El coronavirus ha cumplido un año atormentándonos a todos. El sector económico y el sector salud han sido golpeados fuertemente, y derivado de eso, otros sectores importantes han recibido un daño colateral impresionante, por ejemplo el sector educativo. Podemos saber con precisión cuántos muertos ha ocasionado, y qué porcentaje de decrecimiento económico ha ocasionado, pero aún no sabemos con exactitud cuáles son los daños en la educación, no conocemos el verdadero daño a los alumnos, porque creo que ni siquiera hubo una planeación efectiva de los alcances de la educación en tiempos de pandemia, como para ahora evaluar el resultado.
Al iniciar con el programa “Aprende en casa”, que también está por cumplir un año, manifestaba yo mi descontento, al argumentar que no se estaba considerando que el 50% de la población aproximadamente, no tenía condiciones para llevar a cabo esa modalidad, y pese a eso estableció como estrategia nacional. Otra cosa que denuncié en su momento, fue la falta de una evaluación del programa; es decir, la falta de un instrumento o estrategia oportuna que nos permitiera determinar su funcionalidad, los logros obtenidos, lo que serviría para rediseñar el programa, si así hiciera falta; pero sin más ni más, se dio continuidad con la estrategia. Así hasta el día de hoy.
Trabajar desde casa ha sido complejo. Los padres de familia no están preparados para ser profesores de sus hijos, por dos razones: 1) han tenido que continuar con sus tareas cotidianas como trabajar, atender tareas propias de hogar etc., 2) porque en casa no se tienen las condiciones de un aula, y aunado a eso muchos padres no cuentan con la preparación académica suficiente para brindar apoyo en las tareas escolares, ya que la mayoría de las actividades, requieren de una explicación para el entendimiento del tema.
Los niños, adolescentes y jóvenes por su parte, han tenido que lidiar con el tedio del encierro, de hacer sus tareas solitos debido a las ocupaciones de los padres y a la lejanía de sus maestros. Han recurrido a la tecnología en todas sus formas y aplicaciones para resolver sus dudas y cumplir con su “obligación”. Pero esto ha sido contraproducente pues al mismo tiempo han desarrollado afición por los dispositivos electrónicos y en el peor de los casos, adicción por los videojuegos, que por cierto, la OMS en 2019 ya había declarado como enfermedad.
Por tales razones el regreso a las aulas es necesario y urgente. Sí. Pero con una organización bien definida, planeada y organizada, cuidando no los protocolos, sino la salud de todos los que se dan cita en las escuelas. Por ejemplo, creo que se debe trabajar en una estrategia para enfrentar el rezago educativo por la pandemia en todos los niveles escolares, que debe prepararse al equipo de atención directa a los estudiantes, todo el personal docente, pues los niños, adolescentes y jóvenes que dejamos de ver desde hace un año, definitivamente no serán los mismos, tendremos que estar preparados para enfrentar las consecuencias del encierro, lidiar con la “individualidad”, con el ensimismamiento, con la frustración y la depresión, por citar algunas conductas que ya se ven en nuestros estudiantes actualmente.
Las condiciones para educar han dado un paso agigantado de acercamiento a las tecnologías, es evidente que ya no podremos descartar en una clase el uso de la misma, ¿estarán pensando en eso nuestras autoridades?, no podemos regresar a lo de antes, porque repito, nuestros estudiantes ya no son los mismos, han cambiado, y requerimos cambiar con ellos, cambiar nuestras formas de enseñar y de aprender, pero son necesarias las condiciones en las escuelas, pero sin ser pesimista, lo veo difícil.
Por otro lado, para el regreso a las aulas es indispensable proteger a todos del contagio por covid-19. El Estado debe garantizar la vacunación del personal de la institución educativa, y de todos los estudiantes. Porque aunque mucho se ha dicho que los niños y adolescentes son resistentes al virus, al día de hoy hay 6 mil 595 casos de menores de edad contagiados de covid-19, de acuerdo a datos proporcionados por la Secretaría de Salud. Se ha dicho también que de los niños que se han contagiado, el 85% presenta síntomas leves, y el resto ha tenido complicaciones por comorbilidades como: obesidad, asma, síndrome de Down entre otras. Y no podemos olvidar en este punto, que México ocupa el primer lugar en obesidad infantil, y según la encuesta ENSUT, 2018, el 14.6 por ciento de la población de 12 a 19 años de edad padece sobrepeso y obesidad, y sorprende que Colima es uno de los cinco estados con alto porcentaje, se habla de un 24.9 por ciento, muy arriba de la media nacional (ensanut.insp.mx). Éste es el rango de edad en donde se encuentran los estudiantes del nivel medio superior, por lo que digo que se deben asegurar las vacunas para ellos, de la misma manera que al personal docente y administrativo.
Pero en México al 11 de Marzo se habían aplicado 5,459,014 que representa al 2.1% de la población y solo el 0.5% tiene el esquema de vacunación completo. Se ha dicho que entre abril y Junio se esperan más dosis 12.1 millones que provienen de China de la farmacéutica Sinopharm, y 10 millones de Sinovac; con lo que se estarían vacunando a 11 millones de personas (elceo.com).
Si el gobierno encabezado por Morena mantiene el ritmo actual de vacunación contra la covid-19 y tomando en cuenta que somos 126 millones de mexicanos, tardaría 8 años y nueve meses en vacunar a toda la población. Si esto fuera así, entonces el regreso a clases no ve muy lejano. ¿Qué pasara entonces con la educación? ¿Cómo resolverá el Gobierno este nuevo problema? Por fin pondrá en practicar su lema de primero los pobres, o seguirá dando muestras de incongruencia total?
El regreso a clases nunca creo fue tan anhelado por alumnos, padres y docentes; pero no podemos permitir que se proceda con ligereza ante un problema tan grande como la pandemia, los estudiantes y docentes merecemos se nos garantice nuestra salud, en primer lugar, por lo demás ya dije lo que pienso.
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