Todo indica que el sumergible Titán, de la compañía OceanGate, se destruyó el 18 de junio en algún lugar de las profundidades marinas frente a la isla de Terranova, en Canadá, llevaba en su interior a cinco destacados miembros de la burguesía, por no haber respetado las normas internacionales para sumergibles y submarinos. Debido a que Titán operaba en aguas internacionales y no transportaba pasajeros desde un puerto, no estaba sujeto a las normas de seguridad de ningún país ni de nadie.
El buque sumergible no fue certificado como navegable por ninguna agencia reguladora u organización de terceros, según se lee en www.insider.com del 21 de junio del presente, así que, libre de toda traba ("laissez faire, laissez passer"), la compañía OceanGate ofrecía sus viajes turísticos a los ricos del mundo para ver de cerca cosas excepcionales en el fondo del mar, como el barco hundido Titanic: el costo del pasaje era de un cuarto de millón de dólares (mdd) por persona, por 10 horas de inmersión, aproximadamente. OceanGate realizó seis inmersiones al Titanic en 2021 y siete en 2022, que le produjeron un ingreso bruto de 9.75 mdd y como resultado recibió varias denuncias de sus pasajeros que indican graves problemas técnicos que se habían presentado durante sus viajes al fondo del mar.
Fueron muchas las voces razonables que se escucharon para prevenir el desastre, que aplaudían la innovación y el espíritu empresarial, pero que lamentaban las evidentes improvisaciones, ampliamente señaladas en la prensa. Sin embargo, a la hora de definir y embolsar la ganancia, el capital sólo tiene oídos para el tintineo del dinero, desestima la razón y la ciencia si no generan plusvalía y no hubo quién le cortara las uñas al propietario de OceanGate.
Es una lamentable tragedia y nadie debió morir, pero sucedió y es inevitable que genere algunas reflexiones por nuestro bien.
La cobertura que le dieron los medios imperialistas, por supuesto fue excesiva, de miles y miles de notas y horas de transmisión, mientras que no le dedicaron tantas horas de transmisión a asuntos muy importantes y que requieren de un seguimiento serio, como los constantes hundimientos de barcos de migrantes en el mar Mediterráneo o los migrantes muertos en México, solo por referirnos a otro tipo de viajeros o los crímenes imperialistas al agredir a las nuevas repúblicas rusas. Hay una evidente desigualdad mediática que, como siempre, daña a los más humildes. El caso del Titán también ha sido inteligentemente usado para desviar la atención del mundo de la agresión contra Rusia, del fracaso de la ofensiva de la OTAN en territorio ucraniano, de los acuerdos multimillonarios de los congresos de los países imperialistas para destinar más recursos y armas a los títeres nazis ucranianos. La implosión del sumergible le vino bien a los demagogos asesinos del mundo y le están sacando provecho admirablemente.
Pero también es bueno recordar en este caso del sumergible que hay una tendencia del capitalismo mundial a romper todos los compromisos que hizo con las clases sociales oprimidas de antaño para evitar que se revelarán en su contra. Esos compromisos, hechos desde los años 1930 en adelante, incluyeron programas sociales y estrategias, protegidas con leyes por todo el mundo capitalista, para el desarrollo y bienestar mínimo de ciertos sectores clave de las clases trabajadoras. Como consecuencia del pensamiento neoliberal a partir de los años 80 del siglo pasado se vino la era de la ruptura de esas leyes, la violación impune de las mismas, el desprecio a su propio sistema legal con tal de obtener ganancias a como dé lugar y el surgimiento de sectores burgueses totalmente impermeables a cualquier legalidad, normativa o compromiso social.
En esta tendencia se inscribe el desprecio de OceanGate a toda norma de seguridad, que le fue señalada inútilmente por otros miembros de su propia clase social, como el afamado cineasta James Cameron, director de cintas como Avatar, Aliens, Terminator, etc., y único hombre que se ha sumergido en solitario en un vehículo sumergible hasta llegar al punto más profundo de todos los mares: la fosa de las Marianas, a más de 11 kilómetros de profundidad bajo la superficie del océano.
Pensó la banda de facinerosos y ladrones del mundo, encabezada por Estados Unidos, que con la caída de la URSS en 1991 gozaría de todas las libertades absolutas para dominar el mundo, pero se equivocó: China y Rusia se transformaron en 30 años en formidables competidores económicos, además de contar con poderosísimos ejércitos y armamentos ultramodernos, cuya efectividad queda manifiesta hoy en las decenas de tanques de guerra alemanes, británicos, gringos, etc., destruidos, que cubren los campos de las provincias rusas del Donbass, Zaporizhzhia y Jersón. Y ahora que han surgido nuevos competidores económicos, el imperialismo está desesperado porque con todo el poder que tiene, cada vez le es más difícil obtener ganancias del modo en que produce las mercancías que vende o quiere vender, y sus propios trabajadores, cada vez más empobrecidos, no las compran. La manera capitalista de producir, por la acción de leyes económicas objetivas que no están determinadas por la mente de ningún ser humano, genera riquezas sin par en la historia, pero también genera ejércitos de pobres como jamás hubo. Esta realidad refuerza la loca tendencia de los millonarios del mundo a obtener el máximo de ganancia pronto, antes que los otros lo hagan, aunque con ello arriesguen el futuro de la humanidad, aunque con ello arriesguen la vida de los trabajadores, de sus soldados o incluso, las de sus propios camaradas de clase, como las de los millonarios que iban dentro del Titán.
Estamos ya en una era en que el capitalismo ya no puede hacerse cargo de sus propios progresos, o lo que en otros tiempos fueron progresos, como por ejemplo las normas que permiten una convivencia mínimamente racional y civilizada entre los hombres de las diferentes clases y entre los miembros de su propia clase burguesa.
Otro ejemplo son las 34 normas oficiales mexicanas (NOMs) en materia de salud que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador recientemente propone cancelar; y son muchas más las instituciones con sus reglamentos los que ha destruido Morena. Los más importantes avances para la humanidad que el capitalismo creó, ya no pueden existir con él, en él, ya le son ajenos, los ha negado. Esa clase social burguesa, imperialista o no, ya está viejita y degenerada, anda chocheando, ya no le sirve al mundo, ni a México, su ambición de poder y control mundial da espectáculos denigrantes como destruir la opinión científica plasmada en las NOMs o el fracaso del Titán.
Nuestra patria requiere una nueva política y una nueva clase política que la gobierne, es decir, individuos políticos de diferente tipo, comprometidos a fondo con las clases trabajadoras, no los demagogos ambiciosos que hoy nos gobiernan: y esa nueva clase política, por lo menos en gran parte, se encuentra en las filas antorchistas, de eso no debemos tener duda; hay que seguir preparándonos para llegar a gobernar un día los destinos de los humildes y hacer realidad nuestra nueva política, nuestro proyecto de nación.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario