No hay duda alguna de que las malas políticas económicas y sociales de muchos de nuestros gobernantes contribuyeron a incrementar la desigualdad social entre ricos y pobres; este es un fenómeno que se aprecia en todo el mundo, pero especialmente en los países como México, donde la riqueza es acaparada por unas cuantas manos mientras que millones luchan por salir de la pobreza y la pobreza extrema.
Es una realidad palpable que el gobierno de la denominada Cuarta Transformación hace como si no existiera.
Así como el virus SARS-CoV-2 afectó la salud de los países, “la pobreza también es una epidemia que afecta a millones de personas en nuestro planeta. En el mundo, 1.400 millones de personas sufren pobreza extrema y casi 900 millones padecen hambre, no tienen acceso al agua potable y a otros servicios básicos como la salud y la educación. Hombres, mujeres, niños y niñas siguen sufriendo por hambre o malnutrición y viven en entornos donde la exclusión y la discriminación son protagonistas”.
Hay datos que espantan sobre la desigualdad social, y que dejan clara referencia de la injusta repartición de la riqueza. Según la Oxfam, el 99 por ciento de la población humana se empobreció durante la pandemia de covid-19, pero en contraparte, la fortuna de los 10 multimillonarios más ricos del planeta se duplicó; además, cada 26 horas emergió un nuevo millonario, producto de los obscenos modelos económicos desiguales y violentos que fragmentan nuestras sociedades y sesgan vidas, según lo documentó la misma organización.
Es decir, el 10 por ciento más rico de la población mundial se lleva actualmente el 52 por ciento de la renta mundial, mientras que la mitad más pobre obtiene el 6.5 por ciento de esta, de acuerdo con el reciente informe de la subdirectora general de la Organización Internacional del Trabajo en la Comisión de Desarrollo Social de las Naciones Unidas.
Se trata –enfatiza–, del mayor incremento anual de la riqueza de los mil millonarios desde que se tienen registros, y está sucediendo en todos los continentes del planeta”.
“Este incremento es el resultado del aumento desorbitado de los precios de los mercados de valores, el apogeo de las entidades no reguladas, el auge del poder monopolístico y la privatización, junto a la erosión de las normativas, los tipos impositivos a las personas físicas, las empresas y los derechos laborales y los salarios; todo ello propiciado por la instrumentalización del racismo”, precisa.
La Oxfam afirma que, ante esta realidad, “los pobres son más propensos a adquirir una enfermedad debido a sus condiciones de vulnerabilidad, contrario a las más ricas”, y es de tomar en cuenta las absurdas decisiones de nuestras autoridades que en lugar de fortalecer el sistema de salud pública que son su facultad, hacen caso omiso, porque nunca llegó a implementarse el sistema de salud como Dinamarca, tal como lo prometió el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Es la desigualdad social, más ricos –unos cuantos– y más pobres, –millones–, producto de nuestro modelo económico cobijados por los malos gobiernos que hemos tenido, de los que gobernaron muchísimos años, de los que estuvieron como alternancia por primera vez o los que se dicen ser la Cuarta Transformación.
Sí es producto del modelo económico, pues tenemos la oportunidad de reformarlos para que se basen en la igualdad. “Podemos abordar la riqueza extrema aplicando una fiscalidad progresiva, invirtiendo en medidas públicas de eficacia demostrada para eliminar las desigualdades, y transformando las dinámicas de poder dentro de la economía y la sociedad”, expone Oxfam.
Pero si es consecuencia de malos gobiernos, que privilegian los amarres políticos y económicos para garantizar su continuidad en el poder, obtener privilegios y hacerse millonarios de la noche a la mañana, o de trienio en trienio o sexenalmente, pues a muy poco se puede aspirar, pues la voluntad de cambio de nada sirve, cómo tampoco cuando llega al poder alguien que se considera el mesías, el salvador, el ungido, pero cuyas decisiones en lugar de mejorar las condiciones de vida de los pobres, los hunde más y más.
Según Oxfam, la humanidad se encuentra en una encrucijada que determinará su futuro. O continúa en una “economía violenta en la que la riqueza de los millonarios no deje de crecer, en la que millones de personas pierden la vida innecesariamente y otros miles de millones se empobrecen a causa de las desigualdades o da un golpe de timón hacía una economía centrada en la igualdad, en la que nadie viva en la pobreza, ni tampoco en una riqueza millonaria inimaginable; en la que las desigualdades dejen de matar; en la que haya libertad para vivir sin miseria”.
Privilegiemos la vida, luchemos por un entorno de bienestar social, digamos no a esos modelos económicos, sistemas de gobierno y figuras políticas que toda la vida han lucrado con las necesidades de la gente, a la que ofrecen las perlas de la virgen, pero que a la hora de ascender al poder padecen miseria.
El pueblo ya ha experimentado cinco años de lo malo que gobierna la 4T; ha llegado el momento para que le ponga un alto a esos falsos mesías que cada trienio o sexenio nos empalagan y embriagan con sus falsas promesas, los pobres ya no pueden seguir padeciendo más por las malas políticas trasnochadas que los siguen hundiendo más en la pobreza. Esa es la realidad.
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