Yo creo que las mujeres que protestaron recientemente frente a Palacio de Gobierno en Colima contra los feminicidios, tienen razón. Por cierto, registro que no es la primera vez que lo hacen sin ser escuchadas. Tienen razón, porque la conocida ola de violencia que hoy nos azota no respeta género, religión, edad, condición social, ni nada. Pero, además, tienen razón también, porque ya casi es esa, es decir, la manifestación pública, la única manera de hacerse escuchar por las autoridades. No obstante, mi condición de género, yo también me sumo desde aquí y con lo que puedo, a su valiente e ignorada protesta, pues, considero que no hay nada más humano y solidario, como unirse en contra de la muerte.
Como todos ya sabemos, están próximas las celebraciones del día del niño y también de la madre, y, por lo mismo, no es difícil imaginar el terrible vacío que significará la ausencia de nuestros muertos. La tragedia será inevitable: un día célebre de niños sin madre por causa de la violencia, pero también, de madres desoladas sin hijos con quien regocijarse por la misma causa. Ya es momento de actuar. Por eso reitero desde aquí mi desinteresado y modesto reconocimiento, a las mujeres valientes que alzaron la voz. Bien por el ejemplo.
Pero como ya dije, pareciera que las autoridades de ahora no reparan ni por asomo, del gravísimo daño que están sufriendo las y los colimenses, a causa de las terribles consecuencias generadas por la ola violenta que padecemos. “Cero feminicidios en Colima en 2022”. Así publicó una nota un medio local el día de hoy en su primera página, que, por el contenido de la misma, pareciera una inmediata respuesta a la protesta de las mujeres que referí arriba. Se dijo ahí, que, con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) “A pesar de que en las últimas semanas se han registrado varios asesinatos de mujeres en la entidad, las autoridades estatales y federales no han registrado ningún feminicidio hasta marzo de este año” (Diario de Colima).
Muy bien, pero, sostengo que, el que no lo registren, no significa que no hayan sucedido. Por eso, y porque yo sí les creo a las protestantes, me uno a la opinión que el mismo medio publicó el mismo día en su editorial con el título, “Cifras maquilladas”; dijo ahí el medio: “Resulta inadmisible, que en un estado donde la violencia de género y el contexto de inseguridad actual provocan víctimas mortales de manera frecuente, la institución procuradora de justicia maquille o definitivamente oculte, los casos de ese delito cometido contra las mujeres”.
Pero hay más sobre esto que dijo el medio, que yo creo que debe ser registrado bien a bien por todas las mujeres que protestaron. “Pero, además, si ocultan el problema, por lógica (significa que, -digo yo-) las autoridades no tienen la mínima intención de implementar medidas para combatir la violencia feminicida, ni tampoco para buscar que se haga justicia a los cientos de mujeres que en el pasado fueron asesinadas y sus victimarios siguen impunes”. Y he aquí la verdadera razón de por qué retomo yo el tema en este trabajo.
El verdadero problema, no es que las autoridades encargadas de la procuración de justicia estatal maquillen u oculten el tema del feminicidio, sino que lo hagan, maquinando dolosamente la manera de rehuir a la responsabilidad que tienen en todo esto, y dejar en el completo abandono los casos de mujeres asesinadas. Nada más inhumano e insensible.
Pero, para desgracia de todos, yo creo que la situación es aún peor de lo que parece. Opino que, si el gobierno a través de su titular de la Fiscalía General del Estado (FGE), pretende negar el feminicidio maquillando u ocultando los casos para no atenderlos, ¿qué podemos pensar entonces, de todo el resto de homicidios que suceden todos los días por todos lados?, ¿también ahí se están ocultando y maquillando los casos para no atender la justicia que merecen?
Sólo que aquí, curiosamente, las autoridades están enfrentando ya, a parte de las protestas contra el feminicidio, dos nuevas manifestaciones de protesta: la de los muertos, por un lado, y los desaparecidos, por el otro. Veamos.
El medio que ya cité, dijo sin dar cifras, que fueron cientos las mujeres que protestaron en días recientes contra el feminicidio. Ese mismo medio, dijo también el martes 26 de abril pasado así: “Más de 500 cuerpos no han podido ser entregados a sus familiares”. He aquí la protesta de los muertos que yo refiero. El presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Colima (CDHCE), Roberto Ramírez, reconoció que existe una crisis forense debido a la alta cantidad de cuerpos sin identificar; “no hay elementos periciales para gestionar la entrega de víctimas a sus familiares”, dijo el funcionario; con lo que se demuestra, que, en Colima, morirse no necesariamente significa descansar en paz.
Aquí llama sumamente la atención dos cosas: la gran cantidad de muertos sin identificar que guarda el gobierno como prueba de la inseguridad que se vive en la entidad, por un lado, y la singular protesta de los muertos en su búsqueda de ser identificados para llegar a sus familiares, por el otro. Nada más sorprendente. Pues no obstante mi condición de vivo, también me uno aquí a la protesta de los muertos. ¡Exigimos ser identificados!
Y finalmente está la protesta de los desaparecidos. Y curiosamente, aquí los que no están, pareciera que protestan precisamente con su ausencia. Según datos de la Comisión Nacional de Búsqueda, encargada de llevar el registro y seguimiento de víctimas de este delito en el país, son 1,436 personas desaparecidas y no localizadas en el estado: 1,023 hombres y 413 mujeres. Del total, 285 víctimas son menores de 18 años, donde el 57.1% son mujeres (mismo medio citado, 28 de abril). ¿También aquí hay ocultamiento y maquillaje por parte de las autoridades, para no buscar a los desaparecidos?
Para terminar, hago un respetuoso llamado a todos los colimenses de buena fe, pero en especial, a mis queridos compañeros Antorchistas para que estemos atentos a todas estas injusticias. Como vemos, el abandono oficial no sólo está presente entre los vivos, y nunca sabemos cuándo vamos a necesitar la solidaridad y la humanidad de todos. La voz de alarma de hoy por los que no están, puede ser la voz que nos hará justicia mañana.
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