Hace ya un año, desde hace 365 días durante el día o la noche, en la oscuridad o con la luz del sol, niños, jóvenes, adultos, mujeres y hombres que tienen todo el derecho a vivir en el territorio donde habitaron sus ancestros, son bombardeados indiscriminada y cruelmente por uno de los ejércitos más modernos de la actualidad, el ejército de Israel. Las familias que están sufriendo esta agresión tan descomunal y desigual, son las familias palestinas, que al día de hoy llevan 42 mil muertos y de los cuales, 17 mil han sido niños.
Se quiere acabar con una nación, con una raza, se quiere acabar completa y absolutamente con un pueblo.
En ninguna guerra, ni de la antigüedad ni de la época moderna, en ningún conflicto bélico han muerto tantos menores de edad como los que han sido asesinados en esta última guerra, es decir, jamás en proporción con el número de muertos, fue tan alto el número de niños, como los que ahora presume haber asesinado el ejército sionista de Israel y la explicación para ello, es muy clara: el objetivo de Israel es borrar a los palestinos del mapa, disminuir drásticamente la fuerza, influencia y el territorio que habitan los pueblos árabes en el Medio Oriente para extender su dominio más allá de esas fronteras que le fueron asignadas por la ONU en 1947, en una resolución a todas luces ilegal de la Organización de las Naciones Unidas, auspiciada por el imperialismo norteamericano al que le urgía colocar a una pieza incondicional en una zona en la que no gozaba, ni goza de gran simpatía.
Es indispensable que los pueblos del mundo tengamos claro que no es cierto que se esté desarrollando una guerra entre iguales en la Franja de Gaza, es necesario que todos estemos conscientes de que ante los ojos de la opinión pública del mundo, que en tiempo real y a través de todos los medios de comunicación, de las redes sociales se viene asesinando con absoluta impunidad a un pueblo al que se ha decidido, desde Washington, desde la OTAN, desde el imperialismo judío, borrar como ya dije, del mapa, es decir, se está cometiendo un genocidio, se quiere acabar con una nación, con una raza, se quiere acabar completa y absolutamente con un pueblo.
Está ocurriendo justamente lo que todo mundo condenó del nazismo hitleriano que consideró a los judíos, a los hijos de Israel, como una raza que merecía ser aniquilada, y hoy, ocurre justamente lo mismo, a manos de quienes sufrieron la agresión de los nazis. Los imperialistas, los poderosos, los grandes millonarios de origen judío se consideran superiores a los árabes y quieren apoderarse de todo ese territorio que históricamente ha sido habitado por estos pueblos; no hay palabras que puedan describir el horror de ver los cuerpos desechos de menores de edad, de niños en la más tierna de las infancias que resultan pulverizados por las bombas lanzadas por la aviación más poderosa del medio oriente, que es la de Israel. No hay palabras para describir los horrores de esos bombardeos hechos con fósforo blanco que queman todo a su paso, no es posible imaginar el sufrimiento de los que se han quedado sin casa, sin agua, sin alimentos, sin medicinas por la destrucción de sus hogares de sus escuelas de los hospitales y por el bloqueo feroz de un ejército dominante en la zona que no permite que les llegue lo más indispensable. Más de las dos terceras partes de las edificaciones que había en Franja de Gaza han sido reducidas a polvo. Se han desplazado, además, a 5.9 millones de palestinos.
Hoy a un año de que se continúa con este terrible atentado contra la humanidad, es necesario que los antorchistas reaccionemos como gente bien nacida, con lo más humano que podamos tener para repudiar estas agresiones y unir nuestra voz a la de millones de trabajadores de amas de casa, de millones de empleados quienes en el mundo entero reclaman paz inmediata para el pueblo palestino, respeto a su territorio, respeto a su derecho a existir.
Los antorchistas no podemos quedarnos al margen, tenemos que repetir como lo escribió un músico y a la vez un gran poeta, “que nada en el mundo nos sea indiferente”, que no nos sea indiferente la injusticia, que no nos sea indiferente la violencia destructiva contra los pobres del mundo, que no nos sea indiferente el dolor de los trabajadores, aunque estén al otro lado de nuestro planeta; los antorchistas también debemos exigir libertad y justicia para Palestina.
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