Según los datos de población más actualizados, en México hay 132.31 millones de mexicanos, de los cuales, 92.82 millones están registrados en el Instituto Nacional Electoral (INE); es decir están en posibilidad de votar y ser votados.
En la elección presidencial de 2018, participaron 56.61 millones de mexicanos, en ese entonces, el candidato vencedor fue Andrés Manuel López Obrador, quien obtuvo 30.11 millones de votos, abanderado de la coalición que formaron el Partido del Trabajo, el Partido Encuentro Social (que ya perdió su registro) y Morena. En 2019, en algunos estados se integró a esa alianza el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
Se ha hablado y escrito bastante sobre la obsesión que tenía López Obrador por ser presidente de México; y en el camino a su objetivo final hay datos importantes cuyos correligionarios olvidan intencionalmente o, de plano no conocen; por ejemplo, que renunció al PRI en el año de 1988.
Sí, Andrés Manuel López Obrador, políticamente nació en el PRI y renunció a ese partido porque los priistas de Tabasco, su estado natal, no lo tomaron en cuenta como candidato al gobierno del estado. Ese mismo año inició su campaña política desde las filas de la oposición de entonces, pero, nótese bien, que desde entonces no tenía un modelo diferente de gobierno, sino que su principal y único interés era acceder al poder para hacer lo mismo, en beneficio de él y de su grupo de allegados; no hay otra explicación ante los desastrosos resultados después de casi tres años y medio de su gobierno.
Desde 1988, López Obrador sigue en modo campaña electoral y aún no se desactiva; aquí un recuento, 1988 y 1994, fue candidato al gobierno de Tabasco, en el año 2000, candidato al gobierno de la Ciudad de México. En 2006, 2012 y 2018, fue candidato a presidente de la república.
En 2022 promovió su imagen, prácticamente como candidato, en la revocación de mandato que nadie pidió, pero que él, con el poder de que dispone, se le ocurrió hacer constitucional.
López Obrador, desde 1988, aparece en una boleta electoral cada 6 años, pero en 2018 le pareció mucho el tiempo que tenía que esperar para reintegrarse a su campaña permanente y como ya era presidente; se propuso hacerlo cada tres años.
El hasta hace poco presidente legítimo y ahora presidente de México, ha participado, desde 1988, en 7 elecciones consecutivas, es un viejo lobo de elecciones que debería interpretar más objetivamente los resultados.
Considerando los datos que mencionamos al inicio de estas líneas, sin mayor esfuerzo, podemos deducir que en la elección presidencial de 2018 solo el 33.10 por ciento del padrón electoral manifestó su apoyo para él y la alianza de partidos Juntos haremos historia; es decir, el 66.90 por ciento de los electores no simpatizaban ni compartían las propuestas del entonces 6 veces candidato Andrés Manuel López Obrador. Si entonces la inmensa mayoría estaba desperdigada y votó por candidatos distintos, el pésimo trabajo y los nulos resultados de la actual administración federal hacen que la oposición al oficialismo se una; los resultados de la última elección federal son contundentes.
En esta última elección federal para la revocación de mandato, con una participación del 17.77 por ciento de la lista nominal reportada por el INE, y con todo el aparato de gobierno involucrado de manera descarada y violando la constitución, apenas acumuló 15.15 millones de votos; el 16.33 por ciento. Es evidente que 76.32 millones de votantes, el 68.43 por ciento no siente que la actual administración federal represente y mucho menos que defienda sus intereses.
Ante un panorama así, el presidente y su cofradía, ¿de dónde sacan tanta soberbia para arremeter a cada rato contra las organizaciones legítimamente constituidas que no piensan como ellos?
No hay duda de que la verdadera intención del actual oficialismo era llegar al poder, para hacer lo mismo, que el único cambio sería de los integrantes del grupo en el poder. Ahora con poder y todos los recursos económicos a su disposición, crean y generan las condiciones que les permita seguir beneficiándose del poder mismo.
En la Cámara de Diputados ya se discutió la reforma eléctrica y aunque se desgañiten que representan los intereses del pueblo, nos damos cuenta de que, aprovechándose del sistema político vigente; la democracia representativa, anteponen primero los intereses de sus amigos empresarios. ¿Y los intereses del pueblo?; siguen ahí pendientes. Solo dos ejemplos: ¿Quiénes serán los beneficiarios del Aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA) y del controversial tren maya? ¿Quién utilizará los taxis aéreos que prestarán este servicio en el AIFA? Está claro que el pueblo no es el que utilizará ni se beneficiará con estas obras faraónicas.
Este sector de la población, en primer lugar, necesita obras y servicios que como mínimo, garanticen el ingresar o salir de sus comunidades de forma segura y rápida, obras y servicios de calidad, apoyos al campo que garanticen producir alimentos suficientes, estímulos para hacer que los niños, niñas, jóvenes en edad escolar permanezcan en las escuelas estudiando, garantizar el derecho que toda familia tiene a una vivienda digna.
Contrario a todo esto, y de manera calculada y alevosa, solo promueven e impulsan aquello que más beneficio político les garantiza: las ayudas monetarias directas (que siempre han sido directas); este tipo de política social atenúa algunas necesidades, pero no resuelven nada de las prioritarias necesidades que la gente en situación de marginación tiene. Impulsan este tipo de política social porque les permite hacer lo más ruin con el pretexto de las ayudas, pueden llegar a la gente, con el único fin de condicionarla y aleccionarla para estar o votar hasta en contra de sus verdaderos intereses.
Nada de lo que está pasando nos sorprende, ya preveíamos que algo así llegaría, pero Antorcha no era la única que preveía esta situación. Lideres del EZLN, en 2018, afirmaron que AMLO sería el capataz del futuro, no confiaba que con la nueva administración llegara un cambio verdadero, y remataron diciendo: “…al menos la ilusión actual, (el triunfo de AMLO en la elección presidencial del 2018), alivia esa historia de fracasos… a la que luego se sumará la desilusión prevista.”
Quienes están en contra del pueblo organizado, están utilizando todos los recursos que tienen a su disposición: administrativos, políticos y económicos; para salvaguardar sus privilegios. Actualmente son autoridades, actúan en cada oportunidad que se les presenta de acuerdo con sus intereses, utilizan el privilegio que les otorgó la democracia representativa,
Una vez más, la única herramienta que tiene el pueblo organizado y consciente es su número; siempre es mayoría.
Así lo demuestran los números que se generaron en la revocación de mandato. Solo una minoría se prestó a ese capricho del presidente, la cual no se acercó, y por mucho, a los 30.11 millones que lo eligieron en el 2018. Estamos seguros de que hay otra opción para México: un verdadero cambio al actual modelo económico, para impulsarlo solo necesitamos unirnos porque la 4T, con sus pésimos resultados en política social, en eso nos está ayudando.
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