En México existe un déficit de 9.4 millones de viviendas, reconoció recientemente Román Meyer Falcón, titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). Si esta cifra la multiplicamos por cuatro, que es el promedio de integrantes de las familias mexicanas, arroja una cifra de 37.6 millones de mexicanos, mismos que se ven obligados a vivir como indigentes, como parias en su propia tierra. Mientras otros, con “mejor suerte” se ven arrastrados por la necesidad a buscar ofertas de vivienda muy accesibles, pero, al mismo tiempo con un alto índice de riesgo, en fraccionamientos (donde he visto personalmente a la gente endeudarse a 30 largos y esclavizantes años de pago), en zonas de alto riesgo como arroyos, cerros o invasiones en donde lo único seguro es la incertidumbre. He conocido sitios en donde la gente tiene diez, veinte o hasta treinta años habitando un lote sin agua, sin luz, sin drenaje y sin esperanza alguna de progresar, nada más y nada menos porque “es zona irregular”.
37.6 millones de personas sin vivienda en México. Esa cifra representa casi dos veces la población de Chile, más de la población de Venezuela y casi la misma que la de Colombia. Representa también dos veces la población del Estado de México y 47 veces la población de nuestro estado Baja California Sur. Así de inmensa es la necesidad de vivienda y así de inmensa es la violación flagrante a nuestra Carta Magna que establece claramente en el artículo 4 el derecho a la vivienda digna para todos los mexicanos.
¿Qué hacen estas almas sin pena? Muchos de ellos son indigentes como los que transitan sucios y hediondos entre las calles de La Paz y Los Cabos y cuya multiplicación se acelera con el paso del tiempo, en este inmenso mar de seres humanos, ellos están solos. Otros son invasores, que “construyen” verdaderas pocilgas al amparo de Dios misericordioso, porque inmediatamente en cuanto levantan un tejabán o un cuarto provisional caen sobre ellos cual si de fatalidades se tratara: los supuestos dueños, los sindicatos en busca de afiliarlos a sus filas (en realidad en busca de una tajada) o las inclemencias del clima que sin miramientos destrozan lo poquito que con mucho esfuerzo han levantado como acaeció recientemente con el huracán “Olaf”.
Es relevante que el titular de la Sedatu reconozca este rezago en la vivienda, pero, ¿representa algún beneficio el simple reconocimiento del problema sin que se ejecute ninguna medida concreta para resolverlo? ¿Al médico que diagnostica cáncer, le basta este simple diagnóstico para sanar al enfermo? ¿No es de igual relevancia el diagnóstico y el tratamiento para buscar la cura en un enfermo? ¿Y no acaso es una traición ética (y diríamos, revolucionaria) saber sobre un problema y no hacer nada por solucionarlo? Dice un dicho y dice bien que, si no eres parte de la solución eres parte del problema.
Pues bien, de lo aseverado por el señor Meyer Falcón se sigue que la dependencia a su cargo intervendrá para paliar, aunque sea levemente este grave flagelo que, dicho sea de paso, genera muchísimos problemas más y, eso sin entrar en el pequeño detalle de preguntarnos sobre la calidad de las viviendas de los que gozan del gran privilegio de tener una. Porque, usted y yo, amable lector, al menos conocemos dos o tres viviendas que se sostienen entre cartones, triplay`s, hules, ramas de árboles, láminas viejas, etcétera.
Esta semana nos atendió la titular del INVI en el estado, licenciada Fernanda Villarreal González, quien sostuvo que, “nos coordinaremos con todas las organizaciones porque el profesor Víctor Castro Cosío así nos lo ha mandatado, nos ha dicho: atiendan a todos, y bien aquí estamos”. Eso nos parece correcto, lo aplaudimos, y el tiempo que todo lo revela, nos dirá exactamente qué actitud tendremos que adoptar. Por su parte, aún no tenemos éxito en la búsqueda de la titular de la Sedatu en el estado, licenciado Silvia María del Carmen Salas Cariño, hemos consignado buenas referencias sobre la misma, y aguardaremos con paciencia, quizá un poco como dijo Montoto: “en Sevilla, hay que tener paciencia, prudencia, verbal continencia; no exhibir excesiva ciencia; presencia y ausencia según conveniencia”.
Nuestra lucha por una vida mejor es justa, queridos compañeros. No es para nada vergonzante ni vergonzosa, por lo contrario, es digna de respeto y encomiable para propios y extraños. En esta lucha como en otras del pasado es posible vencer, pero, solo a condición de mantenernos juntos, organizados y conscientes en la idea de que no hay cosa que valga la pena en esta vida que sea fácil y, para nosotros los humildes la ansiada redención es todavía un pendiente que tenemos que perseguir cueste lo que cueste. El próximo miércoles 20 de octubre entregaremos nuestro pliego de peticiones, será nuestro primer encuentro (respetuoso, claro, como nos ha enseñado nuestra querida organización, pero al mismo tiempo contundente) con la nueva administración. Veremos qué nos depara el futuro, mientras tanto preparémonos. Ahí nos vemos.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario