El incremento en los precios de bienes y servicios afecta en mayor medida a los hogares con menos ingresos; esto se explica porque estas familias con menores recursos dedican una mayor proporción del gasto a la compra de productos básicos principalmente alimentos y bebidas, por lo que se ven en la necesidad de reducir sus gastos en salud y educación.
La afectación del poder adquisitivo de los hogares más pobres se refleja en adquirir productos baratos, pero de baja calidad, así como reducir el consumo de frutas, carnes, huevo, leche y sus derivados, lo que a la larga repercute en la salud.
El más mínimo aumento en los precios de la canasta básica provoca daños irreparables en los miembros más jóvenes de las familias, pues más de 3 millones de niños y jóvenes no se han reintegrado a las aulas escolares, ya que muchos de ellos tienen que apoyar a sus padres para completar el gasto familiar.
La falta de servicios de salud de calidad es cada vez más evidente. No hay medicamentos, equipo médico y personal en hospitales y centros de salud, obligando a que la población recurra a los servicios privados que deterioran más el gasto familiar y en muchos casos se recurre a remedios caseros.
Aunque el gobierno de la 4T presume de que ha disminuido la pobreza por ingresos, lo cierto es que no se refleja en una mejor calidad de vida, pues el aumento de los productos básicos anula cualquier incremento económico de los más desprotegidos.
Aunque el gobierno de la 4T presume de que ha disminuido la pobreza por ingresos, lo cierto es que no se refleja en una mejor calidad de vida, pues el aumento de los productos básicos anula cualquier incremento económico de los más desprotegidos.
Una de las recomendaciones es que se apoye a los campesinos, productores de alimentos con agresivos programas en insumos agropecuarios, maquinaria agrícola y apoyo con proyectos.
Pero lo más significativo es la declaración de Mario Cimoli, secretario ejecutivo interino de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), quien dijo que el organismo siempre ha afirmado que el crecimiento económico de América Latina, principalmente, debe ser un cambio estructural, un cambio en la producción, el empleo, en aumentar la masa de trabajo. “Los cambios estructurales con políticas industriales, económicas, sociales deben darse en la región, de lo contrario no se puede crecer sin un cambio”, ha manifestado. Pero la política de López Obrador es todo lo contrario.
El pueblo de México sigue esperando el cambio prometido, pero sabemos que no llegará, porque no basta ir a las urnas a votar por los candidatos que “nos venden” los partidos políticos, la realidad nos demuestra que no existe mucha diferencia entre unos y otros. Los diversos grupos de la clase dominante son los que lanzan a los candidatos, ese es el verdadero fondo de la “lucha democrática” mexicana.
Pero, poco a poco el pueblo trabajador se está dando cuenta que, para conseguir el progreso y el bienestar de las mayorías, debe dar la lucha por mejores salarios, trabajo para todos, vivienda, salud, por servicios básicos, por su derecho al descanso, para que ahora sí, pueda aspirar a una vida digna para el trabajador y su familia.
Si el gobierno se niega a cambiar el modelo económico para dirigirlo a resolver las necesidades más apremiantes de las mayorías, entonces vendrá el momento en que el pueblo se decida a tomar en sus manos el destino de México y construir una nación más justa y próspera para todos los trabajadores
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