Son verdaderamente preocupantes las cifras del consumo de drogas en Veracruz, mismas que fueron publicadas por la reportera Fabiola González, en el Diario de Xalapa, el 28 de febrero. Una situación alarmante que refleja la descomposición social del orden económico prevaleciente en el país y de la penetración de los grupos delincuenciales en todos los sectores de la población.
La periodista sustenta su publicación en datos proporcionados por los Centros de Atención Primaria en Adicciones (CAPA), la titula “Consumo de drogas se dispara 58% en menores de 5 a 17 años de edad” y sostiene que en los últimos cinco años el consumo de sustancias psicoactivas entre la población veracruzana ha registrado un aumento del 58.23%, principalmente en menores de 5 a 17 años de edad, de acuerdo con los datos de los Servicios de Salud de Veracruz (Sesver), es decir, son datos del propio gobierno. Una sustancia química psicoactiva es aquella que, al introducirse al cuerpo por cualquier vía y luego pasar al torrente sanguíneo ejerce un efecto directo sobre el sistema nervioso central, que ocasiona cambios específicos en sus funciones, algunos ejemplos de estas sustancias son la marihuana, cocaína, sustancias alucinógenas, heroína, alcohol, cristal.
La nota señala que “durante 2022, en los Centros de Atención Primaria en Adicciones (CAPA) del Sesver fueron atendidos 17 mil 677 pacientes, lo que representa un incremento de 58. 23 por ciento, comparado con las 7 mil 383 personas ingresadas en 2018”.
Sostiene, además, que el incremento en el consumo de estas sustancias registró una tendencia al alza desde el año 2020 a la fecha. Especialmente alarmante es el incremento de adicciones a estas sustancias, en los últimos cinco años, entre las niñas y niños veracruzanos de entre cinco y 11 años de edad, pues se ha incrementado hasta en un 99.3%. En 2018, sólo cuatro niños veracruzanos fueron ingresados en algún Centro de Atención Primaria en Adicciones, y en 2022, la cifra se disparó hasta alcanzar un total de 551 menores de 5 a 11 años de edad (de los cuales 38 son niñas y 513 niños).
El segundo grupo poblacional que registra un aumento en consumo de drogas son las y los adolescentes de 12 a 17 años de edad, pues entre 2018 y 2022, se reportó un incremento de 79. 2 por ciento, al pasar de 1,058 pacientes a cinco mil 095 adolescentes en tratamiento contra las adicciones.
Contradictoriamente, los datos de Sesver refieren una disminución en el consumo de drogas entre la población de 18 y 19 años de edad. En 2018, se tuvo un registro de 3 mil 278 personas atendidas; durante el año pasado, ingresaron mil 278 jóvenes, es decir, 61 por ciento menos. Lo primero que hay que observar es que, en números absolutos, la cantidad es muy alta, tanto en 2018 como en el 2022, y lo segundo es que se trata de datos de un sector poblacional con solo un año en la diferencia de edad, lo que seguramente lleva a errores en los reportes.
La reportera Fabiola González señala que en Veracruz hay 15 Centros de Atención Primaria en Adicciones, es decir, la cantidad de este tipo de clínicas es muy baja pues en promedio un centro tiene que atender a 14 municipios, a lo que hay que sumarle lo pequeño de las instalaciones, el poco equipamiento, la falta de especialistas y reactivos.
Como ya lo señalé arriba, esta situación debe preocuparnos a todos, pues dichas drogas están afectando a la niñez y a la juventud veracruzana, con daños que tendrán efectos de por vida en el cerebro de las personas afectadas, interfieren en sus estudios y en su desempeño profesional y tienen efectos en la desintegración familiar.
La causa de este problema se encuentra en que vivimos en una sociedad en la cual la preocupación fundamental no es la salud y el desarrollo integral de los seres humanos, sino que la organización social, económica y política actual tiene como finalidad la obtención del máximo de ganancia posible para los dueños de los medios de producción (los fabricantes, los banqueros, los grandes comerciantes, los funcionarios que se enriquecen con dinero del erario y los grandes monopolios).
Vivimos en una sociedad injusta con un modelo económico que concentra la riqueza en unas pocas manos e incrementa la desigualdad, con el consiguiente incremento de los pobres y la agudización de la pobreza, una sociedad que nos la pintan como si fuera la única posible y como si fuese eterna, como si los empresarios y los ricos fueran los buenos, pero en los hechos ellos se apropian del trabajo no pagado a los obreros durante la jornada laboral (de la plusvalía). En realidad, los que producen la riqueza son los obreros con su trabajo en las fábricas y los talleres; los albañiles construyendo mansiones y hoteles de lujo y los campesinos que producen los alimentos con sus propias manos, recibiendo un pago miserable por los productos de su cosecha.
Lo más delicado es que algunos partidos niegan esta injusta realidad, niegan la existencia de las clases sociales y otros, de palabra dicen aceptarla, pero en los hechos lo que menos les preocupa es organizar y hacer conciencia entre las clases trabajadoras del papel que ellas juegan, que son el verdadero motor de la sociedad, pues producen la riqueza con el trabajo de sus manos, recibiendo a cambio un salario miserable que apenas y les alcanza para vivir y que tal vez es equivalente solo a una de las ocho horas que trabaja todos los días y, por tanto, no están propiciando que estas clases se organicen para pelear el poder político, para arrebatárselo a los políticos que están al servicio de los grandes capitalistas. Por ejemplo, el partido en el gobierno, que se dice de izquierda le está dando dinero en efectivo a un sector de la población para adormecerlo, para que no proteste por las injusticias de la actual sociedad, para que se conforme con el estado de cosas prevalecientes y no exija la construcción de un nuevo modelo económico en el que la riqueza se distribuya de forma equitativa entre todas las personas, promoviendo con ello la existencia de un grupo de multimillonarios privilegiados. Es decir, deja de lado la lucha política de las clases trabajadoras para manipularlas con la dádiva oficial.
En Veracruz, el gobernador Cuitláhuac García no está tomando medidas para frenar este problema, por el contrario, hay voces que dicen que él y sus allegados están confabulados con los negociantes de estas sustancias.
Por tanto, si no queremos que nuestros niños, adolescentes y jóvenes sigan siendo víctimas de las drogas, primero, necesitamos cambiar a este gobierno y, después, construir un modelo económico nuevo. Porque conforme a los datos que el propio gobierno proporciona, las cifras del número de menores de edad que caen en la drogadicción va en aumento y los narcomenudistas hacen dinero a costa de los menores y convierten en millonarios a los grandes capos de la droga.
Todos tenemos la obligación de estar al tanto de lo que sucede en las colonias, en los pueblos y en las escuelas para frenar este proceso de destrucción de las mentes de los más jóvenes. A corto plazo, además de vigilar a nuestros hijos y estar al pendientes de sus tareas escolares, debemos impulsar la cultura y el deporte en las colonias populares y campesinas, masificando estas prácticas para un desarrollo integral físico y mental de nuestros jóvenes.
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