Son noticia las protestas de estudiantes de derecho en diversas escuelas y universidades del país, encabezadas por alumnos de la UNAM, en contra de la “reforma judicial” urdida desde el ejecutivo federal y manufacturada por encargo y al vapor mediante la legislatura mayoritariamente de la 4T que, sin previo análisis del proyecto pues recién toma protesta, será votada y aprobada basados en su sobrerrepresentación en la de diputados y senadores, la cual pretende, entre otros desaguisados, que los jueces, magistrados y hasta los ministros de la SCJN sean elegidos mediante el voto popular.
Es muy importante, sobre todo para los pobres, saber que el motivo de las protestas es algo superior que está en juego con la pretendida reforma de la 4T, la cual no afecta sólo al poder judicial y a sus trabajadores, sino al sistema de justicia entero.
Y así, bajo el aparente ejercicio democrático, esconder el real sentido de la medida que no es otro que la concentración del poder en manos del presidente de la república, que hará elegir a quien quiera mediante el expediente de seguir comprando votos y conciencias con programas asistenciales de apoyo al consumo, o haciendo campaña todo el año desde las “mañaneras” con el dinero de nuestros impuestos, para convertirse así, de facto, en un soberano o monarca, sin contrapesos ni división de poderes.
Lo notorio del caso que comento, primero, es que se movilicen los estudiantes, considerados termómetro de la situación política y social de un país, por ser un sector más que una clase social que, por su preparación y situación de vida, ha adquirido un cierto nivel de sensibilidad, capaz de registrar cambios que se operan en la sociedad antes que otras capas que no logran percibirlos hasta que están muy avanzados y sin remedio fácil, o de plano cuando ya la situación ha hecho crisis.
Segundo, se trata de una protesta estudiantil no aislada, no en representación de los intereses sólo de ese sector, sino hermanada, por decirlo así, con una lucha más amplia de una parte importante de la sociedad mexicana, que no debiera ser desdeñada, así como así.
Es muy importante, sobre todo para los pobres, saber que el motivo de las protestas es algo superior que está en juego con la pretendida reforma de la 4T, la cual no afecta sólo al poder judicial y a sus trabajadores, sino al sistema de justicia entero, del cual todos los mexicanos saldremos afectados directamente.
Se trata en realidad, desde mi punto de vista, de una reforma contra el pueblo, aunque se pretenda hacer a nombre del pueblo, y en la medida que éste la apoye, aunque sólo sea con su indiferencia, sólo revelará su falta de politización y concientización.
Tal reforma pretende vestirse con ropajes de reforma radical; en nada ayuda a combatir la pobreza y la desigualdad imperante y, por tanto, ningún beneficio real puede reportar a la vida de los humildes sufridos de siempre: sólo más manipulación, más mediatización de su conciencia, más atole con el dedo, como acostumbra hacerlo la izquierda oficial.
Y en el terreno de la supuesta independencia del poder judicial que se pretende, “será todo lo contrario, lo debilitará, lo subordinará de manera absoluta al presidente, tal y como ya están subordinados los diputados federales y los senadores (…) basta con pensar en el largo listado de delitos que se han incorporado como merecedores de prisión preventiva, en los que basta la acusación para que te encarcelen. ¿Alguno de esos jueces promovidos mediante campañas electorales a modo y financiadas descaradamente desde el poder será capaz de oponerse a una decisión política de encarcelar a un mexicano sobre el que caiga la ira del poder presidencial desmedido?” (El Universal, versión digital, sección Nación del 02 de septiembre de 2024).
Por eso es más que significativa la protesta de los estudiantes y, creo que, en reciprocidad, el pueblo pobre debiera ponerle atención. El pueblo debe hermanarse con ellos, pero no sólo en esta coyuntura, sino en general.
Por ejemplo, hay que apoyar la defensa del derecho a una educación con la calidad a la altura de los avances científicos y tecnológicos de la actualidad, los cuales exigen niveles de excelencia que sólo pueden ser alcanzados mediante una educación que revista y reúna las características de cientificidad.
Además la educación debe ser forjadora de un pensamiento crítico que indague, cuestione, descubra y desarrolle permanentemente nuevos conocimientos acerca de la realidad; popular para que se masifique de tal manera que todos los mexicanos participemos de ella para potenciar las capacidades y talentos, aumentando la cantera de fuerzas productivas a desarrollar, las cuales hoy duermen en penoso letargo por el menosprecio, cuando no de la perfidia, de las autoridades encargadas de la materia.
La educación, por último, debe ser democrática, para que participe la comunidad estudiantil entera en la toma de todo tipo de decisiones que directa e indirectamente le incumban.
El hermanamiento de la lucha del pueblo pobre trabajador por una sociedad superior, más desarrollada y justa con todos, a la lucha estudiantil por sus demandas fundamentales de largo aliento, debiera ser permanente, creo yo. Es necesario, por cuanto se ocupa, para elevar al país y ponerlo en pie sobre el sitio que le corresponde, por la grandeza de su pueblo en el concierto de las naciones del mundo.
Por eso, debiera hacerse eco la población entera, no importa si en la coyuntura o ya pasada esta, de la demanda general estudiantil basada en una de las características de la norma jurídica que constantemente es pasada por alto: la bilateralidad.
La bilateralidad significa que a cada derecho corresponde una obligación y viceversa, y que, por tanto, al ser derecho de las juventudes mexicanas contar con una educación del tipo señalado, la obligación de otorgarla no es de nadie más sino del Estado, comprendiendo en este a los tres niveles de Gobierno, con sus niveles de responsabilidad. Adelante el pueblo, adelante jóvenes estudiantes.
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