Y qué, ya ves que ni moverme puedo
y aun quiero desafiar tu orgullo vano,
a mí no logras infundirme miedo
con tus iras
imbéciles ¡tirano!
Soy joven, fuerte soy, soy inocente
y ni el suplicio de la muerte esquivo;
me ha dado Dios un alma independiente,
pecho viril y pensamiento altivo.
Que tiemblen ante ti los que han nacido
para vivir de infamia y servidumbre;
los que nunca en su espíritu han sentido
ningún rayo de luz que los alumbre.
Los que al infame yugo acostumbrados
cobardemente tu piedad imploran,
los que no temen verse deshonrados
porque hasta el nombre
del honor ignoran.
Yo llevo en mi espíritu encendida
la hermosa luz del entusiasmo ardiente;
yo amo la libertad más que a la vida,
yo no nací para inclinar la frente.
Por eso estoy aquí do altivo y fuerte
tu fallo espero con serena calma,
porque si puedes decretar mi muerte
nunca podrás envilecerme el alma.
Hiere, yo tengo en mi prisión impía
la honradez de mi nombre por consuelo,
¡qué me importa no ver la luz del día
si tengo en mi conciencia
la del cielo!
¡Qué me importa que entre muros y cerrojos
de la luz del sol la libertad me vedes,
si ven celeste claridad mis ojos,
y hay algo en mí que encadenar no puedes!
Sí, hay en mí más fuerte que tu yugo
algo que sabe despreciar tus iras,
y que no puede sujetar, verdugo,
el terror que a los débiles inspiras.
Hiere, bajo tu látigo implacable
débil sucumbo ante el dolor impío,
podrás flaquear el cuerpo miserable
¡pero jamás el pensamiento
mío!...
Más fuerte se alzará, más arrogante,
víctima del placer, señor de un día,
si todos ante ti doblegan la frente
yo siento orgullo en levantar la mía.
Y te apellidas liberal ¡bandido!,
¡tú que a las fieras en furor igualas,
tú que a la juventud has corrompido,
con tu aliento de víbora que exhalas!
¡Tú que llevas veneno a las entrañas
del hombre del hogar, del hombre honrado!
¡tú, asesino y ladrón, tú que mil veces
has merecido la horca por
malvado!
¿Tú liberal? … Mañana que a tu oído
con imponente furia acusadora
llegue la voz del pueblo escarnecido
tronando en tu conciencia pecadora.
Mañana que a la patria se presente
a reclamar sus muertas libertades
y que la fama pregonera cuente
al asombrado mundo tus maldades.
Al tiempo que maldiga tu memoria
el mismo pueblo que hoy tus plantas lame;
el dedo inexorable de la historia
te marcará como Nerón… ¡infame!
Entonces de estos antros tenebrosos
donde el honor y la inocencia gimen,
donde velan siniestros y ostentosos
los inicuos esbirros de tu crimen.
De estos antros sin luz, estremecidos
por tantos ayes de
amargura y duelo,
donde se oye entre llantos y gemidos
el trueno de la cólera del cielo.
Con aterrante voz y prolongada
se estremecerá tu infernal caverna,
se alzará cada víctima inmolada
para lanzarte maldición eterna.
En tanto, hiere, déspota… arrebata
la honra, la fe, la libertad, la vida;
tu misión es matar … sáciate … mata,
mata y báñate en sangre… ¡fratricida!
Mata Caín… la sangre que derrames
entre gemidos de dolor
prolijos,
irá a manchar, infame de entre infames,
irá a manchar la frente de tus hijos.
Aquí tienes también la sangre mía,
sangre es de corazón joven y bravo;
no quiero tu perdón, me infamaría,
mártir prefiero ser, a ser esclavo.
Hiéreme a mí, que te aborrezco, impío,
a ti que con crueldades inhumanas,
mandaste asesinar al padre mío
sin respetar sus años ni sus canas.
Quiero que veas que tu furia arrostro
yo sin temblar, que agonizar me
veas
para lanzarte mi saliva al rostro
y decirte al morir: ¡Maldito seas!