Ricardo López Méndez fue un célebre compositor y poeta yucateco nacido el 07 de febrero de 1903 en Izamal, ciudad reconocida por su prolífica producción artística y cultural. Desde muy joven el poeta destacó por su talento literario, escribiendo sus primeros versos a los 15 años. En 1925 su obra “El poema de las Alas” fue declamado públicamente frente a un importante grupo de literatos yucatecos, lo que lo proyectaría en su medio local augurándole así una exitosa carrera. Su primer poema hecho canción fue “Languidece una estrellita”, musicalizada por Ricardo Palmerín. Otras de sus obras fueron musicalizadas por Gabriel Ruiz Galindo e incluso Agustín Lara musicalizó su poema “Puerto Nuevo”.
Sus poemas forman parte del amplio repertorio sentimental característico de la trova y poesía yucateca, destacando la obra “Nunca”, musicalizada y dada a conocer a nivel nacional por Guty Cárdenas. A pesar del carácter romántico de su trabajo una de sus obras se convirtió en un homenaje a México, esto como resultado del contexto social que le tocó vivir. En aquel período Yucatán se encontró en una caótica situación política después del fusilamiento en 1924 del líder socialista y ex gobernador del Estado, Felipe Carrillo Puerto, con quien Ricardo se vinculó desde 1920, y de quien recibió el nombramiento como director de la Biblioteca Zamná del Partido Socialista del Sureste. López Méndez acompañó al insigne “Apóstol del socialismo en Yucatán” en su último viaje al oriente de la entidad, después del cual fue fusilado. Es en este contexto que sus creaciones literarias adquirieron tintes patrióticos.
Ricardo López Méndez recibió el sobrenombre de “El Vate”, con el cual fue reconocido a nivel nacional. Un vate es un poeta que profetiza el devenir y canta la memoria de su pueblo. El izamaleño recibió este apelativo que llevó con orgullo a lo largo de su vida literaria en honor a su genio creativo y al arraigo de su obra en la sensibilidad del pueblo mexicano que lo hizo su cantor por excelencia a partir de la que tal vez fue su poema cumbre: “El Credo”, también conocido como “México, creo en ti”. Este es un poema que despertó el reconocimiento hacia su autor en 1940, cuando fue publicado.
Antonio Mediz Bolio, otro célebre poeta yucateco otorgó el título de “El Vate” a Ricardo López Méndez alegando que nadie había expresado con tanto ímpetu el amor hacia la patria mexicana en una poesía. De acuerdo con Alfonso Reyes “en ella, la voz de López Méndez se convierte en voz de su pueblo y ejerce así su más alta función”.
En el Movimiento Antorchista coincidimos con esto, pues creemos firmemente que el arte nace del pueblo, recoge lo que el pueblo dice, lo que canta, lo que siente, lo que llora, celebra o alegra; y con su talento transformador le da forma produciendo así maravillosas obras de arte.
“El Credo” es un ejemplo del sentir auténtico del pueblo esculpido en un poema desde los primeros versos: “México, creo en ti, / como en el vértice de un juramento, / Tú hueles a tragedia, tierra mía, / y sin embargo ríes demasiado / acaso porque sabes que la risa / es la envoltura de un dolor callado".
En estos tiempos de pandemia y de verdadera incertidumbre, es necesario recordar el origen del autor de este poema para reivindicar nuestro afecto a nuestra patria pero sobre todo para convertir ese afecto en combustible para lanzar un grito de protesta exigiendo justicia y mejores condiciones para el pueblo yucateco. Hemos advertido enérgicamente que tanto el gobierno estatal como el federal han recortado cada vez más los presupuestos para el trabajo cultural y artístico entre la gente más modesta.
Las necesidades espirituales son tan importantes como las necesidades materiales; sólo el arte puede sensibilizar y resanar nuestra sociedad para construir un mejor futuro. El Estado reduce el arte a un simple medio de recreación y ocio y no dimensiona el verdadero impacto que puede ejercer en quien lo aprecia y lo practica. Es por esto que rendimos homenaje a un artista popular como recordatorio de que el pueblo mexicano necesita conocer el verdadero arte que nace de las entrañas de los más sencillos.
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