Me preguntan los compañeros y compañeras qué deben hacer ante el hecho de que se ha complicado la lucha en las colonias, los ejidos, los poblados; más en estos tiempos en que de repente han aparecido, un día sí y el otro también, personas que dicen tener la solución a los problemas, por complicados que estos sean.
Estas personas se presentan con el ofrecimiento de entregar apoyos a la canasta básica, recipientes de almacenamiento del vital líquido “el agua”, medicina básica, cuadernos y libretas para los que estudian, incluso uniformes, zapatos, etcétera. Estos a su vez se quejan de que escasea el agua, de que no llega más que aire aunque el recibo y el cobro respectivo no falta.
Macaria García Rodríguez, por más de 20 años, luchó por lograr una vida mejor para su pueblo, pero sucumbió ante la maldita enfermedad y la realidad que está viviendo el pueblo mexicano.
Se quejan de que hay una plaga de roedores (tanto ratas como ratones) debida a que la basura se acumula en las esquinas o incluso a media calle. Esto causa enfermedades de la piel y respiratorias, pues el agua del drenaje se acumula en charcos pestilentes por días y semanas, y no hay poder humano que solucione dichas situaciones.
De entrada, el posible lector ve una contradicción ante el problema planteado: por un lado, la gente se ha desmovilizado, pues parece que se le están solucionando sus problemas y, por el otro, se nos dice que hay uno y mil problemas afectando la vida en colonias, ejidos y comunidades. Incluso en varios casos, son ya afectaciones alarmantes, y no se explican bien a bien la situación.
Esto se debe a que, efectivamente, hay una contradicción en cuanto a cómo la autoridad resuelve la problemática general y al hecho de si, al recibir alguno de los apoyos individuales, se resuelve la familiar.
Esto se debe a que, sobre todo en las colonias, las diferentes actividades de los colonos les impiden coincidir en tiempo y lugar para discutir y analizar qué hacer ante los problemas de la colonia, ya no de ellos como familia, sino de la colonia como un todo.
La realidad nos muestra que, ante situaciones extremas, la propia necesidad obliga a los colonos a reunirse y emprender acciones conjuntas. Es así como hemos visto a colonias tapando vialidades porque –atención– exigen que la autoridad asista a resolver la fuga del agua de drenaje, que lleva varios días y que ya es insoportable, por ejemplo.
Pero no hemos visto la misma movilización, es decir, que los colonos se organicen y salgan a exigir que se les construya el drenaje o el sistema de agua potable, o se les incluya en programas de adquisición o mejoramiento de vivienda. Dichos programas están sin presupuesto, ya no se promueven o se han dejado a la iniciativa privada, a los desarrolladores inmobiliarios, a los particulares.
Un ejemplo claro y grave es la situación de la salud. Es decir, hoy el colono al enfermarse ya no corre a la clínica del IMSS o al Centro de Salud de la SSA, hoy va corriendo al consultorio Simi, paga la consulta y compra la medicina genérica, pues ir a la clínica significa retrasar la cura, ya que no hay consultas, están saturados, no hay medicinas, no hay estudios y, curioso, no hay movilización, no hay protesta. El problema es que no todos tienen para la Simi y la medicina genérica.
Producto de esta situación: estuvimos en el panteón De La Cruz de Ciudad Victoria, despidiendo a nuestra querida compañera Macaria García Rodríguez, de apenas 62 años, quien contaba con toda una vida por delante. ¡La diabetes se la llevó! Ella, que por más de 20 años luchó por lograr una vida mejor para su pueblo, sucumbió ante la maldita enfermedad y ante la realidad maldita que está viviendo el pueblo mexicano, misma que acabamos de describir.
“Doña Maca”, como le decíamos de cariño, fue originaria de Ciudad Victoria. Sus padres, ya fallecidos, Santos García Perales y María Mauricia García Montelongo, pudieron estudiar sólo hasta la secundaria y se ganaban la vida trabajando.
Macaria fue la segunda de tres hermanos; con mucho esfuerzo llegó hasta la secundaria. Al terminar, se incorporó a trabajar. Se casó con su esposo José Martínez Cruz y tuvieron tres hijos. En la lucha por dar a su familia mejores condiciones, se organizó en Antorcha Popular e inició un esfuerzo que pronto la destacó entre los demás compañeros.
Una vez formado su grupo de Antorcha Popular, trabajó incansablemente para que creciera, se nutriera, se desarrollara. Pronto lo encabezó en la lucha por sus demandas y junto con otras de sus compañeras formaron el pleno del grupo (Órgano de dirección), el cual se reúne cada semana, estudia, analiza el avance de la solución del pliego petitorio, programa y propone en la asamblea las acciones a realizar. Asistía a los llamados de la organización y participaba con entusiasmo y dedicación en las actividades, en las salidas, en las movilizaciones ¡en la lucha!
Ello la llevó a ser nombrada representante (de su grupo y pleno) en el pleno municipal, pasando –como ya dije– a formar parte de la dirección del trabajo y a comprometerse con su energía y entusiasmo a impulsar la educación, formación y crecimiento de esta vanguardia, que permita consolidar a la organización de los pobres de México: el Movimiento Antorchista Nacional (MAN).
El movimiento cuenta con un “proyecto científico” para conducir con esa vanguardia la lucha del pueblo de México a la toma del poder político, y ahora sí, con el pueblo gobernando de verdad, incidir en las tareas que le permitan avanzar en su desarrollo para alcanzar los estadios, regímenes o sistemas económicos donde el pueblo pueda vivir mejor.
Entonces, ¿qué hay que hacer? “Doña Maca”, con su hacer, nos mostró, nos enseñó el camino. ¡Organizarse y educarse! ¡Educar y organizar! Construyendo el arma política del pueblo: su partido. ¡Compañera Macaria García Rodríguez, salud!
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