Los mexicanos hemos sido testigos de la evolución de la política desde la época de la Conquista, pasando por la Independencia, las leyes de reforma y la Revolución mexicana. Este último suceso fue la base para darle forma a nuestra actual constitución política, misma que se enriqueció de toda la historia hasta ese momento y de las experiencias de países de Europa.
También hemos sido testigos de cómo la sociedad, en diferentes partes del mundo han optado por algún tipo de gobierno con características muy particulares o que incluso pueden llegar a fusionarse, dependiendo el tipo de organización social y económica del país en cuestión.
En México se optó por ser una democracia, que, entendido de forma general, es un estilo de gobierno considerado “como una forma justa y conveniente para vivir en armonía. En una democracia ideal la participación de la ciudadanía es el factor que materializa los cambios, por lo que es necesario que entre gobernantes y ciudadanos establezcan un diálogo para alcanzar objetivos comunes”, según la página oficial del gobierno de México.
Entendido así, es cuestionable que entre la sociedad y el gobierno actual cada día se vea cómo esa justicia para vivir en armonía se va desmoronando de una manera acelerada; es más, creo que este Gobierno se ha dedicado a romper esa armonía entre los mexicanos, confrontando, dividiendo, amenazando, negando los problemas de la nación y culpando a otros de sus errores.
Con ese estilo de gobierno ya pasaron cinco años, tiempo en el que no se han dado los resultados prometidos, como acabar con la corrupción o tener un sistema de salud como en Dinamarca.
El gobierno de la autonombrada 4T, que dicho sea de paso es el viejo PRI, es la acumulación del resentimiento, de la venganza, de los caprichos personales, de las mentiras, de la falta de una visión científica de cómo ser un verdadero gobierno democrático, y como resultado se está volviendo su contrario: un gobierno autoritario, una dictadura, donde quien está a la cabeza, en este caso AMLO, decide qué se hace, cómo se hace, quién lo hace, sin importarle las opiniones de expertos; sin importar si la sociedad está de acuerdo. Estas acciones las trata de cubrir con sus famosas consultas populares amañadas, pero es la forma de decir “el pueblo bueno y sabio ya eligió”.
Con ese estilo de gobierno ya pasaron cinco años, tiempo en el que no se han dado los resultados prometidos, como acabar con la corrupción, el tener un sistema de salud como en Dinamarca, el que los grupos criminales dejen sus armas y las cambien por tractores, que la gasolina cueste diez pesos, que no haya escasez de medicinas. Por el contrario: vemos cómo el nuevo aeropuerto, capricho del presidente, es un verdadero fracaso; cómo su propuesta de sistema de salud fracasó, cómo el Tren Maya le está saliendo más caro de lo proyectado y siguen derribando árboles para su construcción; cómo su refinería no refina y el conflicto de intereses entre sus familiares es el pan de cada día.
En este gobierno no hay resultados, pero sí mañaneras para dar excusas y seguir culpando a otros por los fracasos del actual partido en el poder. Los mexicanos tenemos una oportunidad de remediar las cosas, sacando a Morena del poder y elegir una propuesta más clara, mejor estructurada y más democrática.
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