La mañana estaba fresca, pero las cosquillas en el cuerpo habían estado por días desde que, en la rueda de prensa, Ovidio Celis Córdova anunció la marcha en contra de la verificación, ese simple anuncio había causado, entre los periodistas, una lluvia de críticas y otros solo anunciaban que de nuevo saldríamos a las calles.
Eran las 8:40 de la mañana cuando me dirigía hacia “El Gallito”. Cuando llegué, me asombré de ver a los señores tomando un atole y desayunando un tamal. Son las 9:00 am y comenzó a llegar más gente, algunos venían amontonados en camionetas cargando las banderas, ansiosas de volver a ondearlas por las calles, otros venían en transporte, la gente a mi alrededor cada vez fue más y más, sabía que iba a obtener muy buenas tomas; de pronto había poco más de mil personas, dos mil, tres mil… cinco mil y la marcha inició, de lo contrario no cabríamos en lo que pronto se convirtió en una pequeña calle, las voces aunque roncas por la temperatura comenzaron a sonar, la bocina, con la voz de Lluvia Sánchez, llenó todo Reforma e inició lo que sería la petición de los pobres para disminuir el gran impuesto que representa esta verificación.
Los demás medios comenzaron a grabar, comenzaron las banderas a moverse por la calle. Yo sentía un poco de timidez de mis compañeros, pues esos medios que publicaban notas y columnas de periodistas que con fuertes palabras arremetían contra el antorchismo, debo decir que también me causaron algo cuando las leí, pero a cada paso sus ojos comenzaron a brillar y sus voces también comenzaron a sonar por las calles gritando cada vez más fuerte las consignas: “Si no hay solución, nos quedamos en plantón”, recordando que en sus colonias no hay calles pavimentadas, no hay electrificación, no hay drenaje, cada que sus mentes recordaban la cantidad de impuestos que pagaban y no recibían nada a cambio, las voces sonaban cada vez más y más fuertes.
Las cartulinas y las banderas, sin miedo, se colocaban arriba de las cabezas y ondeaban, jugando con el aire, recordando tantas marchas en las que ya habían estado así todos los que iban a mi lado perdieron esa timidez con la que iniciaron, les volvió al rostro ese espíritu de aguerridos ese rostro de lucha, en cada cuadra que transitábamos pedían al gobernador que no escuchara a aquellos que en días pasados habían sentenciado la acción de los que marchábamos, el micrófono fue tomado por los ciudadanos, quiénes decían todo aquello que necesitaban decir a la opinión público, era como escuchar un grito de auxilio, un grito pidiendo justicia y un poco de apoyo.
No me había dado cuanto que había caminado, de pronto me detuve un poco y esperé, quería ver cuantas personas íbamos caminado, el sonido principal cada vez se escuchaba menos, con nosotros iba la organización de Puebla en Lucha, gente también preocupada por la situación económica en la que varias familias están, había más camionetas con sonido y también ellos manifestaban su situación y como sufren con las multas y los operativos y los pagos; no sólo lo decían en contra del gobierno; sino de los que habían lanzado primero la piedra, aquellos periodistas que en días anteriores se habían jactado en sus escritos, atreviéndose a sentir lo suficientes como para decirle al gobernador que tenía que hacer en contra de los manifestantes, algo que ya dije no me había agradado leer, aún así todos los que tomaban el micrófono daban argumentos lo suficientemente coherentes.
Me llené de sorpresa cuando vi a estudiantes que conozco, marchar a lado de señores y señoras que no eran sus padres; sin embargo, ellos sabían que cualquier situación que afecte a los ciudadanos en general los afecta a ellos. Era sentir viva aquella frase de Salvador Allende, aquella en donde recuerda a los jóvenes su papel dentro de la sociedad, pues sí, había estudiantes entre la marcha, gritando las consignas con tanto fervor, con ganas de querer ser escuchados, no era una marcha para estudiantes, pero debo decir que al menos cuatro instituciones (dos universidades y dos preparatorias si conté), pero había más, vi sus rostros molestos y los vi con ganas de ayudar para mejorar esta situación que afecta a miles de poblanos, sobre todo aquellos que utilizan sus medios de transporte como medios de sustento en su hogar.
A las 11:00 de la mañana estábamos llegando al Congreso del Estado, en donde a los manifestantes los estaban esperando otros ciudadanos; la diferencia era que estaban uniformados de azul y con instrumentos antimotines para arremeter en contra de los mismos de su clase, es algo que me dio muchísima tristeza, pues no somos diferentes, ambos sufrimos lo mismo, la misma crisis, sin embargo, son puestos para proteger a los funcionarios, creo que tenían miedo de sufrir algún tipo de violencia, pero desde que tengo uso de razón, en cada manifestación de Antorcha, jamás se ha utilizado la violencia ni hemos entrado en momento de ataque en contra de nadie.
Los que pudimos, nos quedamos cerca del Congreso, éramos muchísimos marchando y seguían llegando, bueno a pesar de varias peticiones que realizamos para que entrara la comisión, no hubo nadie que asomara el rostro, las ventanas estaban cerradas, parecía que no había nadie, mis compañeros no dejaron de pasar al micrófono dejando en el su enojo, y otros hablaban con un poco de esperanza a que alguien dentro de ese edificio se asomara, aunque sea para escucharlos.
No hubo nadie, ningún vidrio se movió, parecía que en tiempos de campaña aquellos que ahora se escondían del mismo pueblo no fueron los mismo tras ellos pidiendo, casi de rodillas, que votaran por ellos. Desde la esquina en la que estaba parada vi a mis compañeros pidiendo que los escucharan, los vi solicitando que aceptaran a la comisión seleccionada para llegar a un acuerdo, pero la inmensa puerta no fue movida, creí que después de esto el ánimo de mis compañeros disminuía, pero no, con más fuerza y con más voz comenzaron a caminar rumbo a Casa Aguayo.
Seguían con la misma fuerza, con más gallardía y más coraje aun, por no haber sido escuchados por aquellos a quienes confiaron su voto, nos comenzamos a mover, el sol ya comenzaba a acalorar así hermanos, pero ni así pararon, sus gritos eran cada vez más fuertes y cualquiera que se parara al verlos quedaban asombrados por dos cosas; por el número de personas que éramos y por que no parecían cansados, algunos detenían la marcha tomaban agua y continuaban otros corrían hacía las tienditas compraban agua y seguíamos.
Arribamos a Casa Aguayo y, como de costumbre, las vallas no eran nuevas. Aún así, nos quedamos mientras terminaban de llegar todos, quizás sí estaban cansados, pero en sus rostros brillaba el espíritu revolucionario. Como pudimos, otra vez nos acomodamos, continuamos pidiendo una sola audiencia con el gobernador, llegar a un trato justo para las familias que apenas sobreviven al día, que nos escucharan, que trataran de comprender la situación de miles de familias poblanas, pero no fuimos recibidos, cada ciudadano que caminaba jamás bajó su bandera o cartulina, no trastabillaron y los que iban a nuestro lado cuidándonos de algún accidente continuaban protegiéndonos, la unidad que vi entre todos ellos me recordó al motivo primordial del porqué es importante organizar y educarnos.
Escuchamos cantar a Bety Vásquez, una de las voces prodigiosas dentro de nuestra organización, y varios cantaron junto a ella, es como si fuera un trago de espíritu, pues de caminar todo lo que habíamos caminado una voz así puede reanimar a cualquiera, después de escuchar un poco de buena música me percaté de que nuestra marcha estaba llegando a su fin, tomé el teléfono y revisé la hora, era la 1:17 de la tarde. Sorprendida volteé a ver a todos y más de una sonrisa pude ver, pues hacer una marcha de poco más de cinco mil personas no la hace cualquiera. Tomé un respiro y comencé a caminar hacía mi casa, al lado de aquellos que serán siempre mis hermanos.
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