Cuando hablamos de Nuevo León y queremos parecer regios y conocer sus principales atractivos, no hay duda de que los principales exponentes son: el cabrito, la carne asada y la cerveza. Orgullosamente regios, tierra del esfuerzo y dedicación. Ha cambiado mucho, considerada una provincia, es ahora una gran metrópoli con más de 6 millones de habitantes.
Sus principales íconos empresariales han desaparecido, basta mencionar a Famsa y Gigante. Y, en días recientes, con la venta de la Cervercería Cuauhtemoc-Moctezuma, ya no hay una cerveza que sea mexicana (a menos con tanta presencia nacional), la otra marca más reconocida se vendió en 2012. La empresa vendió el 14.57 de las acciones que aún tenía en su poder y ahora Heineken (holandesa) será la dueña del ícono regiomontano.
Cervecería Cuauhtémoc, S.A. (hoy Cuauhtémoc-Moctezuma), es quizás una de las empresas más antiguas y representativas de Monterrey. Fundada durante el Porfiriato (1890) por un grupo de prominentes comerciantes: Isaac Garza, Francisco Sada, José A. Muguerza y José María Schneider, a los que pronto se unió José Calderón, fue la empresa madre que dio origen a un destacado grupo: Valores Industriales, S.A (VISA, hoy bajo el nombre FEMSA), que actualmente es dueña de Oxxo, Imbera, Torrey, entre otras.
Uno de los símbolos más importantes de Nuevo León deja de pertenecer a mexicanos. Sobre este tema no he leído comentarios del actual presidente, que le gusta hablar de soberanía cuando habla de maíz y petróleo, pero cuando se trata del férreo control de las empresas extranjeras, no dice ni pío.
En estos días, en que se conmemora el 174 aniversario de la publicación del Manifiesto Comunista, nuevamente se pone a la orden del día, algunos de los preceptos que algunos prefieren olvidar, y, en donde por primera vez, se lanzó el llamado a que los proletarios de todos los países se unieran para la defensa de sus intereses. Sí, el principal enemigo del trabajador no es el capital nacional, sino el capital internacional, el cual no conoce fronteras. Y, por tanto, la necesidad de unión de los trabajadores de todos los países, es hoy más necesaria que nunca. En México, aunque obtuvo la independencia formal en 1821, en los hechos seguimos dependiendo de los extranjeros, en prácticamente en todas las ramas de la economía; eso no lo menciona el presidente, que se emociona, nacionalizando el litio, que ya es nuestro desde 1917, mientras ruega porque Tesla, una empresa extranjera, se vaya al sur, porque acá en el norte no hay agua. (Al final se quedó en el norte)
Los trabajadores cada día se ven en peores condiciones, el aumento de los precios es general. Sí en su momento, se dijo que la lucha sindical era insuficiente, que el obrero necesitaba formar un partido político, que el trabajador adquiera conciencia. Ahora, ocupa formar un nuevo proyecto nacional que contemple los intereses de la clase trabajadora mexicana y se alíe con sus naturales, y otros países que busquen el desarrollo compartido.
Las compañías cerveceras, junto a otras grandes empresas internacionales, son las que más consumen agua, que se supone es de los mexicanos y ahora, la lucha por mejorar las condiciones laborales, será cada día más dura. Porque siempre, como ya ha sucedido en otras ocasiones, el día que los trabajadores sean despedidos, se les rebaje el salario, empeoren sus condiciones laborales, etc. y busquen protestar, no se enfrentarán al actual gobierno, que sigue al fin representando los intereses de las empresas, se enfrentan al capital internacional, con el apoyo de sus respectivos países. Y como la guerra de los pasteles, los gobiernos extranjeros, siempre estarán en disposición de enviar sus tropas para hacer valer sus “derechos”, en detrimento de la clase trabajadora del país. Río Blanco y Cananea, sólo como recordatorio histórico.
Ahora, cada fin de semana, cuando obligados por el calor, destapemos una cerveza, sabremos aunque el agua, las fábricas y los trabajadores sean mexicanos, los dueños de todo, serán extranjeros, que siempre prefieren escuchar el grito ¡Viva México!, mientras la clase política, en lugar de construir la unidad nacional busca hacerla pedazos.
La pérdida de la cerveza mexicana es un nuevo llamado a organizarse, prepararse para dar la lucha por recuperar no sólo la parte que nos corresponde, sino todo el país. Ya que la empresa de la que hoy hablo, tiene más de 130 años de su fundación y en ella van la sangre, el sudor y el esfuerzo de millones de mexicanos y no sólo de los fundadores. México, necesita un nuevo proyecto que vele, no sólo de palabra, sino realmente con hechos, acciones y proyectos científicos.
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