No es una novedad para todos que Miguel Barbosa Huerta resultó ser un mal gobernador, pues desde que fue electo, en 2019, no ha resuelto los problemas en el estado de Puebla. Es más, los ha agravado.
Barbosa Lleva en el poder aproximadamente 33 meses y los ciudadanos no perciben resultados positivos. Si así fuera, a estas alturas se debiera de notar algún cambio positivo en la entidad, pero no es el caso, le queda un año y medio para terminar su mandato y lograrlo, pero esto no ha ocurrido ni ocurrirá, no solo porque el tiempo juega en su contra, sino que desde el principio no fue una prioridad para él.
Cuando fue candidato a la gubernatura de Puebla, por primera vez en las elecciones de 2018, tuvo el encargo de quitarle a Moreno Valle el control político del estado, lo cual no ocurrió, pues perdió contra Martha Érika Alonso. Después del trágico accidente aéreo de diciembre del mismo año, volvió a competir en 2019 ahora sin la presencia de la influencia de quienes encabezaban el poder en aquel entonces. Tuvo tiempo de realizar las alianzas necesarias con los panistas inconformes y demás políticos contra el morenovallismo.
Ya en las elecciones extraordinarias compitió con dos adversarios: Francisco Alberto Jiménez Merino (PRI) y Enrique Cárdenas Sánchez (PAN), con este último ya tenía historia en 2017, pues fue su adversario directo para contender como candidato morenista a la gubernatura de 2018. Los resultados del proceso electoral extraordinario 2019 le favorecieron a Barbosa, quien obtuvo el 44.8 por ciento de los votos, 10.7 por ciento más de lo obtenido en 2018.
Ya como gobernador le tocó ser evaluado. En enero de 2020 y hasta la fecha, Consulta Mitofsky ha estado realizando para El Economista el ranking “Gobernadores y gobernadoras de México”, en donde Miguel Barbosa obtuvo una aprobación del 37.7 por ciento, en los primeros días de su mandato; en enero de 2021 obtuvo 35.7 por ciento, ocupando el antepenúltimo lugar; en enero de 2022 obtuvo 44.6 por ciento, ocupando el número 26 y en el pasado mes de mayo ocupó el penúltimo lugar con una aprobación del 40 por ciento, y va en descenso.
No es casualidad la baja aprobación de Barbosa; son múltiples fracasos en su gestión, notorios para todos en el estado, pues como mencioné antes no es su prioridad desarrollar el estado, ayudar a los más vulnerables ni mucho menos sacarlos de la pobreza en la que viven.
Para los que han escuchado la demagogia de primero los pobres y para los que no, cabe preguntarse, ¿hay algún desarrollo en los municipios, localidades y colonias? ¿Se han construido nuevas obras públicas de impacto que beneficien a la población? ¿La inseguridad va en descenso? ¿Nos alcanza con lo que ganamos? ¿Tenemos empleos bien remunerados? ¿Tenemos acceso a médicos y medicinas gratuitos? ¿Se acabó la corrupción en el estado? ¿Existen recursos para el mantenimiento de obra pública de administraciones anteriores? ¿Obtuvo usted algún apoyo durante la pandemia? Si la respuesta es un “no”, entonces sabemos por qué el gobernador se mantiene en esos lugares. Es necesario decirlo, su aprobación debiera de ser más baja, pero por qué no lo es, sencillamente porque tiene sujeto a los medios de comunicación, los cuales no realizan su labor de comunicar todos los desastres, ya sea por acción u omisión del gobernador.
Sabiendo todo esto, cabe la pregunta, ¿en qué gasta el mandatario su tiempo y recursos del estado, si no es en favor del desarrollo integral de Puebla? La respuesta es sencilla, en atacar a sus adversarios políticos y obstaculizar su camino para su crecimiento; controlar las instituciones públicas y órganos de gobierno; involucrarse en el pleito legal de la herencia del millonario William O. Jenkins, en tratar de atacar a los miembros de su propia casa que están en desacuerdo en su gestión, ¿Usted qué calificación le daría y por qué?
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