Si tuviera que resumir, en pocas palabras, la política pública de financiamiento educativo de la 4T, diría que ha consistido en recortes, reasignaciones a conveniencia, subejercicios y opacidad.
Durante los primeros años del gobierno lopezobradorista desaparecieron varias partidas presupuestarias, muchas dedicadas a la atención de sectores vulnerables o a mejorar la calidad del sistema educativo. Se eliminaron partidas como las de “Atención a la Diversidad de la Educación Indígena”, “Atención Educativa de la Población Escolar Migrante”, “Desarrollo de Aprendizajes significativos en Educación Básica”, “Escuelas de Tiempo Completo”, “Programa para la Inclusión y la Equidad Educativa”, “Evaluación de la calidad de la Educación”, entre otros. Además, tendríamos que considerar, también, los recortes en decenas de otros programas que no desaparecieron.
Pero ¿y todo esto para qué?, ¿A dónde fue el dinero? Durante este sexenio, los programas más beneficiados han sido el de La Escuela es Nuestra (LEEN), las becas para el Bienestar Benito Juárez de educación básica y media superior, y el programa de Jóvenes escribiendo el Futuro; es decir, los programas emblema de la administración. Tan solo en 2022, estos programas concentraron uno de cada cuatro pesos del ramo 11, destinado a educación pública.
Este aumento en transferencias no estaría mal si no fuera en detrimento de otros programas; pues proceder así, recortando unos programas para favorecer otros es como cavar un hoyo para tapar otro. Además, habría que considerar que estas políticas han servido como moneda de cambio para fortalecer la clientela electoral morenista. Tristemente, la política de financiamiento educativo parece tener fines políticos y no educativos.
Pero esto no es todo; durante esta administración también ha habido subejercicios importantes del presupuesto. Tan solo durante el periodo de Delfina Gómez, al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), se calcula que se dejaron de ejercer cerca de 25 MMDP. (24 Horas)
El problema con el subejercicio es que permite que las autoridades hagan reasignaciones discrecionales, lo que favorece la opacidad en la función pública, es decir, que nos impide saber cuándo, cómo y con qué resultados se está gastando el dinero de los mexicanos, además que esta misma opacidad facilita los actos de corrupción.
En recientes fechas, por ejemplo, Dalila Sarabia y Data Cívica dieron a conocer que La Escuela es Nuestra (LEEN), uno de los programas educativos emblemáticos y con más recursos de la 4T, presenta graves problemas de opacidad y podría, incluso, haber sido utilizado en actos de corrupción. Al respecto, solo una de cada tres escuelas ha recibido apoyo y la SEP no cuenta con información sobre la aplicación de los recursos gastados, además de que, para ciertas localidades se reporta un número mayor de escuelas beneficiadas de las existentes. (Animal Político)
En este contexto, ¿Qué podemos esperar del proyecto de presupuesto en materia educativa? Lo primero que puedo decir es que el presupuesto proyectado es bastante similar al de años anteriores, aunque en esta ocasión es bastante optimista. A simple vista, parece traer buenas noticias, pues, con respecto a todo el presupuesto educativo, habría un aumento real de 6 por ciento con respecto al de este año. Sin embargo, la mayor parte de este aumento se ubica, precisamente, en el programa LEEN, que pasó de 9.3 a 17.4 mil millones de pesos (mmdp), lo que representa un aumento del 87 por ciento. Por lo demás, el nuevo proyecto no trae grandes recortes, pero tampoco corrige los operados en años pasados, y los programas beneficiados siguen siendo los mismos de siempre.
Digo que el presupuesto es optimista porque, como lo hizo notar Enrique Quintana, el presupuesto de egresos está planteado sobre la base de expectativas muy altas de crecimiento, así como pronósticos de baja inflación, tipo de cambio y tasas de interés. Y la cuestión es, precisamente que, en caso de no cumplirse estos supuestos, no se contará con los recursos suficientes para solventar el gasto público proyectado. (El Financiero)
Pero ¿qué sentido tiene proyectar un presupuesto poco realista? En mi opinión, la administración entregó un proyecto optimista para no dar de qué hablar, pero en el fondo sabe que no se ceñirá a lo planeado, sino que usará el subejercicio y la opacidad como herramientas para manejar el presupuesto a su conveniencia. En este sentido, las promesas del presupuesto son solo promesas vacías.
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