Morena, se ha dicho muchas veces, nunca ha sido un partido político cohesionado, con principios e ideales compartidos en común por quienes lo integran, cuyo propósito fundamental fue llevar a la presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador. Desde el principio se llenó de oportunistas, saltimbanquis de la política y personajes indeseables expulsados de otros institutos políticos o que no hallaron cabida en ninguna otra parte, muchos de los cuales fueron arrastrados en la ola morenista de 2018 y terminaron por ocupar puestos públicos, a pesar de su oscuro historial, de no hacer campaña ni de ser conocidos por los ciudadanos que les dieron su voto.
Hoy, aún cuando tienen la presidencia de la República y la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, el partido oficial se desmorona tan rápido como se formó, víctima de los pleitos a muerte, que por el poder mantienen sus cuadros.
En Veracruz, los dos grupos principales de Morena que se disputaron la postulación de candidaturas a alcaldes, diputados locales y federales, fueron: el del gobernador Cuitláhuac García y el secretario de Gobierno, Eric Cisneros, títeres ambos de Rocío Nahle y Claudia Sheinbaum, suspirantes a gobernadora de Veracruz y presidente la República respectivamente, y el grupo que lidera el delegado federal Manuel Huerta Ladrón de Guevara, alfil de Mario Delgado (presidente de Morena) y Marcelo Ebrard (otro aspirante a la sucesión presidencial en 2024). En la refriega hubo acusaciones de imposición, compraventa de candidaturas, encuestas amañadas, acuerdos bajo la mesa y un sinfín de señalamientos más, que no hicieron más que evidenciar la putrefacción que al interior vive el partido oficial. Pues como dice el refrán: cuando las comadres pelean salen a relucir las verdades.
Como ejemplo palpable, tenemos el proceso para designar a los candidatos de Morena en la ciudad de Córdoba. Para la diputación federal se eligió, a través de una supuesta encuesta que nadie conoce, a Martha Rosa Morales como candidata; quienes la conocen refieren que la maestra de preescolar y actual líder sindical, es amiga cercana del delegado Huerta y que fue él quien le consiguió la designación. Por ello, grupos de morenistas inconformes le echaron a perder sus eventos iniciales de campaña, pues con pancartas y consignas se le plantaron en Córdoba y Amatlán de los Reyes, acusándola de ser una imposición de la cúpula de Morena, sin tomar en cuenta a sus bases.
Caso similar se dio para designar al candidato para la alcaldía de la ciudad, proceso en el que se inscribieron originalmente más de 100 personas, ninguno de los cuales es militante de Morena; sin embargo, al final la postulación se cerró en torno a tres personajes: Juan Martínez Flores, actual diputado federal con licencia, señalado de no haber promovido ninguna iniciativa positiva para su distrito; Tomás López Landeros, controvertido empresario, hermano de la alcaldesa panista Leticia López, con quien supuestamente está peleado, y que ha ocupado cargos de elección popular a través de otros partidos; y, Rubén Ríos, diputado local y amigo personal del gobernador Cuitláhuac García.
La designación recayó en Juan Martínez, a quien se le vio muy activo en el plantón sostenido por Morena ante el INE, por la cancelación de la candidatura de Salgado Macedonio, y que es cercano al grupo de Mario Delgado. En respuesta a su elección, el diputado Rubén Ríos, montó en cólera y con dinero del Gobierno de Veracruz, contrató comparsas y personal para armar dos marchas de menos de 100 personas por las calles principales de la ciudad. Entre los cárteles que portaban los manifestantes se leían acusaciones directas contra Mario Delgado, por “vender el movimiento”, “ser enemigo de la patria”, “organizar encuestas a modo”, e “imponer a candidatos repudiados por el pueblo”.
Éstos son solo dos ejemplos de cientos que abundan a lo largo y ancho de Veracruz y del país y en cuya esencia se encuentra la ambición de dinero y poder que comparten la inmensa mayoría de cuadros de Morena que, siendo cascajos políticos y cartuchos quemados de otros partidos, buscan seguir enriqueciéndose a costa del erario público, cobijados por el poder del presidente de la República. Prueba, además, de forma contundente que no es un movimiento popular que esté en condiciones de “purificar la vida pública del país”, como pregona su líder moral, por el contrario, no es más que la síntesis de todo lo malo que hasta el momento ha sido la política en México.
Naturalmente que, de todo esto, no tienen culpa las bases de Morena, la gente que simpatiza con este partido en los pueblos y colonias, cuyo anhelo de construir una patria más justa para todos es genuino, ante la enorme desigualdad social y falta de oportunidades que existe en el país. Pero a ellos, como a todos los ciudadanos, les toca reflexionar paciente y profundamente su voto en la próxima elección. Pues los personajes anteriormente descritos, claramente no son las mejores opciones para lograr ese fin.
Por ello, sería un craso error que los mexicanos voten este 6 de junio guiados por la fuerza e influencia que tiene la marca “Morena”, gracias a la intensa campaña de entrega de apoyos monetarios y en especie que se realiza desde el gobierno federal y desde el gobierno estatal. El voto debe hacerse razonado y pensando en los perfiles de cada uno de los candidatos, para elegir entre todos al mejor o, cuando menos, al menos malo. Sin por eso, renunciar al ideal profundo que existe entre el pueblo de México: construir un país más rico y próspero para todos, ideal al que muchos morenistas se han acogido oportunista y falsamente.
Llegará, sin duda, el día en que las clases populares educadas y aglutinadas, hagan resonar su fuerza y su opinión en todo el país y construyan con esfuerzo y trabajo esa Nación que deseamos todos.Para lograrlo, es indispensable formar un gran y genuino movimiento popular, que no tenga, ni ahora ni en el futuro, los males inherentes de Morena.
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