Estimado lector me siento agradecido por tener la oportunidad saludarte y poder preguntarte: ¿Cómo has estado? ¿Cómo te has sentido? Pues bien, sin inquietarte más, paso a tratarte mi asunto.
Como sabes hace poco más de un lustro he vivido en el bello Tacámbaro de Codallos, he disfrutado del aroma dulce (a caña de azúcar) al amanecer, que se distingue al iniciar la zafra, así como de la belleza de toda la tierra caliente, que se ve desde un mirador que se encuentra en el cerro hueco, sin decir menos de la belleza y tranquilidad de la alberca y la laguna. Soy testigo de primera mano del sabor de los tacos de canasta, del atole y los tamales que hacen aún más bella y mágica la mañana en las plazas; no olvido el sabor a hogar, de los frijoles de Doña Enginica, las carnitas de puerco que guisa Don José, el mole de Doda Romualda y recuerdo como si fuera ayer el sabor del café del “Tejado Rojo”, “Las Joyas” y “El Dorado”, todo esto y mucho más, es como si fuera depositado en crisol, y naciera algo lleno de magia.
Como sabes Tacámbaro es un pueblo grande, con 30 mil habitantes en la cabecera municipal, que lucha por convertirse en ciudad (muchos ya le llaman ciudad), aunque su infraestructura no es suficiente; cuenta apenas con un libramiento, tres avenidas principales y cuatro carreteras estatales para comunicar, con Turicato, Huetamo, Carácuaro, Nocupétaro, Madero, Acuitzio, Morelia, Ario, Salvador Escalante y Pátzcuaro (Aquí vivió José Rubén Romero y paso Federico Villa en busca de su amada). Las calles del centro son angostas, con adoquín y pavimento obsoletos, con las medidas para transitar a caballo o carruaje como en la época colonial. El resto de las calles, en las colonias recientes, no mayores a 30 años, aún la mayoría de ellas carece de pavimento.
La vida en el campo se desarrolla entre las huertas de aguacate, grandes y pequeñas (las más son pequeñas), o entre, la caña de azúcar, la zarzamora, el arándano y el maíz, en donde la gente nace, crece y trabaja toda la vida siendo muy pobre, lo hace arrastrando las dificultades de sembrar en parcelas chicas con costos de producción elevados como resultado en el incremento del precio de los combustibles; por ejemplo el diesel que incrementó un 11 por ciento, y el aumento de precio de fertilizantes químicos y abonos que asfixia a los productores pues actualmente el costo de los fertilizantes ha aumentado alrededor de un 40 y 50 por ciento; por ejemplo, el bulto de sulfamin 45, llegó a costar hasta 370 pesos en región, esto hace que la producción no tenga muchas posibilidades de obtener grandes utilidades, y cuando por suerte se logra una buena cosecha el precio de los productos de los campesinos está por los suelos, como si así fuera la estrategia.
Hace tres años la mayoría de las personas votaron por el proyecto de gobierno de Morena y Andrés Manuel López Obrador, con la idea de que con él como gobernante los problemas del municipio se acabarían, pero esto no ha sido así, por el contrario, a tres años de su mandato, todo está peor: no hay programas de apoyo al pequeño campesino, no hay rehabilitación de calles y caminos, así, como la atención médica y la calidad educativa en la pandemia que de por sí ya eran muy malas, han venido empeorando y lo peor es que no hay esperanza de cambio, la prueba es el Presupuesto de Egresos de la Federación, por lo que los tacambarenses informados, no esperamos mejoras.
Pues bien, el Tacámbaro revolucionario y progresista de la época de la Revolución Mexicana fue representado por muchos hombres de bien y quedó inmortalizado por el puño y letra de José Rubén Romero. Hoy la idea de progreso, de una mejor la calidad de vida y la de lograr una mejor distribución de la riqueza nacional para no vivir con tanta carencia y tanta desigualdad son el ideal principal del Movimiento Antorchista Nacional y la lucha diaria de los antorchistas por hacerlo realidad.
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