Muchos analistas coinciden en que los trabajos políticos que actualmente realizan tanto los precandidatos morenistas (corcholatas) como los de la alianza opositora son demasiado adelantados, que violan la ley electoral y que el Instituto Nacional Electoral (INE) debe considerar el asunto y sancionarlos, incluso con el no registro oficial de sus candidaturas. Sin embargo, esto no sucederá, porque ahora el árbitro está más débil debido al continuo golpeteo del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para someterlo a su control.
Además, ya avanzado el mandato de un presidente que solo ha destacado por violentar el Estado de derecho y cometer numerosos atropellos e injusticias contra la población, ¿a quién puede importarle que los precandidatos adelanten sus campañas y violen la legislación electoral? ¿Acaso los políticos de los partidos Revolución Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD) se han preocupado porque el Presidente pisotee cada que se le ocurre la Carta Magna y las leyes reglamentarias?
No, no pasará nada por este tipo de temas; como no ha ocurrido nada por la sucesión de asuntos de mayor importancia. Por ello, después de avalar los lineamientos para seleccionar a su candidato presidencial, la coalición opositora Va por México, formada por PAN, PRI y PRD, el tres de septiembre difundirá a su candidato; y lo mismo hará el seis de septiembre el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), a cuyo abanderado se sumarán los partidos del Trabajo (PT) y Verde Ecologista de México (PVEM).
Sí, como lo evidencian estos últimos días, la alianza opositora finalmente vio la realidad, reconoció que los partidos oficialistas adelantaban tiempos y concluyó que la única posibilidad que tiene para ganar el dos de junio de 2024, radica en mantenerse unida y no quedarse atrás, pues sabe que la elección será de Estado y que, desde hace dos años, AMLO está utilizando todos los recursos económicos y políticos del Gobierno Federal (incluidos la violencia y el terror) para hacer ganar a su partido.
AMLO sabe que su cara no aparecerá en la boleta electoral de 2024, y ésta fue una de las razones por las que aceleró el destape de los precandidatos de Morena y el inicio de los trabajos de la campaña electoral del año próximo. Además, como se cree dueño del circo, el huésped del Palacio Nacional no quiere perder el hilo de ninguna de sus corcholatas, con lo cual muestra que teme una posible desbandada cuando se defina el candidato morenista.
Pero hay otra razón por la que AMLO decidió que sus corcholatas se placeen en el interior del país: usarlos como una cortina de humo para que los mexicanos se distraigan u olviden los problemas que padecen muchos de sus compatriotas en los estados: pobreza en todas sus modalidades (incluida la extrema), desempleo, inseguridad pública, violencia delictiva, mala atención en los sistemas públicos de salud y educación, y cero inversión en infraestructura básica.
Más allá de lo que veremos durante un año de campañas, los partidos políticos están en crisis, como reflejaron los altos índices de abstencionismo en las elecciones locales de Oaxaca y el Estado de México (Edomex); y porque para la mayoría de los mexicanos, las organizaciones partidistas conforman la misma “clase política” que ni por error representa los intereses de los trabajadores de la ciudad y el campo, de las amas de casa, de los estudiantes y de los mexicanos de las clases medias.
Los partidos políticos de México están en crisis porque no tienen pro-yectos de país con los que se creen las condiciones necesarias para una justa distribución de la riqueza, ya que buscan el poder por el poder; no para servir a los oprimidos, no a la masa empobrecida sino al que con- centra la riqueza que producen los trabajadores. Cada seis años vemos el mismo circo, las mismas falsas promesas.
Los partidos están en crisis porque no representan al pueblo, sirven para garantizar que la clase trabajadora no se rebele. Por eso, los políticos no llaman a votar por una justa distribución de la riqueza nacional, no plantean más empleos para todos, no hablan de buenos salarios y por eso no dicen cómo piensan sacar de la pobreza a los más de 100 millones de mexicanos.
Las campañas ya comenzaron y ningún precandidato puede ocultar el derroche de recursos financieros. En una declaración reciente, Marcelo Ebrard Casaubón, quien conoce el monstruo desde adentro, denunció que, en un solo mitin, Claudia Sheinbaum Pardo, su compañera de partido, se acabó los cinco millones de pesos que le autorizó la dirección nacional de Morena.
A la luz de estos hechos, es más urgente que nunca la organización, politización y educación de los trabajadores mexicanos para conquistar el poder político y cambiar su suerte. En la elección presidencial de 2024, tan malo es el pinto como el colorado.
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