A partir del 1 de marzo, arrancaron oficialmente las campañas electorales para la Presidencia de la república Claudia Sheinbaum, candidata por la Coalición “Sigamos Haciendo Historia”, Xóchitl Gálvez, candidata por la Coalición “Fuerza y Corazón por México” y Jorge Álvarez Máynez, candidato por Movimiento Ciudadano.
Todos ellos en su primer evento se lanzaron con todo, hablando mal de sus contrincantes, echando culpas al partido que representa el Gobierno en turno o de los anteriores; lejos de presentar un plan de trabajo con propuestas concretas, claras y precisas para combatir y erradicar los graves problemas que aquejan a la clase trabajadora de nuestro país.
Ya llevamos cinco años escuchando a AMLO quejándose de los gobernantes corruptos del pasado, del neoliberalismo, etcétera, pero sus propios resultados son pésimos.
Por ejemplo, ¿qué proponen para que no nos falte el agua o la energía eléctrica?, ¿qué proponen para erradicar la inseguridad?, ¿cómo van a detener a los criminales que cometen asesinatos, secuestros, violaciones y promueven el terror en las comunidades?, ¿qué plantean para mejorar la calidad educativa?, ¿qué proponen para mejorar el servicio de salud de los mexicanos?, ¿cómo y en qué porcentajes proponen disminuir la pobreza? Nada de eso, como siempre sucede en estas campañas; descalifican a sus opositores y hablan maravillas de sí mismos, dejando la idea de que son los únicos capacitados para ocupar el cargo que buscan; prometiendo que de contar con su voto, ahora sí cambiará la suerte de los mexicanos; así se las gastan los políticos demagogos.
Esto no es nuevo, pues ya llevamos cinco años escuchando al actual presidente de la república, quejándose de los gobernantes corruptos del pasado, del neoliberalismo, etcétera, pero sus propios resultados son pésimos.
Por ejemplo, prometió que los mexicanos gozaríamos de un sistema de salud igual al de Dinamarca: eso fue una vil mentira. Desapareció el Seguro Popular y puso en su lugar al Insabi, que nunca funcionó, por lo que también lo desapareció.
De más de 50 millones de mexicanos pobres que atendía el Seguro Popular, ahora sólo se atiende, y muy mal, a poco más de 30 millones. Otro problema: el combate contra covid-19 fue pésimo; murieron más de 800 mil personas y México quedó en el cuarto lugar mundial de fallecidos.
La educación en nuestro país está por los suelos; no está estancada: está en caída libre, como lo dijo Adela Micha, porque ocupamos los últimos lugares en matemáticas, en comprensión lectora y en ciencia (según resultados en el 2023 de la prueba PISA, de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, OCDE).
En las tres áreas evaluadas, los resultados colocaron a México con las peores marcas; obtuvimos 71 puntos por debajo del promedio general de la OCDE.
En matemáticas, catorce puntos menos que en 2018; en lectura obtuvo cinco puntos menos y en ciencias nueve puntos menos. Siempre hemos salido mal, sin embargo, en estos últimos años, vamos en caída libre. ¿Dónde quedó el compromiso de mejoría?
En lo que respecta a la seguridad de los mexicanos, recordarán que el compromiso de AMLO fue atacar de raíz el problema, a través del combate a la pobreza, y no con más violencia, por eso su eslogan de “abrazos, no balazos”, pero ¿qué ha resultado de esa política? Según datos del Inegi, en lo que va del sexenio ha habido alrededor de 170 mil homicidios (unos 90 diariamente), muchos más que en el sexenio de Peña Nieto (156 mil), y más aún que en el de Felipe Calderón (120 mil).
También sabemos que hoy en muchos estados del país gobierna la mafia; ella también quiere apoderarse de los cargos públicos, para lo cual usan todo tipo de actos terroristas que ya han provocado la muerte de más de 20 aspirantes a cargos públicos. Esto demuestra lo mal que estamos en este rubro.
Todos los políticos, sin excepción, incluido el actual presidente, prometieron en sus campañas, que las cosas cambiarían, y tal vez sí cambiaron, pero no para mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías; de ese pueblo que está esperanzado en una vida menos lacerante. Cambiaron, sí, pero para beneficio de los políticos corruptos, sus familiares y sus amigos.
Hoy más que nunca es necesario que la clase trabajadora, los hombres y mujeres que pertenecen al pueblo se unan y se organicen en un partido distinto, en un partido que luche por su verdadera liberación. Sólo un partido que represente a las grandes mayorías podrá cambiar las cosas de raíz y no cambios superficiales.
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