Entre los últimos meses de cada año, el Movimiento Antorchista entrega formalmente al Estado y los municipios, la relación de necesidades más urgentes de las comunidades y colonias agrupadas en la organización, para que sean considerados por los alcaldes, sus ayuntamientos y por los Comités de Planeación para el Desarrollo Municipal (COPLADEM), para que sean integrados a los Programas de Obra correspondientes.
Hasta ahora, la práctica no ha fallado. Sean alcaldes que repiten en su puesto o electos por primera ocasión; de uno u otro partido; de un grupo de poder o de otro, todos responden de la misma manera, tratando de hacerse ver poderosos y quienes toman las decisiones: “que las solicitudes de obras quedan sujetas a su aprobación luego de un estudio de viabilidad y que serán propuestas ante el Comité Técnico y el Programa de Obras”.
Como siempre, lo común es que las necesidades de la gente más marginada y humilde no se aprueben. “Vengan hasta febrero o marzo, cuando se sabe cuáles obras son las que se resolverán y habrá dinero para iniciarlas”, se burlan de la gente. Y así año con año tienen que repetir el ritual de entregar nuevas solicitudes y hacer nuevos ruegos y súplicas, quedando a merced de las afinidades políticas y de las ganancias de quienes deciden. Los que ganan y se proyectan son los mismos de siempre, mientras los ciudadanos continúan con las mismas carencias.
Por eso aplica muy bien el pasaje de la gran obra de la literatura universal, Don Quijote de la Mancha, de Don Miguel de Cervantes Saavedra, sobre los consejos que Don Quijote dió a su escudero Sancho Panza antes de que fuese a gobernar la ínsula Barataria, cuando el Duque ya lo había persuadido de cómo debía ir vestido para asumirla. Lo tomó de la mano y lo llevó a su estancia para aconsejarle cómo se había de haber en su oficio.
“Todo esto digo ¡oh Sancho! para que no atribuyas a tus merecimientos la merced recibida, sino que des gracias al cielo, que dispone suavemente las cosas”. Que los grandes oficios y los grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones. Primeramente ¡Oh hijo! Has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada.
Lo segundo, has de poner los ojos en quién eres, procura conocerte a ti mismo, que es es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey...”. Continuó Don Quijote: “Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá? a correrte, y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio.
Conviene señalar que por entonces, la autoridad no solo gestionaba la administración de las cosas públicas; también quien tenía el poder de dirimir los asuntos de justicia, y Cervantes trata en este pasaje, que no hay que perder nunca la conciencia de la fragilidad humana, que el poder y los honores suelen hacer perder la perspectiva de nuestra condición humana respecto de la plenitud de sentido y de ser a la que todos aspiramos, sobre todo, cuando los méritos no se asientan en la conciencia de las limitaciones de la existencia.
¿Estarán conscientes los alcaldes de Querétaro, particularmente los de Cadereyta, Tequisquiapan, San Juan del Río y Pedro Escobedo, por mencionar algunos, que no es por merecimiento suyo la merced recibida, ¿y que deben estarles agradecidos a los ciudadanos (que muchas veces maltratan e ignoran) y al cielo por ocupar el puesto que disfrutan? ¿Estarán conscientes que deben poner los ojos en quiénes son y conocerse ellos mismos para que no hagan como la rana que quiso igualarse al buey? ¿Que deben ser humildes y virtuosos y no soberbios y engreídos? Deben tener presente además que el poder no es para siempre, y quien lo dude, que le pregunte al sanjuanense Santiago Nieto.
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