La ONU mostró, en los últimos días, que solo está de adorno y resulta ineficaz para cumplir el alto papel que teóricamente debe desempeñar. Son dos los hechos que mencionaré como prueba.
El jueves tres de noviembre, la Asamblea General de la ONU llevó a cabo la votación acerca de levantar el bloqueo económico que, contra toda ley y todo derecho, mantiene el gobierno norteamericano sobre Cuba desde hace más de 60 años. Fueron 185 los países que votaron porque se levante el bloqueo, el 97 por ciento, y únicamente hubo dos votos por mantenerlo: Estados Unidos (EE. UU.) e Israel; además de dos abstenciones: Ucrania y Brasil.
Son varias decenas de años que la ONU repite este ritual y en todas las votaciones el imperialismo norteamericano recibió el repudio de la opinión pública mundial. Pero el bloqueo sigue a pesar de todo. Esto se debe, según los expertos, a que la votación sobre Cuba no es vinculante y, por tanto, Estados Unidos no está obligado a acatarla. Triste espectáculo, la asamblea general de la ONU se ha convertido en un mecanismo de catarsis colectiva, donde todo el que lo desee puede desgañitarse clamando contra las injusticias, abusos y arbitrariedades de los poderosos, los demás lo escucharán y le darán su voto, y no pasa nada, porque existen candados que garantizan que nadie moleste al supremo agresor.
El segundo botón de muestra aconteció un día antes. La Federación de Rusia presentó una propuesta para investigar actividades irregulares de laboratorios biológicos estadounidenses en Ucrania para el desarrollo de armas biológicas, mismas que habrían violado la Convención sobre Armas Biológicas, firmado en 1975. El asunto lo discutió el Consejo de Seguridad de la ONU y Moscú no recibió nueve votos de los 15 miembros del órgano necesarios para que la resolución fuera adoptada. China y Rusia votaron a favor de iniciar una investigación sobre los biolaboratorios, mientras que EE. UU., el Reino Unido y Francia votaron en contra. Albania, Brasil, Gabón, Ghana, India, Irlanda, Kenia, México, Noruega y Emiratos Árabes Unidos se abstuvieron.
El fenómeno es diferente, ahora por tres votos contra dos, Estados Unidos se sale con la suya; impide que se conozca el fondo de las denuncias presentadas por el Ministerio de Defensa de Rusia, sobre trabajos con cepas de patógenos de enfermedades como el cólera, ántrax o la tularemia, mismas que habrían sido aplicadas a militares ucranianos, personas indigentes, ciudadanos y pacientes de hospitales psiquiátricos. En total el país norteamericano habría invertido 200 millones de dólares para la operación de 46 laboratorios biológicos, cuyos rastros habrían sido borrados antes de que comenzara la operación militar rusa en suelo ucraniano.
En un asunto tan delicado y peligroso como el manejo de esos patógenos, cuando a cualquiera con tres dedos de frente se le ocurre que lo sensato es investigar qué hay de verdad en la denuncia rusa, ¿Por qué EE. UU. recibe el apoyo de Reino Unido y Francia para abortar la indagación? ¿Por qué los representantes de 10 países se abstienen, cuando sus votos podían amarrar las manos a los imperialistas? Es claro que los líderes de esas potencias son cómplices en la fabricación de esas armas ilegales. Y los otros países prefieren hacer mutis. Esta es la cruel y amarga realidad de nuestros días. Está claro que los países débiles sólo tienen tres opciones: se ponen voluntariamente de lado de los abusivos que los humillan y saquean, se rebelan afrontando todas las consecuencias de la persecución imperial (como le pasa a Cuba, Corea del Norte, Venezuela, por mencionar los casos más representativos), o estarán sometidos continuamente a un régimen de terror, de chantaje y extorsión para que hagan y dejen de hacer lo que al imperio convenga.
En estas condiciones sale sobrando un organismo cuya esencia es garantizar que se respete el derecho internacional para que los países miembros puedan vivir en paz y armonía. Sale sobrando porque la realidad es que impera la ley de la selva.
Este fenómeno no es nuevo, en la Grecia clásica Esopo lo presentó en la conocida fábula de “La zorra y el león”: “Había una vez un león que tenía hambre, y queriendo encontrar ocasión para comer, preguntó a la oveja cómo era su aliento. Y la oveja respondió la verdad, diciéndole que muy apestoso. El león, fingiéndose entonces ofendido, le dio un fuerte golpe en la cabeza y la mató diciéndole: -¡Ahí va!, porque no has sentido vergüenza de ofender a tu rey. ¡Ahora recibe eso! Después preguntó el león lo mismo a la cabra, es decir, si su aliento olía bien. Y la cabra, viendo cuán mal lo había tomado con la oveja, le contestó que su aliento era maravilloso y olía muy bien. Entonces el león le pegó un fuerte golpe en la cabeza y la mató exclamando: - ¡Ahí va!, porque me has adulado con falsedades. ¡Ahora toma eso! Y después hizo aquella misma pregunta a la zorra, pidiéndole cómo tenía el aliento. Pero la zorra se alejó de él, recordando lo mal que les había ido a las otras y le contestó: -¡De buena fe, señor, le digo que no le puedo responder a su pregunta, puesto que me hallo resfriada y nada percibo de su aliento! Y así se escapó del león. Y los demás animales que se pusieron en el peligro, sin provecho murieron, ya que no supieron evadirse y alejarse de la respuesta”.
Los pueblos del mundo deben conocer que el imperialismo norteamericano, herido de muerte porque ya no puede mantener su hegemonía, actúa de la manera más alevosa y artera para imponerse. Es evidente que se necesita cambiar este mundo, que el modelo económico neoliberal debe ser barrido y dar paso a una nueva era en la que todos los pueblos puedan desarrollarse y progresar con base en su esfuerzo y su trabajo. Y la única forma de lograrlo es que todos y cada uno de los ciudadanos del mundo comprendamos que es indispensable nuestra participación activa, hay que organizarse y luchar denunciando y combatiendo al imperialismo hasta derrotarlo. Esa es la tarea.
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