Y sí, a pesar de todas las invectivas debido a las desgracias entre los trabajadores, casi esclavizados, que construyeron los estadios, los malos manejos y casos de corrupción y, de colada, una crítica demasiado moderada al negocio millonario que ha significado el Mundial de Fútbol, a pesar de todo eso, ya estamos en la fiesta y los millones de aficionados a tan importante como bello deporte, de algún modo no son culpables, sino víctimas inocentes, ya están haciendo realidad los cálculos siniestros de los buitres del capital y convirtiendo en millones contantes y sonantes el criticado evento.
No me desdigo y me adhiero entusiasta a quienes fijan con puntualidad reivindicadora que la culpa no es del fútbol, sino de que este apasionante, popular e influyente deporte esté, como todo, en el capitalismo, encadenado al sistema, al interés, a la ganancia de los acaparadores de la riqueza. El culpable es el capital, y todo lo que toca lo corrompe, lo pudre, lo transforma en mierda social y en violencia despiadada en contra de la humanidad misma.
Pero en otra ocasión ayudaremos a denunciar las formas miserables y criminales en que el capitalismo y sus cómplices de la propiedad privada, el libre mercado y la explotación del trabajo ajeno hacen de este y de otros fenómenos sociales un instrumento pavoroso para acrecentar sus ganancias, es decir, cómo convierten al fútbol en un mecanismo para hacer que los pobres seamos más pobres y los ricos se hagan más ricos, que es, en resumidas cuentas, la verdadera función económica y social de eso que se llama de manera inocente ganancia.
Saber esto es necesario y los amigos lectores se sorprenderán (algunos), de la forma tan sutil pero eficiente en que el mecanismo que genera la ganancia es, al mismo tiempo, el verdadero causante de las peores (¡las peores que usted se pueda imaginar!) tragedias y los más inconcebibles horrores que hay castigan y conmueven a la humanidad entera.
Hoy me interesa contrastarlo con el verdadero deporte (así he decidido llamarle en esta colaboración) y cómo éste puede salvarnos de la tragedia y hacer que nos humanicemos nuevamente, de manera que, sin exagerar, en el verdadero deporte, bien hecho, se puede encontrar el remedio y la salvación para todos los hombres en esta y en las otras vidas. Todas las virtudes del deporte, que son muchas, entre las que destacaré sin mucha explicación, se explican solas, la salud física, salud mental, salud social, pues la aplicación constante en el entrenamiento del deporte como sistema de competencias, que pone en situación de sana convivencia a los seres humanos y los hace cultivar su cuerpo y sus habilidades, con todos los beneficios que eso genera, para lograr el reconocimiento social a través del triunfo, materializado desde sus inicios con una simple corona de laureles, pero con todo el reconocimiento que eso significa, todos estos beneficios, digo, se encuentran única y exclusivamente en el deporte amateur, en el que no es negocio en ningún modo.
Y esto es así porque en el que sí es negocio, lo importante es la ganancia, y lo niveles y cantidades estratosféricas de ganancia que hoy genera el deporte, son tan inmensas, que en aras de ellas, todo lo demás, incluidas todas las virtudes que arriba mencioné, se vuelven secundarias y, si estorban en algún modo al fluido obtener de ganancias, en un estorbo contra el cual se justifican las peores medidas de violencia y persecución. Son miles de millones de pesos en publicidad, derechos, contratos de jugadores, exclusivas de marcas deportivas, de bebidas y comida chatarra, empresas de comunicación. Millones que llegan a los bolsillos de unos cuantos millonetas, dueños de todo en el mundo.
Por eso, a pesar de todo lo que se ha criticado al Mundial 2022 en Qatar, ahí está realizándose ya y, como dije, están los millones de aficionados materializando las ganancias del mismo, haciendo posible la transfusión (la succión, mejor dicho) de ganancias desde los pobres hacia los ricos. Pero ya dije que no es culpa de la gente, y añado ahora que todo el aparato social de medios de comunicación e ideologización hará y hace todo lo necesario para que la gente lo haga, a pesar de las críticas. Y eso no lo vamos a intentar cambiar aquí, solo destacaré que eso no tiene remedio y que, por ello, lo bueno del deporte está solamente en el que llamé verdadero deporte que es el que no es negocio.
El deporte callejero, el que practican los niños y jóvenes en las calles, en las colonias, en los campos públicos o en los terrenos baldíos; el que promueven por amor y vocación infinidad de ángeles terrenales, que lo hacen solamente por el placer de ver felices a los niños y sin pedir nada a cambio sino la propia felicidad, igual de candorosa; el deporte público, el que debería promover el gobierno con los recursos de ese mismo pueblo y que no bebería en ningún modo mezclarse con el profesional, pero que los gobiernos neoliberales y oportunistas de todos los colores y calañas, pero de una sola marca de la bestia, vuelven a meter en el corral del deporte negocio, sobre todo con los deportistas del pueblo que llegan a destacar y que inmediatamente quieren comprar y esclavizar.
El deporte que no busca ninguna ganancia, el que nació en los albores de la humanidad y que no sabía ni entendía nada de eso de la ganancia, el que hoy sigue vivo en el seno del pueblo y se levanta como un verdadero paladín del deporte y de la humanidad misma, como un rebelde ante el infame crimen del negocio, como un salvador para la humanidad y, por ello, como un peligroso delincuente y esquirol para los poderosos y sus perros, dispuestos a cazarlo y destrozarlo sin piedad con uñas y colmillos, babeantes de ira y maldad, chorreantes de sangre y sedientos de carne de inocente.
Ese deporte de los pobres, de los proletarios, es el que puede y el que habrá de salvar a la humanidad y lo aplaudo y apoyo con todo mi entusiasmo y con mis más profundos deseos de salvación propia y de los demás, entre los que se cuentan irremediablemente mis actuales y futuros descendientes. Por ellos y por la memoria de los que nos cuidaron cuando era necesario, por el futuro que le da sentido a nuestro efímero presente, por todo eso, ¡viva el deporte del pueblo!
Y en este entra, sin duda alguna, toda la actividad deportiva que promueve y realiza el Movimiento Antorchista en todo el país, y en esta se incluye el XIV Torneo Nacional de Básquetbol que se realiza en estos días en Morelia, Michoacán, y los demás torneos nacionales antorchistas, destacadamente la Espartaqueada Deportiva Nacional que se habrá de realizar a principios del próximo año en la bien llamada Atenas de la Mixteca, municipio de Tecomatlán, Puebla, cuna del Movimiento Antorchista Nacional.
Desde este modesto lugar los saludo y les deseo el más grande de los éxitos en sus tareas inmediatas y en la gran tarea de liberar a nuestro país de todas las miserias y calamidades que hoy sufre. Que así sea.
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