Transcurre ya la primera mitad de las campañas federales con miras a la renovación de la presidencia de la república, 128 escaños en el Senado y 500 curules del Congreso Federal, de igual manera a nivel estatal avanzan los candidatos que pretenden conquistar 30 curules en el Congreso Local y 58 ayuntamientos.
Como lo señalaba en colaboraciones anteriores, estamos ante más de lo mismo, pues en los 45 días de campaña federal y los 20 de las locales vemos acciones que se repiten hasta el hartazgo: fotografías saludando afectuosamente, manifestaciones de humildad como el comer en mercados o casas de personas de bajos recursos; recorridos por colonias y comunidades exponiendo las propuestas y pidiendo la confianza ciudadana, en fin, los rostros sonrientes de los aspirantes están por todos lados pretendiendo generar confianza del electorado.
Hoy la posibilidad de aspirar a algún cargo es casi imposible toda vez que, aunque sea el más modesto regidor, los lugares están secuestrados por las elites de los partidos.
Lamentablemente esta circunstancia rápidamente pasa y una vez concluida la elección vuelve el olvido a la gente; después del día de los comicios resulta casi imposible acceder a quien ganó, y quien perdió de plano desaparece de la escena pública, además algunos perdedores lo hacen molestos por no obtener el cargo al que aspiraban, o de plano decepcionados por la falta de respaldo mayoritario.
Ante tan lamentable circunstancia, es necesario que el pueblo entienda que la democracia actual está muy lejos de ser el medio a través del cual llegue al poder el pueblo.
Hoy la posibilidad de aspirar a algún cargo es casi imposible toda vez que, aunque sea el más modesto regidor, los lugares están secuestrados por las elites de los partidos, que la gran mayoría de las veces es para dar lugar a familiares, amigos e incondicionales, olvidando por completo la trayectoria o la representación social de los ciudadanos; aquí sólo importan los intereses de grupo.
De lo anterior se deriva que actuemos con amplia responsabilidad y en virtud de ello no tomemos decisiones poco reflexionadas como resultado del ofrecimiento de algún apoyo, que poco dura, o por la amenaza de que nos quiten algún programa público si no se apoya al partido oficial.
Todos debemos entender que el voto es el medio a través del cual podemos elegir a quien se comprometa seriamente a atender los problemas sociales, o en el mejor de los casos para votar por el menos malo.
Por eso, cualquier determinación que se tome debe ser reflexionada con cuidado; lo mejor es tomar decisiones en colectivo buscando que los compromisos se hagan en conjunto preferentemente, para que en caso de no encontrar respuesta se exija en grupo y ello obligue a cumplir lo ofertado.
Las anteriores son ciertamente recomendaciones que pueden resultar útiles ante la proximidad de las elecciones, pero sobre todo es fundamental que entendamos que cualquier obra trascendental sólo puede ser resultado de la unidad del pueblo.
Así ha sido siempre, porque las grandes obras materiales como la muralla china, las pirámides egipcias o las catedrales en las principales ciudades del mundo son resultado del trabajo colectivo.
Asimismo, las revoluciones sociales son protagonizadas por las masas enardecidas; ejemplo de ello es la lucha por la independencia en nuestro país iniciada en 1810 y la Revolución mexicana de noviembre de 1910, hechos históricos que no podrían explicarse sin el protagonismo del pueblo.
Por ende, ante la debilidad de la democracia y porque se acentúan males como la carencia de medicamentos o la inseguridad, resulta indispensable que persistamos en nuestra unidad, que fortalezcamos los lazos de fraternidad y no desistamos de nuestra aspiración de lograr una patria más justa.
Por todo lo anterior, urge que sigamos trabajando en la conformación de una fuerza social que tome en sus manos el poder de la nación y la conduzca a un estadio superior. He ahí la tarea: no desistamos; tarde o temprano lo lograremos.
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