Es bien sabido que en los inicios de la comunidad primitiva, el trabajo colectivo garantizaba la supervivencia y el desarrollo de quienes conformaban la comunidad; el trabajo que se realizaba tenía como fin último cubrir las necesidades de todos, puesto que todos trabajaban para ese mismo propósito.
Sin embargo, con el paso del tiempo, apareció la propiedad privada, generadora de la plusvalía que obligó al mundo a dividirse en dos clases antagónicas, las mismas que existen hasta ahora; el rico y el pobre, o como muchos decimos en el sistema que nos rige actualmente, el que paga y manda y el que obedece, trabaja.
Esta nueva sociedad, cuyo modelo económico más acabado y actual es el capitalismo, se caracteriza porque, por un lado, se encuentra la clase burguesa (los ricos), que son quienes tienen el control de los medios de producción, y con ello de las ganancias que obtienen de cada mercancía que sale al mercado; y, por otro lado, la clase obrera (los pobres) quienes lo único que tienen para ofrecer es su fuerza de trabajo, misma que es, además, mal pagada; este fenómeno fue descrito y analizado por Carlos Marx en su obra cumbre “El Capital”.
Menciono esto porque, aunque a muchos se les pudiera hacer creer que las cosas en México y el mundo marchan bien, lo cierto es que van de mal en peor. La obra escrita por Marx, publicada en 1867, hoy, 155 años después, tiene la misma o más vigencia que antes; pues a pesar de haberse ganado la jornada de 8 horas, entre 1917 y 1919, hoy por hoy, el mexicano trabaja, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), entre 9 y 11.2 horas diarias.
Los datos a nivel mundial y por año registrados por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) nos muestran un cuadro todavía más impactante. Las horas de trabajo en promedio al año, marcadas por esta organización, son mil 687, pero México se ubica como el país donde más horas se laboran al año (2 mil 124), por encima de países como Costa Rica (mil 913), Corea del Sur (mil 908), e incluso Chile (mil 825).
Con estos datos en mente, uno pudiera pensar que, si los mexicanos trabajamos más horas que todos los demás en el mundo, la remuneración por ese trabajo sería también superior al de todos, pero ¡oh, sorpresa!, eso no es así, pues nos ubicamos en lugar número 35 de los 38 países que conforman la OCDE, siendo así el país donde la fuerza de trabajo es casi la peor pagada. Esta misma organización tiene como promedio de salario mínimo anual 15 mil 180 dólares (298 mil 560 pesos, aproximadamente), pero los trabajadores mexicanos ganan en promedio al año mil 982 dólares (38 mil 985 pesos), es decir, 259 mil 575 pesos menos.
Sin embargo, eso no es todo; pues el mexicano no solo es quien más trabaja y menos gana, sino que somos la economía número 15, a nivel mundial; esto significa que somos de los países que más ingresos generan por la venta de bienes y servicios, lo que se ve reflejado en el Producto Interno Bruto (PIB); desafortunadamente, el trabajador no puede disfrutar de lo que él mismo produce, la gran mayoría de las veces en condiciones paupérrimas como las anteriormente analizadas.
Pero vayamos más a fondo. Dentro de los productos agrícolas, que son producidos y exportados a nivel mundial, México ocupa varios de los primeros lugares; según datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), nos situamos en primer lugar en la exportación de aguacate (1 millón 219 mil 700 toneladas), jitomate (1.4 millones de toneladas), chiles y pimientos (920 mil toneladas) y pepino (677 mil toneladas); el segundo lugar en limón (619 mil toneladas); y el tercer lugar en fresa (89 mil 565 de toneladas) y frambuesa (56 mil toneladas).
Toda esta producción es generada, de principio a fin, por las manos trabajadoras de los mexicanos; lamentablemente no son ellos los que reciben el pago justo por su trabajo; muy al contrario, a pesar de ser ellos quienes trabajan, por ejemplo, en las huertas de aguacate, deben salir al mercado y ver si su salario, frente al incremento de la inflación en la canasta básica les alcanza para adquirirla, pues ahora este producto ha llegado a alcanzar los 102.50 pesos por kilo, un incremento en su precio del 69 por ciento respecto al mes pasado, pero no solo pasa eso con el aguacate: el limón alcanzó los 72.80 pesos, registrando un alza en su precio del 47.3 por ciento.
Así que al pueblo, lejos de darle parte de las riquezas que él mismo genera, lo dejan al margen, dándole a veces solo lo indispensable para recuperar las fuerzas necesarias para regresar al día siguiente a seguir siendo explotado y a agrandar las riquezas de los magnates del capitalismo, que a la fecha siguen llenando sus bolsillos y haciéndose cada vez más ricos. Pero esa riqueza, no lo olvidemos, es generada por el pueblo trabajador, aquel que además de trabajar en condiciones paupérrimas no puede disfrutar de ella.
Urge pues, un modelo diferente que logre cerrar la brecha cada vez más profunda entre ricos y pobres, pues tan solo en el último año, según datos publicados por el medio El País, se dio a conocer que la riqueza de los 20 hombres más ricos del mundo creció en un 30 por ciento, aumentando su patrimonio conjunto en 500 mil millones de dólares, mientras que, por otro lado, la pobreza no solo no disminuye, sino que se hace cada vez mayor, aumentó: la ONU declaró que más de 120 millones de personas vivirán en pobreza, mientras que entre 75 y 95 millones más en pobreza extrema.
Ante esta situación, no nos queda más que, el pueblo trabajador, que entrega su vida a trabajar sin obtener el pago y las condiciones suficientes y merecidas, debe levantarse, exigir y luchar para que cambie el mundo tan desigual en el que vivimos. No tenemos otra salida: es ya hora de un mundo mejor para todos.
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