La caracterización del capitalismo contemporáneo como neoliberalismo es correcta solo si este no reduce su especificidad al carácter desregulado del mercado. En efecto, la desregulación del mercado de bienes, capital y trabajo, que permite la libre movilidad de los primeros dos y reduce el poder del último, son características cruciales del capitalismo actual, que contrastan marcadamente con las instituciones promovidas por los estados nacionales durante la segunda posguerra. Sin embargo, la caracterización resulta parcial si no se incorpora el otro elemento central de nuestros tiempos: la aceleración en la mundialización del capital, referida más comúnmente como globalización. En este ensayo mencionaré las características principales de este proceso y cómo ha afectado las perspectivas de desarrollo económico en la periferia del sistema capitalista mundial.
La división del trabajo y el desarrollo económico
La creciente importancia del comercio internacional y el flujo de capital en forma de inversión extrajera directa o de portafolio son los elementos más visibles de la globalización neoliberal capitalista. Pero, su característica esencial es la transformación en la organización de la producción y distribución a escala global. El cambio consiste en el aumento de la fragmentación de las distintas etapas de la producción de los bienes y su distribución en varios países del mundo. Así, cada vez más componentes de un producto final no solo no se producen dentro del mismo establecimiento (como tradicionalmente fue en “la gran fábrica fordista”), sino que se distribuyen en distintos países.
Desde un primer punto de vista, la globalización representa una profundización de la división técnica del trabajo, una mayor división de las operaciones de la producción (Ho, 2016). Sin embargo, esto, en sí mismo, no representa ninguna anomalía, sino que es una tendencia más del desarrollo capitalista. Esto lo tenía claro Marx, quien en el tomo II de El Capital argumentó que:
“Partiendo del supuesto de que ésta (la producción mercantil) es la forma general, ella condiciona, por su parte, una división siempre creciente del trabajo social, es decir, una especialización siempre mayor del producto que un capitalista determinado produce como mercancía, una separación cada vez mayor de procesos de producción complementarios que se vuelven autónomos. … la producción de los medios de producción se separa, en la misma medida, de la producción de la mercancía para la cual ellos constituyen los medios de producción, y éstos se le presentan a cada productor de mercancías como mercancías que él no produce, sino que compra para su proceso determinado de producción. Surgen de ramos de la producción completamente separados del suyo y explotados de manera autónoma, y entran como mercancías en su ramo de producción, es decir que tiene que comprarlas. Las condiciones materiales de la producción mercantil se le contraponen, en proporción cada vez mayor, como productos de otros productores de mercancías, como mercancías” (Marx, 1976).
La globalización pues, consiste en que la tendencia a la “separación cada vez mayor de procesos de producción complementarios que se vuelven autónomos” rebase las fronteras nacionales. Dos cuestiones emergen de este análisis. Primero: ¿cómo conciliar esta visión sobre una “creciente especialización del producto” con el análisis de Marx acerca de las tendencias a la concentración y centralización del capital, y a la realidad empírica de que la mayoría de las ramas económicas están controladas por pocos grupos de gigantes empresariales? Segundo, ¿qué relevancia tiene esta tendencia de carácter técnico -que corresponde a la esfera del valor de uso y del trabajo útil, para el análisis del capitalismo actual y del desarrollo en el Sur Global? La primera pregunta será respondida en la siguiente sección. Podemos adelantar que, lejos de ser dos tendencias opuestas, ambas actúan de manera conjunta, lo que genera, simultáneamente, una ultra centralización del capital y la hiper especialización de la producción. Con respecto a la segunda, Lenin (1972) explica que, al abordar el problema de la formación del mercado interno en una economía capitalista, es preciso pasar del análisis del capital en general a su división por sectores de la producción. Más específicamente:
“el problema estriba precisamente en esto: ¿de dónde tomarán los obreros y capitalistas los artículos de su consumo?, ¿de dónde tomarán los últimos los medios de producción?, ¿de qué manera el producto obtenido cubrirá todas estas demandas y permitirá ampliar la producción? [...] por ello es absolutamente imprescindible la diferenciación de los productos, que desempeñan un papel muy heterogéneo en el proceso de la economía social”
Y, al respecto, afirma que:
“El mercado interior ... se crea por el desarrollo de esta economía mercantil, y el grado de fraccionamiento en la división social del trabajo determina la altura de su desarrollo; [...] desarrollándose principalmente a cuenta de los medios de producción, los cuales van ocupando en la sociedad capitalista un puesto más y más considerable” (Lenin. 1976).
Es decir, las cuestiones de dónde y cómo se vende el producto, y de dónde y cómo adquieren capitalistas medios de producción y fuerza de trabajo, así como el estudio de la formación del mercado interior, cuestiones todas esenciales para el estudio del desarrollo económico, tienen como base el estudio de la división del trabajo. Actualmente, ésta debe entenderse como una división global del trabajo: estudiar en dónde se producen qué tipo de bienes y cómo se intercambian entre países, pues, es fundamental para entender los procesos de desarrollo al interior de los países.
Este enfoque no es ninguna novedad. La teoría marxista del imperialismo y de la dependencia, con diferentes énfasis y objetos de estudio, han enfatizado este aspecto del problema. Así pues, aunque el análisis de la división del trabajo a nivel mundial para explicar el (sub)desarrollo no es nuevo sí lo es la nueva dimensión que ésta toma en el capitalismo neoliberal. La explicación de esto corresponde al siguiente apartado.
La globalización neoliberal y las Cadenas Globales de Valor
En el capitalismo actual, las etiquetas “hecho en” son en gran parte anacrónicas, pues la mayoría de los productos manufacturados son, en realidad, “hechos en el mundo” (Ántras, 2020). Los diversos componentes de una mercancía se producen en diversas partes del mundo y son posteriormente ensamblados para destinarse a su consumo final. Los procesos de Investigación y Desarrollo (I+D) y de venta, por lo general, se realizan en los países ricos, donde las Empresas Multinacionales (EMNs) tienen su sede. La globalización consiste, pues, en el surgimiento y extensión de lo que la literatura ha denominado Cadenas Globales de Valor (CGV). En una primera instancia, una CGV se refiere al conjunto de actividades -distribuidas global o regionalmente- que son necesarias para la producción y distribución de un bien. Sin embargo, una aproximación que enfatiza la división del trabajo, las define como “una forma específica de división del trabajo [...] una CGV delimita un espacio geográficamente -y en ocasiones legalmente- fragmentado, en el que mercancías incompletas son integradas y valorizadas a través de un proceso unificado de trabajo” (Smichowski et al., 2021). Las CGV son una forma de división del trabajo capitalista fragmentada pero unificada.
La pregunta obligada es la siguiente: ¿qué unifica esta fragmentación? Todos los enfoques teóricos, desde el marxismo hasta la economía neoclásica (en menor medida), concuerdan en que no es el funcionamiento espontáneo del mercado, pues las CGV no se componen de empresas simétricas que se relacionan exclusivamente a través del intercambio. En realidad, aceptan que la unificación y coordinación de esta división del trabajo ha sido encabezado y dirigido por las grandes empresas multinacionales (EMNs) localizadas en el Norte Global. A estas empresas se le denomina empresa líder o matriz. Estas empresas son participes de ciertas etapas de producción, pero delegan otras -la mayoría- a otras empresas localizadas en el mismo país o en otras partes del mundo.
Como afirma Weber -con más exactitud que Ántras-, la leyenda, “diseñado en California, ensamblado en China” describe de forma mucho más precisa las jerarquías y la división del trabajo que caracteriza al mundo actualmente. Esto es así porque las actividades intensivas en conocimiento, de alta tecnología, y que dependen de “activos intangibles”[1], están reservadas geográficamente para las EMNs en sus países sede (los países ricos), mientras que actividades menos sofisticadas, generalmente intensivas en trabajo no calificado, se realizan en países del Sur Global, ya sea mediante Inversión Extranjera Directa o mediante la subcontratación u outsourcing. Esta última forma se va convirtiendo en la norma. La subcontratación u outsourcing consiste en que la empresa líder da las especificaciones exactas del producto o componente a las empresas proveedoras, en ocasiones proveyendo ella misma la tecnología y las materias primas, para que las empresas proveedoras, localizadas en el Sur Global, produzcan el componente con bajos costos de producción. Esto es posible por el monopolio tecnológico -garantizado por la protección a la propiedad intelectual que ejercen los gobiernos nacionales y las instituciones económicas mundiales- del que gozan las empresas líderes. Esto les permite, además, capturar la mayor parte del valor agregado a lo largo de la cadena. La monopolización intelectual y de capacidades, provoca que la apropiación de valor se desligue de la producción física del producto, como muestra la Figura 1, que contrasta le relación entre actividad y apropiación de valor en la manufactura clásica, de 1970 para atrás, con la manufactura globalizada de la actualidad.
Esta creciente fragmentación de la producción ha sido posible por el desarrollo de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs) (Baldwin, 2013); los cambios de política en favor de la liberalización comercial y financiera y la protección a la propiedad intelectual impulsada a finales de los ochenta y sobre todo en los noventa (Cedric y Durand, 2019). Los avances en las TICs hacen posible la coordinación en tiempo real de actividades mutuamente dependientes localizadas en puntos geográficos distantes. Las EMNs aprovecharon estos cambios para impulsar sus nuevas estrategias encaminadas a reducir sus costos y aumentar la productividad. Baldwin (2013) lo expresa muy claramente: la subcontratación permite a las empresas líderes combinar la tecnología de punta del Norte global con la fuerza de trabajo barata del Sur. La clave es que el Norte sí puede acceder al trabajo barato del Sur, pero el Sur no pueden acceder a la tecnología de punta del Norte. En el corazón de la globalización se encuentra, pues, una asimetría que condiciona la forma de desarrollo capitalista tanto en el Norte como en el Sur.
Desarrollo económico y en la época de las CGV
El proceso de expansión y desarrollo del capitalismo ha sido siempre desigual; por lo tanto, ha generado resultados distintos en las diversas formaciones sociales que integran al sistema capitalista mundial. Aunque se suele afirmar que la visión de Marx sobre el desarrollo del capitalismo ignoraba estas asimetrías, lo cierto es que él tenía claro que la relación de fuerzas influía los resultados de la expansión del capitalismo. En El Capital, escribió al respecto:
“Una nueva división internacional del trabajo aparece, una adecuada a los requerimientos de los principales países industriales, y convierte una parte del globo en un campo agrícola de producción para proveer a la otra parte, que permanece preeminentemente como un campo industrial” (citado en Ho, 2016).
Esta idea la desarrolló más profundamente en los últimos años de su vida al analizar a Rusia y otras formaciones precapitalistas. Sin embargo, fueron las teorías marxistas del imperialismo y sus sucesoras en el Tercer Mundo, las teorías de la dependencia, quienes hicieron del desarrollo desigual y combinado del capitalismo el punto de partida de sus análisis teóricos. Mientras las primeras se enfocaron en la rivalidad entre potencias imperialistas, las segundas tomaron esta desigualdad como punto de partida para estudiar sus efectos sobre el desarrollo capitalista de los países dependientes o periféricos. El efecto de la introducción del capitalismo desde el Centro a la Periferia, de acuerdo con Samir Amin (1974), fue, efectivamente, el surgimiento de formaciones sociales capitalistas, sí, pero con características estructurales y dinámicas distintas a las del Centro. Estas características las sistematiza Amin en los siguientes tres puntos:
1.Productividad desigual entre y al interior de los sectores económicos, o dualismo: la coexistencia de sectores modernos, altamente productivos, con métodos de producción tradicionales y tecnologías de subsistencia.
2.La desarticulación estructural del sistema productivo: la falta de encadenamientos hacia atrás y hacia adelante al interior y entre los distintos sectores económicos.
3.La dominación desde el exterior: el hecho de que las economías periféricas carecen de una dinámica interna autónoma: dependen de la demanda, inversión y tecnología del exterior.
Las estrategias de desarrollo o industrialización puestas en marcha en la mayoría de los países periféricos del mundo tenían el objetivo de superar estas tres características estructurales, mediante la homogeneización (modernización) del aparato productivo y el desarrollo de encadenamientos entre los distintos sectores. Estas estrategias incluyeron un amplio rango de políticas macroeconómicas e industriales, combinadas en algunos casos con intentos de planificación económica por parte del Estado y el control de algunos sectores estratégicos. La gran diversidad que han asumido éstas hace cualquier tipología difícil. Sin embargo, la literatura ha identificado las dos estrategias principales: la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) y la Industrialización Orientada a las Exportaciones (IOE). Ambas estrategias tenían el objetivo de desarrollar sectores industriales completos a nivel nacional, es decir, construir nacionalmente toda la cadena de oferta necesaria para la producción de un bien final. Los medios para hacerlo, sin embargo, son distintos.
En la ISI, se protege el mercado interno de la competencia extranjera mediante medidas arancelarias y no arancelarias: la fuente de demanda es el mercado interno. En América Latina, se comenzó con la sustitución de importaciones de bienes de consumo “ligeros” o no durables y bienes intermedios simples, y se pretendía avanzar después a la producción de bienes de consumo durables (como electrodomésticos y automóviles) para después avanzar a la sustitución de los bienes más complejos: los de capital. La mayoría de estas experiencias en América Latina, México incluido, fueron incapaces de completar la fase difícil o “dura” de la sustitución de importaciones, y la falta de competitividad de la industria nacional terminó agravando los desequilibrios internos y externos abriendo el paso al neoliberalismo.
En parte como respuesta al parcial fracaso de la ISI, se promueve, en cambio, la IOE. Este paradigma tiene dos variantes: la primera está asociada a las políticas neoliberales del Consenso de Washington (Baldwin, 2013). Esta perspectiva sostiene que lo que está bloqueando el desarrollo de los países periféricos son las distorsiones asociadas a la intervención estatal en la economía, que genera ineficiencias dinámicas e inestabilidad macroeconómica. Eliminadas estas distorsiones, los países subdesarrollados, abundantes en fuerza de trabajo “no calificada” y, por lo tanto, con bajos salarios, podrían hacer uso de esta ventaja comparativa para exportar bienes manufacturados -ayudados por la inversión extranjera, a la que se le deberían dar todas las seguridades y condiciones- a los mercados de los países ricos, lo que permitiría, además de generar crecimiento, corregir el desequilibrio externo y, sumado a una política de austeridad, corregir el desequilibrio interno.
Uno de los errores más comunes es creer que la IOE de libre mercado es la única que existe. En contraste, (Mildberg & Winkler, 2013) señalan que la estrategia de IOE ha sido importante para varios países que no se han plegado a la receta descrita en el párrafo anterior, sino que lo han hecho por medio de políticas industriales encaminadas a promover sectores estratégicos con los que, en principio, no se tiene “ventaja comparativa”. Tal es el caso de los Tigres Asiáticos, quienes combinaron la sustitución de importaciones con la promoción de exportaciones para incentivar el aumento en la competitividad de los sectores seleccionados y evitar la reproducción de ineficiencias y estancamiento que caracterizó gran parte de esos sectores en América Latina.
¿En qué ha cambiado la segunda globalización capitalista y el surgimiento de las CGV ambas estrategias? Es evidente que el camino que siguen actualmente los países subdesarrollados no se puede catalogar como EOI en el sentido clásico. Esto es así porque la globalización de la producción, el auge del outsourcing y el desarrollo de las Cadenas Globales de Valor han alterado sustancialmente la dinámica de la producción industrial y del comercio internacional. La EOI hace referencia, en cualquiera de sus dos variantes, a la competencia en bienes finales, donde la cadena de oferta para la producción de esos bienes se encuentra casi completamente en un solo país. Pero la fragmentación de la producción global implica que es posible, en principio, participar en esta industria sin necesidad de construir las cadenas de oferta completas, sino mediante la integración o inserción a cadenas que ya existen. Esta inserción, a su vez, sucede en las etapas de producción en la que el país tiene algún tipo de ventaja, ya sea por sus costos de producción o por su localización geográfica. El país, pues, se especializa no en bienes finales, sino en etapas del proceso de producción de uno o más bienes finales. Así, por ejemplo, es claro que la afirmación de que México está especializado en la producción y exportación de automóviles es, en el mejor de los casos, parcial. México, en realidad, está especializado en algunas etapas de la cadena global de oferta de la industria automotriz. Más específicamente en la producción de autopartes simples y en él. El diseño de los automóviles, la producción de semiconductores o la fabricación de las máquinas que se usan en el ensamblaje, todas ellas partes del proceso de producción del automóvil, no se realizan en México, sino en otros países del mundo. A este tipo de inserción Mildberg & Winkler (2013) lo denominan Industrialización por Especialización Vertical (IEV). La IEV hace referencia a la medida en que las exportaciones dependen de las importaciones de insumos. La aparición de la IEV puede, entonces, interpretarse como el resultado “del aumento en el grado en que los bienes y servicios tranzados entre fronteras son bienes intermedios en lugar de finales” (Ántras, 2020).
De tal forma, se afirma que el proceso de desarrollo se simplifica profundamente: los países no necesitan inmiscuirse el tortuoso, difícil y riesgoso proceso de construir bases industriales para la producción de bienes finales, lo que requiere de abarcadoras y riesgosas intervenciones estatales que pueden generar “distorsiones” e “ineficiencias”: solo se tienen que insertar en las CGV construidas por las EMNs de los países ricos, aprovechar sus capacidades tecnológicas y logísticas, y acceder así a los métodos de producción más eficientes, a insumos baratos y de mejor calidad y a los mercados de consumidores mundiales de los países ricos (Baldwin, 2013).
Los argumentos abundan contra este optimismo. El primero es que, lo que hace a la industrialización relevante desde el punto de vista del crecimiento y el desarrollo, es precisamente que, en su forma clásica, requería el establecimiento simultáneo de sectores económicos complementarios, lo que implicaba la formación de encadenamientos productivos que, bajo ciertas condiciones, tendía a generar un crecimiento económico y tecnológico endógenos. La industria en su forma clásica, pues, contrastaba con las economías de enclave que caracterizan a los países dependientes de la producción y exportación de bienes primarios. Sin embargo, la globalización ha alterado este carácter integrado de la producción industrial: hoy, es posible insertarse en la producción de los más modernos bienes para el mercado global y que estas industrias estén prácticamente “desconectadas” del aparato productivo doméstico. Este escenario no es solo una posibilidad, sino que, dejado a las fuerzas del mercado, tiene a ser el resultado natural. Ya desde mediados del siglo pasado, diversos economistas observaron que las EMNs instaladas en los países periféricos tendían a comportarse como enclaves: importando la mayor parte de insumos y bienes de capital y permaneciendo al margen de la economía doméstica. Esta situación, en la época de la producción global a través de la IED y la subcontratación, no se ha alterado sustancialmente.
De hecho, la forma más sencilla y rápida de integrarse a las CGV es mediante la creación de Zonas de Procesamiento de Exportaciones (ZPEs), conocidas en otras partes como Zonas Económicas Especiales (ZEEs). “Las ZPEs son espacios regulatorios en un país encaminados a la atracción de empresas orientadas a la exportación, que ofrecen concesiones especiales en cuanto impuestos, aranceles y regulaciones (Mildberg &Winkler, 2013)”. Es decir, para poder insertarse en las CGVs, el país periférico debe proveer las condiciones que lo hagan suficientemente atractivo con respecto a los demás países. El problema es que, por su misma naturaleza, las actividades productivas desarrolladas en las ZPEs se resisten a la formación de encadenamientos con la economía doméstica, formando modernos enclaves industriales exportadores. La frontera norte mexicana y la industria maquiladora son un claro ejemplo de esta dinámica.
El segundo hecho, que ha recibido mucha más atención en la lectura, tiene que ver con las etapas dentro de la CGV en las cuales se especializan los países periféricos. Estas etapas son, por lo general, la producción de componentes simples y el ensamblaje que, al operar con tecnología y bienes de capital producidos en el Norte Global, capturan la menor parte del valor producido. Esto es posible porque las EMNs, que poseen una posición monopólica de la tecnología y oligopólica en sus respectivos mercados, son capaces de crear condiciones ultra competitivas entre las empresas proveedoras de los distintos componentes. Así, éstas se ven obligadas a reducir permanentemente los costos a través de la profundización de la explotación y la precariedad laborales. Para evitar esta trampa y desarrollarse, los objetivos de la política de desarrollo y de las empresas nacionales deben ser ascender[2] en la Cadena Global de Valor. Ascender se refiere a la capacidad de los productores para moverse a etapas de la cadena más sofisticadas o a mejorar los productos y procesos que ya realiza. En cualquier caso, la implicación práctica del ascenso es que la empresa en cuestión es capaz de capturar una mayor parte del valor producido a lo largo de la cadena. Una vez inserto en las GVC, el país puede desarrollarse en la medida en que ascienda en esas GCV. Sin embargo, tanto teórica como empíricamente hay serias objeciones a este planteamiento. En primer lugar, ascender no implica la formación de encadenamientos productivos con la economía doméstica, lo que implicaría la formación de enclaves modernos y de alta productividad pero que no pueden ser motor del desarrollo. En segundo lugar, ascender implica entrar en competencia directa con las empresas más productivas y avanzadas del planeta. En su última etapa, implica disputarle su posición a las grandes EMNs que controlan los mercados a nivel mundial. Este proceso, pues, dista de ser automático y, de hecho, existen muy pocos casos exitosos, pues implican enfrentar barreras de tipo económico, tecnológico y legal, siendo los Derechos de Propiedad Intelectual uno de los más importantes (Lee, 2020).
Conclusión
Una forma de aproximarnos a la comprensión del capitalismo neoliberal es entenderlo como el desarrollo combinado de las siguientes tres tendencias: la creciente división de las operaciones de producción o “especialización cada vez mayor del producto”. la centralización del capital y mundialización del capital. El resultado es un patrón de producción y acumulación global caracterizado por la fragmentación de las etapas de producción y su distribución en el mundo, pero siendo estos procesos controlados y administrados por los grandes oligopolios con sede en el Norte Global, que derivan su poder de sus ventajas tecnológicas y logísticas, así como de una forma de regulación internacional que favorece su libre operación en el mundo: una combinación de liberalización comercial y financiera con una muy fuerte protección a los Derechos de Propiedad Intelectual.
Esto ha alterado la división internacional del trabajo, la naturaleza de la industria y, por lo tanto, las estrategias y perspectivas de desarrollo económico en la periferia. Por un lado, actividades de producción manufacturera que antes estaban reservadas para los países ricos hoy se desplazan a los países pobres buscando recortar al máximo los costos de producción, mientras que las actividades de I+D, marketing, retail y la manufactura de bienes de alta tecnología sigue estando reservada para el Norte Global, lo que les permite apropiarse de la mayor parte del valor. La consecuencia es que la producción industrial se ha transformado: ahora requiere, en mayor medida la adquisición de insumos y tecnología producidas en otras partes del mundo. La implicación es que estrategias clásicas como la Sustitución de Importaciones o la Promoción de Exportaciones se vuelven mucho más complicadas. Sin embargo, la estrategia de ascender en las CGV a través de la Industrialización por Especialización Vertical (IEV) presenta serias dificultades, incrustadas en la naturaleza jerárquica y desigual de las CGV, lo que hace que la tendencia sea hacia la creciente polarización al interior y entre las naciones, y no hacia la convergencia, como apuntan los propagandistas de la globalización
La comprensión de estas transformaciones es fundamental para pensar en estrategias y tácticas de desarrollo en el futuro inmediato. ¿Cómo desarrollar un aparato productivo moderno, articulado y autocéntrico cuando la división técnica del trabajo a escala global y el control que sobre ella ejercen los oligopolios del Norte Global alcanza las dimensiones actuales? La respuesta a esta pregunta es clave para cualquier movimiento del Sur Global que se proponga una transformación radical de su sociedad.
Referencias
-Amin, S. (1974). Accumulation on a world scale. Monthly Review Press.
-Antràs, P. (2020). Conceptual aspects of global value chains. The World Bank Economic Review, 34(3), 551-574.
-Baldwin, R. (2013). Trade and industrialization after globalization's second unbundling: How building and joining a supply chain are different and why it matters. In Globalization in an age of crisis: Multilateral economic cooperation in the twenty-first century (pp. 165-212). University of Chicago Press.
-Durand, C., & Milberg, W. (2020). Intellectual monopoly in global value chains. Review of International Political Economy, 27(2), 404-429.
-Lenin, V. I. (1972). El desarrollo del capitalismo en Rusia: el proceso de formación del mercado interior para la gran industria (No. 338.094723 L4y). Nacional Quimantu
-Lee, K (2020). The Art of Economic Catch-Up, 3.5 Detour Three: More, Less, and More GVC Again
-Marx, K. (1976). El Capital. Crítica de la economía política. Libro segundo: el proceso de circulación del capital. Editorial Siglo XXi.
-Milberg, W., & Winkler, D. (2013). Outsourcing economics: global value chains in capitalist development. Cambridge University Press.
-Carballa Smichowski, B., Durand, C., & Knauss, S. (2021). Participation in global value chains and varieties of development patterns. Cambridge Journal of Economics, 45(2), 271-294
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