Nadie duda que es urgente y necesario retomar las clases presenciales ya que la educación en línea es un fracaso rotundo y es un error profundo de parte del Gobierno federal, pues tiene como resultado comprobado la segregación de los estudiantes de familias pobres, quienes están optando por abandonar la educación y ponerse a trabajar para ayudar a sus familias. Y aún los niños y jóvenes que logran conectarse a la red para atender las clases encuentran serias dificultades para realizar las tareas y sobre todo para adquirir y consolidar los conocimientos, de manera que el proceso educativo se ha convertido, como muchas cosas en este gobierno de la “Cuarta Transformación” en una total y cada vez más cínica simulación, en la que los resultados no importan.
Esto es así, porque los encargados de la política educativa no sufren estos problemas, pues ellos pueden atender a sus hijos, mantenerlos conectados a la red, con las herramientas que sean necesarias o hasta los pueden mandar a recibir clases particulares. Millones de pobres no pueden, y sufren la angustia de ver como se desmorona el futuro de sus hijos sin poder hacer nada, pesar que solamente los que la sufrimos la podemos comprender.
Pero también es vox populi, por lo menos aquí en Campeche, la oposición de la gran mayoría de los padres de familia y de una parte muy importante de los profesores, para que se reinicie el regreso a las aulas sin haber antes controlado de manera definitiva la pandemia de la covid-19, pues hacerlo es poner en riesgo a lo más valioso que tiene el país, que son los niños, a que se incrementen los contagios y las víctimas fatales, sobre todo a raíz de la aparición de las mutaciones del virus, que son más contagiosas y más letales y pueden afectar con mayor incidencia a personas de edades tempranas y ya no solamente a adultos mayores o adultos a secas.
Este temor no es fantasía ni ganas de meter ruido, se basa en una preocupación real, como lo demuestra el no tan conocido caso de la niña Ana Clara Macedo dos Santos que estudiaba en Campinas, San Pablo, Brasil, de 13 años, quien se contagió de la covid-19 tras su regreso a la escuela y murió el pasado 24 de febrero por graves complicaciones derivadas de la enfermedad. Esto en el segundo país del mundo con más muertes por la pandemia… México es el tercero.
Ya desde el año pasado con el anterior Secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, se oían las piedras en el río de regresar a clases presenciales en los estados en semáforo epidemiológico verde (en ese entonces Campeche y Chiapas), y se manifestó dispuesto a lograrlo, como uno de sus principales objetivos, encargo directo del mismísimo Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador. Pero se le nombró embajador de México en Estados Unidos, y le sucedió en el cargo la célebre profesora Delfina Gómez Álvarez, ex súper delegada de programas sociales en el Estado de México y ex presidenta municipal de Texcoco, estado de México, en donde se vio envuelta en escándalos por cobrar el diezmo los empleados del Ayuntamiento para financiar campañas políticas, como ella misma lo admitió.
La profesora, en tomando el cargo, se adelantó a decir también que su principal misión (no, no es la educación de los niños mexicanos) es el regreso a clases presenciales. Y ni tarda ni perezosa, ya nos visitó, comedida, recorrió diversas escuelas de nivel básico, acompañada de la subsecretaria de Educación Básica, Martha Velda Hernández y del secretario de Educación de Campeche, Ricardo Koh Cambranis, donde “dialogó” con maestros y padres de familia sobre “las condiciones para el aprendizaje en sus comunidades”, recalcó que “no habrá imposiciones para el regreso a clases y sólo se realizará con semáforo en color verde”.
Al mismo tiempo, dio a conocer que, en Campeche, segundo estado del país en semáforo epidemiológico en color verde, realizará del 1 al 12 de marzo una encuesta con padres de familia y docentes para conocer su opinión sobre el regreso a clases presenciales. A los profesores ya los habían presionado y tratado de convencer con las vacunas y ahora la profesora viene prometiendo equipar, acondicionar y pintar las escuelas que acepten regresar a clases, para “motivarles” a hacerlo (¿Será más importante unas latas de pintura que la vida de los educandos?).
La verdad es que la urgencia ni fue de Moctezuma Barragán ni es ahora de Gómez Álvarez, sino de Andrés Manuel López Obrador. Podemos tratar de adivinar qué hay detrás de esa urgencia, pero yo solamente me limitaré a explicar que NO es la preocupación por la educación de la niñez mexicana.
Sí así lo fuera, o no se habría implementado el Aprende en Casa dejando a millones de pobres sin posibilidad de mandar a sus hijos a estudiar, o se habría implementado procurando con todo el poder de la Nación crear las condiciones para no excluirlos: internet universal y gratuito, dotar a TODOS de todas las herramientas necesarias tales como computadores, teléfonos inteligentes, impresoras o acceso a impresiones gratuitas, asesorías, líneas de apoyo a quienes tuvieran problemas, estímulos a profesores, material necesario para las clases en línea y adecuación lo más flexible posible a los métodos, programas, trámites y protocolos para asegurar la asistencia de los niños y la efectividad de las clases.
No, no es culpa de los padres, ni de los profesores, ni es culpa de la pandemia, es culpa de una mala política educativa que tiene en el centro de sus preocupaciones quien sabe que otras cosas, pero no la educación de los mexicanos.
En estas condiciones, y con la experiencia que se tiene acerca de las encuestas y consultas estilo 4T, capaces de exonerar a presuntos violadores y de lograr votaciones a modo, como en el caso del Tren Maya en la que obligaron a los “jóvenes construyendo el futuro” a ir a votar por el SÍ, so pena de quitarles el programa, ¿qué podemos esperar?
No podemos confiar en las encuestas cuchareadas de López Obrador, y ya podemos adivinar que van a dar como resultado un falso y criminal SÍ al regreso a clases, aunque los padres campechanos en realidad no quieran, por la salud y la vida de aquellos por los que son capaces de morir o matar.
Y todo ¿para qué? Eso habría que preguntársele a López Obrador, pero le aseguro desde mi modesto punto de vista que muy poco tiene que ver con la educación de los niños y tiene más que ver con su imagen personal y el próximo proceso electoral. El tiempo todo lo revela.
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