esta historia dándole la terrenalidad que uno no se imagina en estos mitos, por ejemplo, resulta muy evidente en el caso del personaje Hércules quien se nos dibuja no como un semidiós griego, sino más bien como un ser humano bárbaro, brutal, un monstruo que puede ser capaz de matar a sus amigos o hijos en una borrachera, pero aún así muy capaz de tener sentimientos profundos a sus semejantes como se manifiesta en su relación con Hilas, su Escudero. O un Jasón que no presenta más virtud que su belleza, y que es capaz de dirigir una tripulación de héroes muy superiores a el debido a que manifiesta una cualidad que ninguno más tiene y que estos necesitan para llevar a cabo la empresa tan difícil.
Podríamos decir que esta obra de Graves es un tesoro literario sin lugar a dudas, evidencia una pluma ágil y ligera, así como una verdadera investigación profunda, sin dejar de lado lo humano y filosófico que lleva inherente el mito en sí. Resulta impresionante la armonía entre los lugares geográficos que relata el autor y los personajes, y cómo se van desenvolviendo creando una atmósfera que lleva al lector a romper las barreras espació temporales que la realidad nos impone.
Ahí esta, aún, el Jasón viejo y lleno de remordimientos sobreviviendo de sus glorias pasadas, teniendo como su más acérrima enemiga a la que logró darle la gloria, sentado bajo la sombra del podrido Argo por las inclemencias del tiempo, y con el espíritu del perro y el pastor siguiendo sus restos de hombre que aún conserva, a la espera de que su hado funesto se cumpla, para así obtener la inmortalidad.
Como diria el genio alemán Carlos Marx: “Un hombre no puede volver a ser nin?o sin volverse infantil. Pero, ¿no disfruta acaso de la ingenuidad de la infancia, y no debe aspirar a reproducir, en un nivel ma?s elevado, su verdad? ¿No revive en la naturaleza infantil el cara?cter propio de cada e?poca en su verdad natural? ¿Por que? la infancia histo?rica de la humanidad, en el momento ma?s bello de su desarrollo, no deberi?a ejercer un encanto eterno, como una fase que no volvera? jama?s?”
Sea esta una invitación a su lectura, amable lector.
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