El grupo islámico conocido como Talibán fue claro y contundente desde que rompieron las negociaciones de paz con el régimen afgano que encabezaba Ashraf Ghani, esto a mediados de julio pasado, anunciando que dejaban las negociaciones confiados que a balas y sangre conquistarían el país, pero esta postura bélica no fue suficiente para que en México se informase sobre el tema.
Entrados en la segunda mitad de agosto de los corrientes, el silencio que los medios habían guardado sobre los avances militares y las atrocidades cometidas por este grupo todavía calificado de como terrorista, tuvo que romperse con la toma de Kabul, capital del país y centro del poder ¿cómo ocultar el hecho de que Estados Unidos era quien verdaderamente mandaba en este país, mientras que los gobiernos eran meros títeres? ¿Cómo ocultar que tras años de ocupación militar los americanos hicieron todo, menos acabar con los que hasta ahora encabezan el Axis del Mal? La tragedia ahora está escrita en más sangre, sobre sangre y devastación.
Con la toma de Kabul la noticia es imposible de ocultar, y vemos como miles de ciudadanos afganos saturan los aeropuertos y hasta se amarran por fuera de las aeronaves para escapar del gobierno talibán; hay lamentaciones, y exclamaciones de horror, pero no los hubo con anterioridad, la información respecto a Afganistán y la estela de destrucción dejada por los talibanes desde hace más de un mes no se dijo nada. La caída de ciudades y arrase de aldeas quedó en mutis; la línea editorial es obedecida al dedillo por los medios internacionales.
Los talibanes fueron armados y financiados por EE. UU. a finales de los 70 para derrocar la República Democrática de Afganistán, un estado socialista que repartió tierras entre campesinos y canceló sus deudas, avanzó derechos a la mujer y cobró impuestos a los ricos.
Fue el 27 de abril de 1978 cuando triunfó la Revolución Saur que proclamó la República Democrática de Afganistán un estado socialista que garantizó derechos jamás vistos en Afganistán. De esta época son las fotos de mujeres sin burka, pues por decreto se garantizó la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, se confiscó las tierras a señores y familia real y se repartió entre campesinos, fueron legalizados los sindicatos, se estableció un salario mínimo, un impuesto a la renta progresivo, se redujo el precio de alimentos de primera necesidad, se prohibió el cultivo del opio, se promovieron cooperativas campesinas, se inició una campaña de alfabetización en un país con el 97% de analfabetos.
EE. UU. no lo podía permitir y como siempre le daba igual las consecuencias. Fue en julio de 1979 cuando oficialmente decidió financiar y apoyar a los talibanes para derrocar a ese gobierno que llevaba a cabo políticas en beneficio de su pueblo. Su objetivo era provocar "un Vietnam", pero al revés, sufrido por un estado socialista. No le importó las locuras mentales del fanatismo religioso de los talibanes. Los financió y apoyó.
Después de 20 años de guerra quedan las muertes colaterales de civiles ignoradas, atrocidades que el ejército norteamericano y de los mismos talibanes.
La estabilidad política y social queda pendiente de un hilo, y las locuras que pueda cometer este grupo islamista son responsabilidad no sólo de ellos, sino de sus creadores; creo que nosotros los mexicanos deberíamos aprender, y recordar que todos somos del mismo planeta, y que por consiguiente lo que pasa en una parte, sin duda repercute en otra.
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