Lo más característico del hombre, lo que lo distingue de los demás seres de la naturaleza, es la facultad de concebir ideas y poderlas transmitir a sus semejantes. Por eso, la libertad de expresión es de los derechos más propiamente humanos y antiguos; origen y base de otros muchos.
Nuestra Constitución, fiel a su estructura democrática y a la tradición liberal que recoge, garantiza el derecho a la libertad de expresión en su artículo 6°, en forma general, y en el 7°, que establece la libertad de escribir y publicar obras sobre cualquier materia. Así pues, es el derecho que tenemos a manifestarnos libremente.
Sin embargo, México es el país más peligroso del continente americano para ejercer la libre expresión. Las amenazas, agresiones y violencia contra quienes realizan esta actividad han sido recurrentes en las últimas décadas, tanto como la impunidad y la falta de seguimiento a los casos.
Tras cinco años de la llegada del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), esta situación no sólo no se ha mantenido, sino que, por si fuera poco, las agresiones han aumentado y la relación entre el Gobierno federal y los medios de comunicación críticos se ha vuelto cada vez más tensa.
El actual Gobierno federal, lejos de hacer frente a la situación de violencia hacia periodistas, activistas sociales, madres que buscan a sus hijos o cualquier personaje que no ve bien su ejercicio, los ha denostado.
Desde las conferencias mañaneras, una tribuna para promover y descalificar a distintos actores políticos, instituciones autónomas y medios de comunicación, López Obrador marca la agenda pública y hace hincapié en la división de “liberales” y “conservadores”: “buenos” y “malos” o enemigos de la “Cuarta Transformación”.
Todos estos denuestos han envalentonado a varios; tanto instituciones como representantes municipales, que en vez de resolver carencias estructurales, reprimen y agreden fiscalmente o son negligentes ante las exigencias básicas de sus gobernados, que también están en nuestra Constitución (agua, luz, drenaje, educación, vivienda, empleo etcétera).
En muchos casos, por otro lado, se recrudecen los actos de represión y negligencia, por ejemplo:
Ante estos hechos, cabe preguntarse: ¿No que primero los pobres?, ¿no que en este gobierno no iba a haber represión?
¿No que primero los pobres?, ¿no que en este gobierno no iba a haber represión? Además de las políticas erróneas y fallidas de AMLO, se vuelve cada vez más peligroso exigir nuestros derechos para vivir dignamente.
Ya no queda duda alguna: además de las políticas erróneas y fallidas del presidente emanado del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, y su grave perjuicio para los mexicanos, se vuelve cada vez más peligroso exigir nuestros derechos para vivir dignamente.
La represión y la violación a los derechos se siguen avivando, por lo que es fundamental que los mexicanos nos organicemos y luchemos por un cambio sustancial en nuestro país.
Antorcha ha sostenido a lo largo de casi cinco décadas que el problema principal, en México y en el mundo, es la desigualdad social, que provoca millones de pobres.
Queremos que no haya miseria, que nuestro país sea más equilibrado, más igualitario; que tenga más estabilidad y paz social, pero con base en la plena satisfacción de las necesidades populares, no en leyes represivas, amenazas o uso de fuerza, manipulación y engaño. Esto es lo que hacen muchos partidos, y es lo que está haciendo Morena, sinónimo de represión y engaño para los millones de mexicanos.
No queda otra salida: el Movimiento Antorchista es la única opción para el pueblo pobre de México.
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