Cuando hablamos de cualquier cosa o fenómeno debe considerarse desde un doble punto de vista, según la cualidad y según la cantidad. La cantidad y la cualidad no pueden separarse, porque una no puede existir sin la otra. Por eso, cuando se habla de pobreza es necesario definir bien el concepto y, al mismo tiempo, medirlo correctamente para llevar a cabo un análisis preciso de la situación en que vive la población de un país, un estado o municipio; de cómo evoluciona una sociedad a lo largo de la historia, observar su desarrollo y tomar las medidas y dirigir la evolución de esta hacia mejores estadios de desarrollo.
Vi y escuché un video de la conductora Lucía Kramer del sitio web RT que, al respecto expone lo siguiente: "¿A qué se llama pobreza? A priori, la definición parece sencilla: podríamos llamar pobreza a una situación en la que no resulta posible satisfacer las necesidades básicas de una persona, debido a la escasez o ausencia de recursos. La ONU, por ejemplo, define la pobreza como “la condición caracterizada por una privación severa de necesidades humanas básicas, incluyendo alimentos, agua potable, instalaciones sanitarias, salud, vivienda, educación e información”. Lo complicado está en delimitar y cuantificar esta situación, es decir, establecer parámetros adecuados para medirla y asignarle a cada uno de esos parámetros un mayor o menor peso. Todos estaríamos de acuerdo en que una persona sin hogar es más pobre que una con hogar, pero entre ambos extremos los matices abundan.
¿Qué parámetros y en qué proporción nos ayudan a definir categorías como pobreza, pobreza extrema o población en riesgo de pobreza? Para empezar, al igual que sucede con unidades de medidas básicas como masa, temperatura, longitud, la medición de la pobreza no es un procedimiento estandarizado a nivel mundial. Cada país o región aplica sus propios métodos y cada organismo aplica a la realidad que está estudiando la que considera más adecuada. Adecuada o beneficiosa, por supuesto.
Uno de los métodos más sencillos son los llamados de Línea de Pobreza, que consisten en establecer una línea o umbral y considerar pobres a todas las personas u hogares que no lo alcanzan con los recursos de los que disponen. Por ejemplo, una línea de pobreza podría ser el precio de lo que se conoce como la Canasta Básica: el conjunto de productos y servicios primordiales que necesita una familia promedio para subsistir durante un determinado periodo de tiempo (generalmente, un mes). Esta canasta de referencia incluye alimentos, artículos de higiene, vestuario, salud, y una estimación de gastos como combustible o transporte. En este caso, si una familia no tiene ingresos para adquirir una canasta básica mensual, se dice que está por debajo de la línea de pobreza.
Otro método, muy mencionado, consiste en medir la pobreza según los dólares que se ganen por día. Por ejemplo, una persona con ingresos inferiores a 2.15 dólares diarios es considerada dentro del rango de pobreza extrema, según la definición del Banco Mundial.
En América Latina, el método más utilizado es, precisamente, el de Necesidades Básicas Insatisfechas o NBI, que toma en cuenta no solo aspectos puramente materiales, sino necesidades básicas estructurales como vivienda, educación, salud, acceso a infraestructuras públicas. Y lo hace de manera bastante exhaustiva.
En materia de vivienda, se analiza que las paredes sean de material resistente a las tormentas, que el suelo no sea de tierra, que no haya más de cuatro personas por dormitorio, que tenga suministro eléctrico. En materia de educación: se tiene en cuenta si en el hogar hay adultos que no sepan leer ni escribir o menores sin escolarizar. En materia de acceso al mercado laboral se observa la cantidad de adultos desempleados en el hogar de estudio o cuántas horas semanales trabajan quienes tienen empleo, etc.
Como ven, se trata de un método más complejo que los mencionados antes, pero al mismo tiempo con muchos más indicadores y, por tanto, matices. Porque imaginen una familia con capacidad para adquirir la canasta básica mensual, pero que vive en una vivienda de cartón y zinc, y los menores no pueden ir a la escuela porque trabajan. ¿No calificaría como familia pobre también?
Sin embargo, el método no es perfecto e incluye elementos, hasta cierto punto, subjetivos. Porque, por ejemplo, no es igual determinante carecer de una vivienda con paredes sólidas en un país expuesto a los huracanes que en otro en donde no sopla ni una brisa. Y a la hora de seleccionar qué parámetros se tienen en cuenta y qué parámetros no, surgen las polémicas.
Por último, existe un tercer tipo de método para medir la pobreza: el método integrado. Como su propio nombre sugiere, integra elementos de los métodos que hemos visto hasta ahora, combinando la llamada pobreza material con las necesidades insatisfechas, es decir considerar tanto el poder adquisitivo (o la falta de él) como las condiciones de la sociedad, el ambiente, o las que ofrece el Estado… (o deja de ofrecer).
“Un método integrado sería una unión entre las metodologías de Líneas de Pobreza y de Necesidades Básicas Insatisfechas. Lo que permite un método integrado es distinguir entre situaciones de pobreza de corto y de largo plazo. Esto le otorga un grado de complejidad más a la medición de la pobreza y permite identificar cuestiones que, si bien en los métodos más simples, se engloban dentro de una misma categoría, en este caso podemos distinguirlas con más claridad y hacer diagnósticos específicos para cada una de las poblaciones o cada una de las situaciones”, dijo Pablo Menéndez Portela, docente de economía política de la Universidad Nacional de Lanús.
Un ejemplo de esta metodología sería el Índice Multidimensional de la Pobreza, elaborado en 2010 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en colaboración con otras organizaciones. Actualmente es el método oficial de medición de la pobreza adoptado por la ONU y propone diez indicadores distribuidos en tres áreas básicas: educación, salud y bienestar material. Así, se miden aspectos diversos, como la nutrición de los miembros de la familia, la mortalidad infantil, la escolarización o el acceso a suministros, entre otros. Como norma general, se considera pobre al hogar que no cumpla al menos el 30 por ciento de los indicadores ponderados.
El enfoque multidimensional de la pobreza tiene mucho que ver con el enfoque de Necesidades Básicas Insatisfechas. Lo que introduce el enfoque multidimensional es que va a combinar distintos indicadores y va a hacer un valor sintético para establecer un nivel de pobreza relativo.
Facilita la comparación por parte de la población general. Son sencillos. Mezclan muchas cosas, las combinan en un número y te sueltan el número. A cambio simplifican demasiados hechos que son muy complejos: la pobreza es una cuestión compleja que tiene muchos puntos de vista, que tiene muchas aristas que hay que estudiar y son diferentes y que requieren metodologías diferentes.
Con la intención de sintetizar tantos indicadores y ponderaciones, los diseñadores de la metodología para obtener el Índice Multidimensional de la Pobreza o IPM crearon una fórmula que luce sencilla pero no lo es (IPM=H x A). En ella se tiene en cuenta el porcentaje de población que no cumple con, al menos, 3 de los 10 indicadores seleccionados y, además, el promedio de privaciones que sufren esas personas. O, dicho de otra forma, la fórmula relaciona la cantidad de personas pobres de un país con el grado de pobreza que sufren.
El resultado es un valor entre 0 y 1, donde cero sería una situación en la que todas las necesidades básicas están satisfechas y uno indicaría que ninguna necesidad básica está satisfecha. Por poner algunos ejemplos, en 2019, según la ONU, el Índice Multidimensional de la Pobreza de Perú fue del 0.005, el de México de 0.015 y el de Paraguay de 0.064. Es decir, de esos tres ejemplos, el que arrojó una mayor cifra de pobreza multidimensional fue Paraguay. ¡Ojo! La cifra que arroja el IPM no es un porcentaje de personas pobres en determinado país; es un valor numérico abstracto que busca sintetizar la pobreza multidimensional, es decir, su impacto tanto en cantidad de personas pobres como en grado de privaciones.
Como ven, la pobreza puede medirse de múltiples formas. La complejidad del fenómeno, como no podía ser menos, hace que cuantificar sea igualmente trabajoso y no se logre un consenso que deje a todos contentos, menos cuando, además de la diversidad de países, entornos y circunstancias en las que se estudia, entran intereses políticos, ideológicos o económicos de por medio.
Medir la pobreza es tarea de organismos especializados, pero acabar con ella es responsabilidad de las clases trabajadoras organizadas; es la tarea de las masas populares que tienen que decidirse a formar su propio partido y tomar el poder político en México. Utilizar este eslabón político fundamental para construir un modelo económico que distribuya en forma equitativa la riqueza social que producen las clases trabajadoras.
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