Hoy no escribo.Con mínimos cambios, público el escrito que una buena amiga y compañera me pidió publicar, con una petición: que aclare que no es de mi autoría y no mencione su nombre.Va el relato, titulado como dice en el título.
Era un mar de azul cristalino, habitado por peces cobrizos, gallardos, creativos; grandes arquitectos de hermosas ciudades llenas de esplendor; de templos de blancos corales, con amarre de arenas de playa y helechos marinos, casas de sus dioses, templos del saber y del pensamiento y del buen gobierno; sabios que en los astros los tiempos leían; y que de las plantas del mar extraían esencias de olores, sabor, sanidad. Conocían los cielos de su mundo marino y en duro basalto del ígneo volcán, sus astros labraron, el paso del tiempo pasado y futuro; ardientes pasiones del sol y la luna; y en sus pergaminos, grabaron su origen, su cosmogonía.
En aciago día, de un ignoto mar, tiburones, lagartos y peces barbados llegaron.Los peces cobrizos, creyendo primero que el dios Quetzalcóatl revivificaba, les abrieron de su mar las puertas; su ciudad marina al engaño abrió de estampas y cruces de dioses ajenos; a la peste negra que no conocían.Con escamas llagadas y negras cayendo a pedazos, fenecieron los peces cobrizos.También a la guerra sus aguas abrieron y a su muerte en filosos metales y bocas de tubos de fuego.Y a pesar de su heroica defensa, sucumbieron mirando sus templos, sus dioses, sus ciudades, en cenizas caer.Siguieron tres siglos de esclavos, con cruces de infamia marcada en su espalda, con su vida muerta en parcelas y minas marinas, con los ojos muertos por la obscuridad, viviendo su muerte con resignación y con la esperanza de una vida eterna después de morir; alzando lamentos, mirada y aletas, en plegaria triste a sus viejos dioses o a dioses ajenos de un ya extraño cielo de un ajeno mar.
Pero en lo profundo de su corazón, jamás olvidaron, ¡ay!, de sus albores la grandiosidad, sus soles, sus lunas, ni su libertad.Cuando criollos hijos de peces barbados, y peces mestizos y cobrizos peces hicieron llamado, bajo un estandarte de estampa sagrada, de luchar unidos por la libertad, por un "primer mar", por la ¡independencia!, con el lema ¡mueran tiburones, lagartos barbados, peces-gachupines!, ¡muera esclavitud!, sus ojos brillaron de esperanza nueva, raudos eligieron no morir viviendo su infame vivir y morir luchando por mejor vivir.Y peleando los peces cobrizos, criollos y mestizos contra agudo metal y bocas de fuego, con su vida lograron triunfar.Otro medio siglo sin su patria-mar; esperanza nueva y una nueva lid.Peces "liberales" lanzan el llamado: Urge una Reforma; >>construyamos juntos un "segundo mar", marina república justa y fraternal<<, donde nos gobierne algún pez "liberal". Entre el mar primero y el segundo mar, un siglo de vida pez-pueblo, creando la riqueza y muriendo en las minas, vías férreas, haciendas marinas, esclavos primero, peones de casilla con la "libertad"; los peces cobrizos, altivos, rebeldes, norteños pez-yaquis norteños y los pez-Mayab, mueren como esclavos, donde el "liberal" tiburón tirano, reelecto treinta años, al cerrar un siglo de esperanza muerta, los mandó a morir.
Un tercer intento de cambiar el mar.¡La Revolución! ¡El mar para el pueblo! ¡Plena democracia!, silbó la consigna que esparcieron raudas, las ondas del mar.Los peces cobrizos del sureño mar, los gallardos peces-sombrero norteños y los peces-casco, fueron a luchar.De nuevo triunfaron y enseñanza, leyes, sanidad y algotros derechos de vida, lograron filtrar en la Carta Magna de la libertad.
Un siglo ha pasado.Peces tiburón color tricolor de una oligarquía gobiernan el mar.Es más sucio el mar.Las minas, las tierras, fábricas marinas, trabajan los peces dejando su fuerza, dejando su vida, haciendo riquezas grandiosas sin par, para tiburones y para lagartos de este mar océano y del mar del norte, impostor de un régimen neoliberal.
En ese cardumen-gobierno color tricolor, creció un gran lagarto, con puesto de guía del banco sureste, disfrutó gustoso de puestos, medallas y solía exhibir su complicidad con negros escualos, con lagartos negros de fangosas aguas del fondo del mar, fraguando artilugios de codicia obsesa del mar gobernar.Tal como lo ordena su ser natural, siempre ha practicado el mimético arte de engaño animal, el voraz mordisco de instinto felón y a rotar la víctima en giro mortal; deslealtad le dio su negra experiencia; a engaitar incautos dotó su ambición.
Por esa ambición, se quitó el lagarto el color tricolor, cuando de escalera ya no le sirvió.Formó el amarillo, y con el cardumen que lo acompañó, de amarillo a todos, ahora disfrazó.Del cardumen ámbar, jefe se nombró, lo que no importó para que, ladino, lo desintegrara, para ir a formar cardumen marrón, siempre ambicionando gobernar el mar.
Y lanzó el llamado: ¡Apoyen! y ¡Voten! y formemos, ahora un augusto y feliz "cuarto mar".Soy el pez de moral impoluta; soy el rayo de luz, esperanza y amor.Prometió que al voraz neoliberalismo, tiburones, lagartos del gobierno y de la economía, de la cara del mar borraría; que valiente, del lagarto trompudo, gobernante de la mar del norte, odioso de peces de todos los mares del sur, en llegando pondría en su lugar; que los peces dueños de móvil marino, combustible barato tendrían; que los hospitales con sus peces blancos, serían superiores a los de excelencia de mares del mundo; que todos los peces tendrían bienestar, alimento y sus hijos tendrían enseñanza de primer nivel; que los besos, abrazos, la paz y el amor reinarían.Las antenas de obscuras pirañas y los peces obscuros dueños de las lajas de imagen del mar, por sus ondas la imagen de un torpe, aunque astuto lagarto, elevaron a nuevo mecías, a científico amoroso y sabio de nuevas teorías.Y en los peces resurgió la esperanza, aletearon sus rudas aletas en aplausos mil; en las urnas hicieron gobierno, a un lagarto viejo, en edad y en mañas, rey del mimetismo y experto taimado.
Su discurso de engaño siguió: sonreían tiburones, lagartos del empresariado y del gobierno de antes, neoliberal, integrados en su gabinete, contando ganancias de obscuros negocios; "buen muchacho", decía el pez del norte, que veía proteger sus fronteras por peces soldado del patio del sur, concesión obsequiosa e indigna; se quitó los recursos del pueblo; por millares los peces de blanco fueron despedidos, por corruptos dijo-.En fin, que los peces-pueblo más pobres quedaron y desamparados.Peor aun cuando una pandemia, azotó mortal, enturbiando las aguas del mar, sin los peces blancos y sin hospitales.Nada pasa, dijo el gobernante, con estas estampas continuó triunfal,de contagio y muerte salvados están; son San Poseidón y Santa Anfitrite, dioses de los mares y de San Sobek, el dios Cocodrilo, astro entre los dioses.¡Vamos pueblo mío, a la "reconquista de la libertad"! salgan a la calle, vayan al trabajo, que los tiburones y grandes lagartos de la economía neoliberal, producción requieren, plusvalía ganar. Y los peces-pueblo, por decenas de miles morían contagiados y de hambre morían, implorando salud y alimento; los peces de blanco, por miles en sus puestos caían, implorando al gobierno protección en su noble función; la miseria por el desempleo, corroyendo al pueblo corroyendo, avanzaba imparable.
El taimado lagarto no oía, veía ni entendía.Socarrón, del morral de sus mañas arteras, cual el pez Moisés, bíblico decálogo al pueblo mostró, sermón incluido: pueblo sabio y bueno de peces del mar, si el mal abandona, si se portan bien, si se quieren mucho, serán salvos de todos los males y de esta pandemia; del dinero todo que en su bolsa abunda, no gasten de más; de sus mesas llenas y las alacenas, coman poco y mal, porque el consumismo y la mala moral, a todo este pueblo dará enfermedad.¡Gran mensaje científico al mundo! ¡Una gran lección!, esparcieron antenas de obscuras pirañas del fondo del mar.Solo algunos peces con tarjetas, limosna electoral del "cuarto mar", sus aletas sonaron.El resto pez-pueblo no quiso aplaudir, por falta de fuerza y de voluntad, porque el pueblo y los hijos del pueblo se estaba muriendo de contagio, de hambre; de asesino abandono de aquel "cuarto mar", protector de sus amos: tiburones, lagartos del gran capital neoliberal del océano norte y del mar nacional.
Y en las ondas del mar, el pez-pueblo escuchó más atento y alerta, el rumor y el canto sonoro, creciente, de un cardumen de peces de rojo llameante, bioluminiscentes, que así le cantaban: no es la mar del pueblo; del pueblo será, cuando los cobrizos, mestizos, los peces-sombrero, los peces de blanco, los peces-casco, distingan lagartos con piel de delfín, de peces del pueblo y, en unión fraterna conquisten su mar, gobiernen sus aguas, y con equidad los bienes repartan, fruto de su esfuerzo, justicia social.
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