En todo nuestro país la pobreza viene creciendo cada día y desde hace varios años; la marginación, su hermana gemela no se no se reduce, sino por el contrario. Se deterioran de los pocos servicios que las comunidades han logrado obtener o de plano se destruyen por la falta de mantenimiento o desastres naturales, muchas veces viéndose aisladas las comunidades, a la marginación se suman otras lacras como el analfabetismo, la carencia de servicios de salud, la incultura, la falta de oportunidades de superación académica y económica, entre otras que cada día se agravan más, todo esto a pesar de que se hizo creer a una buena parte de gente del país que con el cambio de gobierno en 2018 y el supuesto “nuevo” régimen de la 4ª transformación, según decían, atenderían ahora sí a los más pobres y con la “abolición de neoliberalismo” transformar al país en su contrario, pero contra lo que muchos pensaron en su momento las cosas no siguieron igual, cambiaron, pero para mal, se empeoraron las lacras que ya veníamos padeciendo y los pobres lo seguimos siendo, tanto o más que en los gobiernos anteriores.
En 2018 en Chiapas, de sus 5 millones 463 mil habitantes, la pobreza alcanzaba a 4 millones 174 mil 600 (76.4 % de la población), y sólo 329 mil 300 persona (6%) no es pobre ni vulnerable, una desigualdad abismal. El Informe de Pobreza y Evaluación 2020 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que considera en “pobreza a la población con al menos una carencia social y un ingreso inferior a al valor de la línea de pobreza por ingresos, referente al valor total de la canasta alimentaria y de la canasta no alimentaria por persona al mes”, dicho parámetro contempla los bienes y servicios que requiere una persona para satisfacer sus necesidades básicas, y que aun haciendo uso de todo su ingreso no logra adquirirlos. Para su cálculo se toman en cuenta seis indicadores: rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a los servicios básicos de la vivienda y acceso a la alimentación. En el periodo que va de los años 2008 a 2018 el porcentaje de la población con ingresos inferiores a la línea de la pobreza por ingresos se incrementó en 558 mil 600 chiapanecos que ya no les alcanzó para adquirir una canasta básica, para obtener dicha canasta se requerían en 2019, 3 mil 001 pesos en la zona urbana y en la zona rural 1 mil 941 pesos, pero en Chipas el ingreso por persona fue apenas de 1 mil 794 pesos, es decir que para una persona que viva en la ciudad le faltaron 1,207 pesos y en el campo 147 pesos, pero si consideramos que en las zonas rurales las familias se componen por lo menos de dos personas y solo una tiene ingresos, les faltarían 2,088 pesos, para adquirir una canasta básica alimentaria y no alimentaria de consumo básico al mes, con lo que no viven sino sobreviven.
La desigualdad y la pobreza son parte integrante del día a día en el Chiapas de hoy, y siguen aumentado, en el 2020 seguimos ocupando el primer lugar a nivel nacional por número de pobres, y quienes conozcan los municipios del estado saben que la situación de las comunidades, los barrios y las colonias populares las carencias y el abandono creciente en el que se encuentran, a eso contribuyó en estos dos años y medios de “trasformación” la cancelación del seguro popular, la desaparición de la Sedesol y la Sagarpa con todos su programas sociales y de apoyo a pequeños productores, la supuesta “lucha contra la corrupción” que negó la atención a grupos organizados y asociaciones civiles, el nulo crecimiento económico con el consiguiente estancamiento en la generación de empleos y, por si hiciera falta algo, la pandemia por la covid-19 que cumple ya dos años (agravada por el peor manejo imaginable por parte de las autoridades de todos los niveles, que nos tiene al país con “3,091,971 contagiados y 248,167 decesos”, forbes.com.mx 14 de agosto); con todas estas circunstancias es claro que las cosas para los pobres y los marginados van de muy mal en peor, como lo confirman las cifras de los organismos encargados de medir estos rubros.
A todas luces hace falta que haya un cambio, pero un cambio verdadero, en donde sea prioridad de los gobiernos, tanto municipales como el estatal, la atención efectiva a las enormes carencias de la mayoría de la población, es decir una desigualdad mayúscula, pues 94 de cada 100 chiapanecos se encuentran dentro de la pobreza y solo el 6 de cada 100 no tienen carencias, como lo muestran las cifras del Coneval, un organismo del propio gobierno. Precisamente, una de las recomendaciones, derivada de estos datos y que se leen el citado informe es: “implementar programas y estrategias que fomenten la productividad de población en situación de pobreza y la redistribución del ingreso”. Esto es precisamente lo planteado con el Movimiento Antorchista, que su plataforma de lucha es precisamente alcanzar una mejor distribución de la riqueza a través de cuatro ejes principales: establecer una estrategia para que toda la población en edad de trabajar cuente con empleos formal, un aumento substancial del salario de tal manera que con éste el trabajador cubra las necesidades propias y de su familia, un incremento en el gasto público en favor de las clases con mayores carencias en el campo y en la ciudad (para el caso de Chiapas ese 94% de la población en pobreza o en estado vulnerable) y una recaudación de impuestos progresiva de acuerdo a los ingresos de cada individuo. Claro que para que eso sea posible tendría que haber un cambio radical el modelo social y político del país.
Sin embargo, esto no parece que se vislumbre siquiera, con los actuales partidos y sus cuadros más destacados y la forma en la que se viene haciendo la política en los últimos años. Acaban de pasar las elecciones y como en el 2018 lo más seguro es que no se modifique la tendencia de la situación en la que viven los pueblos y colonias marginadas y con sus enormes carencias, ya que, como en las anteriores elecciones, los cuadros políticos son los mismos que ya han manejado las presidencias municipales, los congresos estatales o las dependencias del gobierno, es decir que en su gran mayoría son los mismos que han estado al frente del gobierno cuando se estaban generando estos resultados que registra el Coneval en su informe, por lo que, entonces, por más optimismo que se quieran tener los necesitados, tendremos que seguir esperando.
No hay opción para las grandes mayorías trabajadoras, para salir de su situación de marginación, necesidad y desigualdad extremas, ningún político o partido por más que pregone que serán “primero los pobres” o aunque cambien su color de tricolor o azul a otro, los propios afectados nos tenemos que organizar, crear nuestro proyecto de mejora que tome en cuenta las necesidades de ese 94 por ciento de la población que presenta cuando menos una carencia; que tome en cuenta todos los aspectos materiales, las necesidades de cultura y recreación, un medio ambiente sano y sustentable y la colaboración de todos para el buen vivir y sana convivencia de todos. Un buen comienzo puede ser analizar la propuesta y el ejemplo que ha puesto con su trabajo el Movimiento Antorchista a lo largo de sus 47 años de lucha y, en seguida organizarse para luchar por ese cambio que sigue pendiente en México, de no hacerlo así y si seguimos creyendo en los cantos de las sirenas, la pobreza y la desigualdad seguirán campeando a sus anchas en Chiapas y en el país por muchos años más.
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