“Pobre del pobre que al cielo no va, lo chingan aquí y lo chingan allá” dijo un campesino a otro que departía con nosotros en el “rancho”. Me pareció adecuado comenzar mis comentarios recordando esta conversación porque tiene que ver con lo que está sucediendo actualmente en el país. Estas dos personas decían que ya andaban los políticos de siempre engañando a la gente y que desde antes de las precampañas andaban ofreciendo apoyos que no cumplieron y algunos ni siquiera regresaron; decían que siempre es lo mismo: “prometen mucho y luego no regresan ni por el cambio”.
Cierto, agregó uno de ellos, “cuando iniciaron las precampañas, los precandidatos siguieron visitando gente prometiendo tantas cosas que parece que nos llevarán a un mundo maravilloso. Y no hay a cuál irle porque todos se presentan como honrados y llenos de virtudes, mientras que sus contrincantes dicen lo peor de ellos”. Decía uno de mis interlocutores que cada periodo electoral es lo mismo, que no hay manera de identificar a los buenos o a los malos porque es tanto lo que se dice a favor o en contra de cada aspirante que los ciudadanos poco informados nos confundimos y muchas veces preferimos no votar, pues al final, todos los candidatos y todos los partidos son iguales, “cuando nos necesitan todos somos sus amigos, nos abrazan y nos llaman hermanos pero llegando al poder ya ni nos conocen y hasta el saludo nos niegan”; en lo que sí coincidían fue en que es tiempo de sacarle provecho a todos los que lleguen a pedirles el voto, “siquiera para comer bien unos días”.
Traté de explicarles la importancia de razonar su voto y de dárselo a quienes tengan la mejor oferta política, los que hagan propuestas buenas pero realistas, y, sobre todo, tomando en cuenta la trayectoria de cada candidato a lo que me contestaron sin rodeos que a pesar de tantos desengaños, yo seguía siendo un iluso refiriéndome el caso de cierto político que en cuanta ocasión me encuentra dice ser mi amigo pero que, estando con personas que me odian por mis ideas y por defender a la gente pobre, no duda en atacarme sin miramientos; “ya despierte Inge”, me dijo uno de ellos, “no ve que esa persona solo aparenta ser su amigo pero en cuanto puede le da la puñalada trapera, una y otra vez, y usted ahí sigue, fiel a una amistad que no existe”.
En parte creo que tienen razón, pero pese a todo ello, creo que los mexicanos debemos intentar actuar con mucha mesura y con toda la inteligencia de la que seamos capaces.
No debemos olvidar que en el 2018, 30 millones de mexicanos cansados de engaños, injusticias y corrupción, cometidas por los gobernantes de sexenios anteriores y que llevaron al país a una situación tan crítica, que la única salida que el pueblo halló fue castigarlos dándole su voto al actual presidente, arrastraron en un maremágnum a todo el aparato gobernante dándole la mayoría absoluta en las cámaras de diputados y de senadores, con lo cual, si amlo hubiera querido cumplir sus promesas a la gente humilde, a la que tanto decía defender, lo hubiera logrado porque tuvo la oportunidad de su vida como ningún mandatario la tuvo en otros tiempos.
Pero ¡oh! decepción, los pobres tuvieron el gusto de haber llevado al poder al que decía representarlos con una honestidad a toda prueba y resultó lo contrario, se exhibió como un tipo sin ética y sin principios; peor aún, resultó prepotente, agresivo y falso, al que no le importa verse envuelto en escándalos de todo tipo ni le importan las corruptelas de sus familiares y allegados.
No cumplió sus promesas ni las cumplirá, al contrario, la situación del país ha empeorado; ha habido infinidad de muertos por causas evitables; la violencia que prometió terminar en cuanto llegara al poder se ha incrementado espantosamente; en lo económico, los precios de los productos de primera necesidad se han duplicado respecto al último año de gobierno de Enrique Peña Nieto, por ejemplo, el kilo de tortillas costaba once pesos en el 2018 y ahora cuesta 24; así, de nada sirven la apreciación del peso respecto al dólar ni los apoyos monetarios que da a algunos pobres que tuvieron la suerte de ser beneficiarios de esos programas.
Por eso, con todo y lo certero de la sentencia popular con la que inicio mi colaboración, con todo lo decepcionante que resulte el trato con políticos de todos los colores, sigo creyendo que debemos razonar nuestro voto para no cometer el mismo error que 30 millones de ingenuos cometieron en el 2018; no debemos dejarnos llevar por las vísceras ni por el estómago, porque podemos volver a cometer el error de encumbrar a otro tipo inepto prepotente y deshonesto. Será difícil identificarlos, pero insisto, creo que habrá algunos que no sean tan malos. ¿Será?...
0 Comentarios:
Dejar un Comentario