El asunto de la migración responde a naciones que se encuentran en franca decadencia. México no es ajeno, gracias a las equivocadas políticas implementadas por el Gobierno de la llamada Cuarta Transformación, con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, un mandatario que en lugar de contener el flujo de mexicanos que deciden irse a otras naciones, lo alimenta con sus sobradas equivocaciones.
A México le está sucediendo lo mismo que a El Salvador y demás países latinoamericanos, donde el flujo de migrantes pugna por mejorar sus condiciones de vida o en el peor de los casos huye de la criminalidad de bandas que actúan impunemente en el país.
A México le sucede lo mismo que a El Salvador y otros países latinoamericanos, donde los migrantes buscan mejorar sus condiciones de vida o en el peor de los casos huir de la criminalidad de bandas que actúan impunemente en el país.
El Gobierno mexicano ha sido reverente con quienes llegan de otras naciones, pero a la 4T se le han olvidado sus propios compatriotas; los que votaron por el Movimiento de Regeneración Nacional creyendo en la transformación pero que han debido salir de sus hogares para buscar no sólo mejorar su economía sino la protección para sus familias.
El flujo migratorio de los mexicanos ha crecido enormemente durante el sexenio de López Obrador. Durante su sexenio, se ha lastimado tanto a los núcleos de población desfavorecidos que sus integrantes han decidido migrar, dejando tras de sí sus casas abandonadas, pueblos enteros, rancherías desoladas, bajo el embate del crimen organizado y al no contar con acceso a mejores niveles de vida.
La salud, por ejemplo, ha sido uno de los problemas que afectan a millones de mexicanos que se encuentran sin medicamentos para curar sus males o bien con instituciones médicas, pues estas dejan mucho que desear y han sido mutiladas para las clases empobrecidas, que tienen que curarse con la bendición de Dios.
El fenómeno de la migración es universal. Las razones para llevarla a cabo son, la mayoría de las veces, la búsqueda de subsistencia o el temor a la violencia.
Es un hecho que naciones enteras, antes y ahora, se nutren de las corrientes migratorias. En el pasado México fue receptor de migrantes que llegaron al país huyendo de la violencia que amenazaba su vida en sus naciones o les negaba oportunidades para construir una vida decorosa.
Las crisis políticas, económicas y religiosas suelen ser causas de la migración. Por más de 80 años, México ha sido expulsor de población que ha migrado principalmente hacia los Estados Unidos.
En la actualidad, 37.3 millones de mexicanos viven en ese país. De ellos, 26.7 millones son de segunda y tercera generación y 10.6 millones son nacidos en México. Son indocumentados 5.3 millones.
Pero no sólo han migrado las familias mexicanas hacia tierra de los gringos; también a Canadá, donde el número de mexicanos que solicitó asilo político se incrementó durante 2023, cuando se recibieron 25 mil 236 solicitudes. Sólo fueron aceptadas 2 mil 894.
El aumento de migrantes tuvo efectos en la provincia de Quebec. El primer ministro, François Legault, solicitó al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, frenar el flujo de solicitantes de asilo que ingresan a su provincia. “Estamos muy cerca del punto de quiebre debido al excesivo número de solicitantes de asilo que llegan a Quebec mes tras mes. La situación se ha vuelto insostenible”.
Es cierto, quienes abandonan su patria, su hogar y su sistema de vida lo hacen movidos por dos cuestiones que llenan de espanto: por no contar con empleo o bien por vivir en medio de tan sobrada violencia, irrefrenable y con aires de crecimiento.
Lo hacen porque el Gobierno mexicano se ha equivocado en atenderlos y en lugar de aminorar la pobreza, la ha acrecentado; lo hacen por miedo, pero porque pugnan por darle a sus hijos un mejor futuro: ese que en manos de la 4T no ha llegado.
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