MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

COP27, la inminencia de una catástrofe ambiental

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La edición 27 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) tuvo lugar entre el seis y el 18 de noviembre. A dicha reunión que se celebra anualmente, conocida como COP27 (porque es la Conferencia de las Partes), acuden los representantes de los más de 190 países miembros, así como expertos y miembros de los organismos internacionales, para discutir los problemas y compromisos de los países miembros en relación con el cambio climático. 

Entre estas reuniones ha habido algunas que se han constituido en hitos por los compromisos alcanzados. Como la COP21, celebrada en París, en 2015. En esta última, los países miembros firmaron el Acuerdo de París en el que se comprometieron a buscar los mecanismos científicos que les permitieran mantener el aumento de la temperatura por debajo de los dos grados Celsius con respecto a los niveles preindustriales.

De acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC), para que ese propósito se alcance, las emisiones de Dióxido de Carbono (CO2) en un 45 por ciento para 2030. Es decir que, las emisiones de ese gas contaminante en 2030 tendrían que ser solo poco más de la mitad que de lo que son hoy. 

Los países se comprometieron a construir una base energética que permitiera darle la vuelta a la escalada de emisiones de Gases con Efecto Invernadero (GEI) -entre los que   en los siguientes cinco años a partir de dicha reunión; se comprometieron a alcanzar en esos años el tope de emisiones de GEI para que, a partir de ese máximo, el funcionamiento de su economía, fundamentalmente, se hiciera sobre una base energética que permitiera disminuir su impacto sobre el cambio climático. El mecanismo es que los gobiernos y las empresas hallen procesos con “cero emisiones netas” o “neutro en carbono”; es decir, en los que las emisiones sean compensadas con las capturas que hagan de carbón.

El desarrollo tecnológico es la apuesta de la ONU en contra del cambio climático; pero, a decir verdad, el problema no es tecnológico sino del modelo económico. La prueba es que, a pesar de los compromisos, de acuerdo con el Balance Mundial presentado por el GIECC en marzo de 2022 sobre el progreso del Acuerdo de París, el cambio de tendencia, el que las emisiones globales de GEI empiecen a disminuir, no se logará ni siquiera para el año 2030. Según sus estimaciones, las emisiones mundiales de GEI serán 16 por ciento más altas en 2030. Y un volumen de emisiones de esa magnitud provocaría un incremento de 2.7° Celsius más para finales del siglo XXI. Una situación que deja al mundo muy lejos del propósito de los Acuerdos de París y muy cerca de una catástrofe ambiental que buena parte de la humanidad ya resiente. Y, por otro lado, no podemos ignorar que no toda la humanidad carga con la misma responsabilidad en este problema. De acuerdo con los datos de la ONU, el 10% más rico del planeta, es responsable de más de la mitad de las emisiones de GEI. 

Es el sistema, el afán por enriquecerse a toda costa incluso de la humanidad y la naturaleza, lo que ha provocado que el mundo entero se halle ante una inminente catástrofe ambiental que ya resienten las poblaciones más empobrecidas. Por eso, somos los más vulnerables los que debemos construir una sociedad en la que la producción de riqueza se haga sobre la base de la supervivencia de toda la humanidad, una sociedad que repudie el enriquecimiento individual a costa de otros y de la destrucción de la naturaleza. Es hora de que los trabajadores tomemos el destino del mundo en nuestras manos; es así, si queremos siquiera pensar en el futuro.

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