No es la falta de oportunidad de diálogo lo que detiene a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra Rusia. Más bien, es la desarrollada tecnología armamentística de este país, cuyo empleo dejaría pronto fuera de combate a toda Europa. Es una tecnología que puede franquear la barrera última de la destrucción del planeta, que se lograría tras el empleo del arma superior, las bombas nucleares: el recurso extremo que queda a los países más independientes para mantener alejado de sus territorios al imperio estadounidense. El empleo de esas armas, incluso si se redujera a la explosión de unas 1,000 bombas del tipo (equivalente 5% de las reservas del mundo), podría volver imposible la vida sobre la tierra. Se trata de la aniquilación absoluta.
Por eso la violencia es indirecta e ideológica. Sobre lo primero, ante la resolución militar tomada por Putin en marzo de 2022, el presidente Biden llamó a sus aliados a ahorcar a Rusia y a los rusos: se han desplegado sanciones sobre prácticamente todos los productos de exportación de ese país (las más recientes contra el carbón) y que se extienden sobre empresas y particulares como los multimillonarios o, incluso, los artistas (v.gr. la destacada soprano Anna Netrebko: sus shows europeos estuvieron cancelados hasta inicios de abril, cuando salió a declarar en público que condenaba “claramente” la guerra contra Ucrania lefigaro.fr, 31-03-22). También, la violencia es indirecta en términos de abastecimiento militar, porque la OTAN no ha cesado de participar en la guerra a través del suministro de armas para Ucrania. En ese sentido –y a pesar de la repetida insistencia del gobierno ruso sobre llegar a acuerdos de paz positivos para todas las partes–, en el primer tercio de abril, Inglaterra, Francia, Eslovaquia, Turquía, entre otros países de aquella organización militar, decidieron redoblar el envío de armamento pesado al gobierno de Zelensky (francetvinfo.fr, 9-03-22).
Sobre la lucha ideológica, está documentado que, por lo menos desde la caída de la Unión Soviética, no se ha detenido la maquinaria propagandística que inventó y endiabló al comunismo del siglo XX. Aunque los demonios de ahora son quienes se resisten al imperio de Estados Unidos: el “mal” se llama China, Rusia, Irak, Libia, Venezuela, Siria, Cuba, etc., cuyos nombres siempre van acompañados de una senda adjetivación negativa, de verdaderas mentiras insultantes, en los medios de difusión masiva. No obstante, en el marco del conflicto de Ucrania se ha recrudecido la política mediática de designación y estigmatización del enemigo, de Rusia y China. Lo observamos con la cancelación inédita de las voces rusas, así como de las voces independientes que se interesan en dar detalles alternativos, que permitan llegar a la verdad sobre la guerra mediante el cruce y contraste de informaciones. El resultado: la mayor parte de los habitantes de occidente, independientemente de su postura política o de su preparación académica, creen sin objetar lo más mínimo de lo que dicen sus noticieros.
Sin embargo, la realidad material se comienza a imponer en contra de los propios gobiernos de la OTAN. En el marco de las campañas presidenciales francesas de 2022, los candidatos más populares de izquierda y derecha, Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen, respectivamente, han insistido en que no sirven los instrumentos que empleados contra Rusia. Por ejemplo, en una entrevista realizada a Le Pen (francetvinfo.fr 8-04-22), ésta señaló que el objetivo de las sanciones económicas ha perdido vigencia porque Rusia no está cediendo, pues “dos tercios del mundo” están interesados en seguir haciendo negocios con los rusos. También expuso que la presente guerra es un problema que puede costar muy caro a los franceses no sólo ahora, por el aumento de las facturas del ciudadano promedio, sino más aún en el futuro: el acoso de la OTAN está conduciendo “al país más grande del mundo” y con más recursos naturales (la Federación Rusa), a las manos del país “más poblado del mundo” (China). Así, las pérdidas de los rusos podrían recomponerse pronto y casi sin problemas. En ese sentido, poco a poco se va viendo que la salida más razonable del conflicto es que la OTAN recule. De lo contrario, la violencia puede escalar cada vez más, con una tendencia pronunciada hacia el exterminio nuclear.
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