MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Y después, ¿qué sigue?

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No hay plazo que no se cumpla, dice un conocido dicho popular, y a los mexicanos se nos cumplió; pues, estamos literalmente a unas horas de acudir a las urnas en lo que se dijo será el ejercicio electoral más grande de la historia del México contemporáneo, donde, también se recordó, lo más relevante será la elección del nuevo huésped del Palacio Nacional.

Lo que diga hoy aquí, seguramente se lee ya pasada la jornada del domingo 2 de junio; no se podrá entonces, por lo mismo, acusar mi opinión de electorera.

Las autoridades encargadas de llevar a cabo los comicios designaron tres días previos a la elección para la reflexión de los electores. A contribuir en esa reflexión dedico hoy mi trabajo.

El mundo entero se aproxima a un gran reordenamiento geopolítico, y estoy muy seguro que en todo esto, nuestro país no será la excepción.

Primeramente, debo decir que no soy partidario de los que creen que la abstención electoral es la mejor conducta que debemos adoptar ahora, nada de eso. Es sabido ya que los ganadores o perdedores de la contienda se deducen de las boletas que contengan las urnas al final de la jornada, por tanto, no salir a votar, no hace la diferencia en ningún sentido.

Es cierto que la abstención significa una opinión negativa y hasta de censura a nuestro moderno sistema democrático, pero, mientras no cambie el modelo de producción que dirige y manipula absolutamente todo, tampoco aquí se gana nada.

Siempre es mejor ir a votar: no dejemos que se pierda también este derecho. Ya llegará el momento en que nuestra vida sea verdaderamente democrática.

Pero advierto que no es recomendable para nadie, y mucho menos para el pueblo trabajador, dejarse llevar ciegamente por la manipulada euforia que pretendieron inducirnos todos los candidatos.

Si lo que prometieron cambiar para mejorar, los que insistieron que lo cambiarían, fuera posible cambiarlo sin tocar nada al modo de producción que sufrimos, eso ya se hubiera hecho hace mucho.

¿Cuántos mexicanos hay aún, que se les fue la vida creyendo y votando, que su vida y las de su familia sigue mal o peor a cada nuevo proceso electoral? “A Dios rogando y con el mazo dando”, suele decir un refrán popular; y a él me atengo yo.

Tampoco recomiendo la angustia por la suerte que sufra tal o cual candidato. Ellos, como ya se sabe bien, suelen actuar como los gatos cuando se precipitan de las alturas: siempre procuran caer parados.

Los perdedores, luego de hacerse los ofendidos por los votantes, casi siempre intentan de nuevo estar en la boleta en futuras contiendas; mientras que los ganadores, jamás se volverán a parar en los domicilios de quienes los favorecieron con el voto. Esto lo sabe cualquier mexicano por iletrado que sea.

Entonces no desesperemos. Lo que tiene que pasar pasará. Y no dudo que algunos resultados electorales ya se tuvieran asegurados antes de las votaciones.

El problema principal al que deben dedicar su tiempo y preocupación los mexicanos es, de manera fundamental, a lo que nos espera después de esta supuesta y reñida contienda electoral, porque es claro que las cosas ya no volverán a ser como antes.

El mundo entero se aproxima a un gran reordenamiento geopolítico, y estoy muy seguro que en todo esto, nuestro país no será la excepción.

Por eso es que amplío aquí la expresión con la que encabezo mi opinión: después de la jornada electoral del 2 de junio, ¿qué sigue para los mexicanos más desamparados?

Desde la segunda mitad del siglo XIX la respuesta ya no es desconocida para todo aquel sincero interesado en el futuro de la humanidad. La cuestión fue ampliamente desentrañada por los creadores del socialismo científico, sobre todo por el genio de Carlos Marx.

Y lo repito aquí una vez más porque es fundamental que lo entendamos: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días (exceptuando la historia de la comunidad primitiva) es la historia de la lucha de clases.” Lo que seguirá después de las elecciones será exactamente lo mismo: lucha de clases.

Y asimilarlo no es cosa menor. Recordemos:

“Todo el mundo sabe que, en cualquier sociedad, las aspiraciones de unos chocan abiertamente con las aspiraciones de otros, que la vida social está llena de contradicciones, que la historia nos muestra la lucha entre pueblos y sociedades y en su propio seno; sabe también que se produce una sucesión de períodos de revolución y reacción, de paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El marxismo ha dado con el hilo conductor que permite descubrir la lógica en este aparente laberinto y caos: la teoría de la lucha de clases.” (V.I. Lenin, Obras Escogidas).

Y la lucha de una clase social, es decir, de los más desamparados por mejorar su suerte, contra la otra clase, o sea, los que todo lo tienen de sobra, y viceversa, no es cosa de lo que podamos escapar simplemente cambiando de personajes políticos en los gobiernos, los congresos y los ayuntamientos.

No olvidemos que nuestro moderno sistema democrático forma parte fundamental de los componentes básicos de la gran superestructura, creada a condición del modo productivo conforme al cual se produce y reparte la riqueza social.

Marx lo dijo así en 1857 en el prólogo a una de sus obras:

“El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia”.

Saber esto es fundamental para entender por qué, en lo esencial, la vida de los desamparados de siempre no va a cambiar con un simple cambio de personajes en el poder.

Lo que sigue después de la jornada electoral para millones de mexicanos será lo mismo: mientras no cambiemos cuando menos el modelo de producción, es decir, seguirá la lucha de clases por la sobrevivencia de nuestras familias.

Y, para los que suelen hacer eco malicioso en estos tiempos de los cantos de sirena que adormecen la conciencia social de los pobres, va un pequeño fragmento que leí un día en la obra que sobre Heráclito de Éfeso citó Rodolfo Mondolfo: “Los necios, aun oyendo, se asemejan a los sordos: el proverbio justamente es testigo de ellos: ‘hallándose presentes están ausentes’”. Ojalá lo entendamos

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