*Perseverantes y dignos hijos de esta tierra, los colonos, campesinos, estudiantes y maestros organizados en el Movimiento Antorchista, van a insistir en la solución de sus justas demandas hasta el último minuto de esta administración estatal.
Chihuahua.- La mala administración de Javier Corral está por concluir, y los antorchistas no dejarán de luchar hasta el último día de su mandato, como una muestra de la dignidad y de la valentía que caracteriza al pueblo de Chihuahua.
En el quinto año de su administración al frente del Ejecutivo estatal, Javier Corral se ha caracterizado por no haber solucionado en la práctica ninguna de las justas peticiones que le han hecho llegar los colonos, campesinos, profesores y estudiantes afiliados en el Movimiento Antorchista.
Esta organización presentó, al inicio de este gobierno estatal, en tiempo y forma, el pliego petitorio en donde se enumeran las demandas urgentes y necesarias que se tienen en las comunidades, rancherías, colonias, escuelas, albergues estudiantiles, tales como lotes para construir una vivienda, paquetes de material (10 sacos de cemento subsidiado) para realizar reparaciones de las humildes viviendas que están en pésimas condiciones; reconocimiento de una escuela primaria, una secundaria y una preparatoria, planteles que vienen funcionando desde la administración anterior y que reunieron todos los requisitos, incluidos los estudios de factibilidad.
También se solicitó el subsidio para la Casa del Estudiante Antonio Sosa Perdomo, que desde hace 36 años viene dando hospedaje y alimentación de manera ininterrumpida a jóvenes estudiantes que provienen de municipios lejanos a la capital y que el gobierno de Javier Corral, sin tomarse la molestia de buscar un pretexto para justificar esta arbitraria decisión, le negó todo apoyo.
Esta historia transcurre en Parral. Como evidencia de la falta de vocación de servicio de la actual administración, está el testimonio de una mujer humilde y trabajadora, la señora Artemia González Viga, quien se ha visto despojada inmerecidamente de su legítimo derecho a una vivienda propia. Artemia vio la luz por primera vez el día 20 de octubre 1972, en un lugar remoto del vecino estado de Durango, Bajío Redondo de Guanaceví.
Debido a la pobreza de la familia, ella ingresó al internado de niñas San Juan de los Iturralde, donde cursó la escuela primaria; pero apenas cumplidos los 12 años de edad, se vino a trabajar a la capital de la plata, Hidalgo del Parral, en casa con una señora de abolengo, que le pagaba 5 pesos por semana, la comida y un catre que compartía con otra trabajadora doméstica. La explotación a la que fue sometida por su patrona, se volvió insoportable, al grado de que, a la edad de 15 años cumplidos, se escapó con un joven apuesto que llevaba leña a la casa donde trabajaba. De este joven matrimonio nacieron 3 hijos: Efrén, Erik Ricardo y Érika.
Como pudieron, se trajeron a su madre de Durango, a doña Juana Viga, quien acabada de enviudar y se había quedado sola allá en el rancho. Entonces comenzaron a buscar una casa más grande donde pudieran instalase con sus hijos y la madre, rentaron en muchas vecindades, viejas y malolientes, sus hijos se casaron y trajeron a sus esposas: la familia se amplió. Y por la necesidad, comenzó buscar cómo hacerse de un lote para construir una vivienda propia donde instalar su numerosa familia. Así fue como llegaron al grupo de solicitantes de Antorcha Campesina, que se reúnen en el Campito de Beisbol en la Colonia Che Guevara.
Al final de la administración de Cesar Duarte, les fueron otorgados tres lotes: uno para ella, otros dos, uno para su madre Juana y el tercero para su hija Érika. Su anhelado sueño se le había hecho realidad; como pudo, pagó el enganche de sus terrenitos en la Tesorería Municipal, en la populosa colonia baluarte de la administración duartista, a la que denominaron Parral Vive, y se comenzó a realizar el sorteo de 500 lotes para familias precaristas, incluida doña Artemia y su familia.
Pero Javier Corral, en su revancha política contra la anterior administración, detuvo todo el trámite, e incluso le cambió el nombre a la colonia, pretextando corrupción en la compra del predio. Por esas venganzas y odios, la señora Artemia se quedó sin sus terrenos, a pesar de haber pagado más de 50 por ciento del costo y de tener además un la Carta de Asignación expedida por el Director de Desarrollo Urbano de Gobierno del Estado. Nada valió para los colonos parralenses, incluidos los cien organizados en Antorcha Campesina, que acariciaron la posibilidad de tener un patrimonio para su familia y a los que se les esfumó como agua entre los dedos, por la injusta decisión del Gobernador. Juana Viga, la madre de doña Artemia, murió sin haber visto realizado su anhelado sueño.
Conocedores de que la unión y la lucha del pueblo trabajador es la única vía para obtener una vida mejor, los antorchistas nunca renunciarán a su lucha por una patria más justa y generosa para todos.
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