En Chiapas, como en otros estados con predominancia indígena, muchas de las comunidades se rigen por usos y costumbres. Y aunque pasan los años y se sufren algunos cambios, las tradiciones se mantienen vivas desde hace siglos, y esa esencia que conservan nos hace reflexionar sobre la importancia que tiene la unidad y cooperación de los pueblos, pues mientras más unidos, más fuertes.
Zinacantán, en el estado de Chiapas, es un municipio cuya población pertenece mayoritariamente a la etnia tzotzil.
Es impresionante ver el trabajo en equipo de los pueblos tzotziles, de lo que mis ojos pudieron ser testigos y puedo describir con el permiso que me otorgó la comunidad.
La floricultura es una de las principales actividades productivas de sus habitantes, las flores que siembran, las bordan y las portan en su vestimenta.
Sus prendas más icónicas, el pok’u’ul, que se trata de un sarape usado por los hombres, y las mujeres utilizan falda y blusa con motivos florales, además de un moxib o maxibal, prenda semejante a un chal, para el frío.
Es impresionante ver el trabajo en equipo de los pueblos tzotziles, de lo que mis ojos pudieron ser testigos y puedo describir con el permiso que me otorgó la comunidad de acercarme a sus actividades.
El pasado viernes 5 de julio, se celebró la clausura de los centros educativos de la comunidad de Elambó en Zinacantán, Chiapas. Los habitantes se organizaron para realizar la graduación 2024; estuvieron presentes en el programa cívico-cultural, escucharon el mensaje de las autoridades de la comunidad, y al terminar la ceremonia, tocó el turno de compartir los alimentos.
Se escuchaba a un grupo musical para seguir con la fiesta, mientras los hombres colocaban las mesas y sillas para atender a sus invitados, y por otro lado las mujeres ya estaban listas para servir el alimento sagrado.
Se sientan los invitados y de pronto observas una cadena humana; los hombres jóvenes y mayores forman una fila desde la cocina hasta la mesa principal, llegan las tortillas en tol, chiles picados, limones y arroz, y los colocan en la mesa.
Entonces, comienzas a observar cómo el plato de comida llega a tu lugar, en donde se encuentran el agente municipal y su comité, el padrino de generación, maestros y otras personalidades.
La cadena humana se organiza para ir pasando de mano en mano cada plato de comida hasta llegar a la mesa, y no puede faltar la bebida arraigada a las tradiciones de Los Altos de Chiapas, el famoso pox.
Por otro lado, las mujeres están en la cocina sirviendo cada plato, torteando y cuidando a los hijos.
Dicen que los roles de género son rígidos en cuanto a las tareas que les corresponden a hombres y a mujeres, por lo que ellos se ocupan de las labores del campo y participan en las decisiones colectivas, mientras que ellas se abocan al cuidado del hogar y a la crianza de hijos e hijas.
Los tzotziles conservan un fuerte arraigo a su identidad indígena, que va desde su indumentaria tradicional y comida, hasta formas peculiares de religión.
Pero sobre todo la organización en su toma de decisiones para buscar un bien común. Es un gusto estar en esta etnia y orgullo al saber que la comunidad sigue firme en su decisión de estar adherida en las filas del Movimiento Antorchista.
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