Las elecciones de 2024 están a la vuelta de la esquina, y aunque ya este 2022 comenzamos a ver cómo se mueven las piezas en el ajedrez político, 2023 será el movimiento final que determine el curso de las elecciones y, por tanto, del país entero.
Uno de esos movimientos es el Proyecto del Presupuesto de Egresos de la Federación 2023 (PPEF 2023), que ya inició los protocolos correspondientes, y ha comenzado a notarse a donde irán a parar los impuestos pagados por los mexicanos. En días recientes se turnó el proyecto a las distintas comisiones de la Cámara de Diputados para su revisión y análisis, pues debe ser aprobado por los miembros del Congreso de la Unión antes del 15 de noviembre.
Los que se sabe por ahora del presupuesto para el siguiente año, es que tendrá un gasto neto de aproximadamente 8.3 billones de pesos, esto quiere decir 11.6 por ciento más que el gasto de 2022, y que será, además, según información de El Economista, el presupuesto más alto de los últimos 14 años.
Llama la atención que una de las propuestas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), sea que de cada 100 pesos, 10 vayan a parar a las obras faraónicas del presidente y a los programas de transferencia monetaria (Bienestar), este último tendrá un incremento de más de 108 mil millones de pesos que será destinado a 16 programas sociales que son los tendrán prioridad para el próximo año; el que registrará un mayor incremento (34.3 por ciento) será el programa para Adultos Mayores; destacan también el Programa de Becas y la Escuela es Nuestra; por otro lado, en sus obras insignia, el ganador será el Tren Maya porque es el que registrará un mayor incremento ¡116 por ciento más que el año anterior!
El rubro de turismo tendrá también un aumento de más de 79 mil millones de pesos, ¿Será eso quizá por el tan famoso Tren Maya? No tardaremos en saberlo; pero, contrario a esos datos, el rubro de educación se incrementará solo en poco más de 37 mil millones, el de la salud en 15 mil millones y el de la cultura, en mucho menos, aproximadamente 896 millones de pesos.
El panorama entonces, comienza a aclararse. Los programas que más beneficio le den al gobierno de Morena para permanecer en el poder y para satisfacer los caprichos del señor presidente, son los que tendrán un mayor incremento, mientras que aquellos que inciden directamente en la calidad de vida de los mexicanos, tendrán un aumento apenas significativo. Salud, educación, cultura, obras y servicios para los más humildes no han sido prioridad de este gobierno y por lo que se ve, para el penúltimo año del mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, tampoco lo será.
Aquellos funcionarios que laboran en el Congreso de la Unión, tienen la difícil e histórica tarea de defender los intereses de las clases trabajadoras, tienen la obligación no solo de revisar y aprobar un documento de esta magnitud como si fuera de menor importancia, sino que deben darse a la tarea de exigir y trabajar en este nuevo presupuesto como si de él dependiera el futuro de todos los mexicanos, porque así lo es.
No podemos olvidar que los presupuestos desde 2019 fueron aprobados sin que se les cambiara ni una coma a lo que ya había aprobado el mandatario nacional, esto, sin importar las protestas que varios grupos, incluido el Movimiento Antorchista Nacional, realizamos afuera de San Lázaro antes de la pandemia, y cuando nos vimos imposibilitados por las restricciones sanitarias, seguimos denunciando ese abuso de autoridad a través de las redes sociales.
En este año, como en los anteriores, nos preocupa nuevamente la inclinación de los impuestos de los mexicanos que van a parar al presupuesto de egresos, tome un rumbo, otra vez, clientelar, como parece que va a ser.
En repetidas ocasiones he dicho en algunos de mis escritos, que esos programas de transferencia monetaria, se han vuelto el anzuelo de este gobierno, con el que busca retener y conseguir más votos para no perder el privilegio de sentarse en la silla presidencial, porque claro que es más fácil dar 3 mil pesos mensuales, que aplicar programas y acciones que combatan radicalmente la pobreza en la que hemos vivido durante tantos años; claro que el pueblo con hambre, aquel que debe averiguar un día si y otro también cómo le hará para que su familia coma, por lo menos una vez al día, va a preferir vender su voto, que pasar hambre. Pero esto, lo único que demuestra es también lo poco que el pueblo importa para aquellos que se ostentan en el poder, pues poco esfuerzo hacen por cambiar el rumbo que este barco ha tomado. No olvidemos que todo aquel que ocupe un cargo público de elección popular tiene la obligación de velar por los intereses de ese pueblo, de nadie más.
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