Si en tiempos normales la pobreza es una calamidad en los países que sufren los males del capitalismo y los efectos de la globalización, en tiempos de pandemia esa calamidad se potencia y golpea a los desamparados con una fuerza suprema. El gobierno mexicano ha actuado con lentitud y con cierto nivel de irresponsabilidad al mandar mensajes encontrados: el subsecretario López-Gatell invitando a no abrazar y guardar la sana distancia y el presidente Andrés Manuel López Obrador mandando el mensaje contrario: hay que abrazarse y pone el mal ejemplo: abraza y muerde a una niña. En ciertos puntos la iniciativa privada y los organismos autónomos, como algunas universidades, se adelantaron al gobierno al ver la situación con mayor responsabilidad y cancelaron sus actividades con anticipación hasta que la SEP se vio obligada a anunciar "vacaciones" por un mes. Es reciente la toma de medidas más enérgicas en el sentido de que la gente permanezca en sus casas para evitar una dispersión acelerada de la enfermedad y aquí viene el problema para los pobres.
Los distintos gobiernos han estado tomando medidas de manera gradual; sin embargo, hemos visto que el contenido de dichas medidas no atiende a los más pobres de cada entidad, sino, fundamentalmente a los más ricos, a las clases acomodadas, a los empresarios micro, medianos y grandes. Esto es así porque vivimos bajo el fundamentalismo de mercado y la empresa es sacrosanta y no puede dejar de ganar; por su parte, la clase trabajadora, la clase productora de la riqueza nacional, la clase que con su sudor genera los bienes y la clase que recibe su parte de la riqueza nacional creada por ella a través de un raquítico salario, vive al día y no tiene forma de enfrentar con éxito la pandemia.
¿De dónde sacará dinero para comprar víveres y permanecer en casa durante la cuarentena? ¿Tiene ahorros en el banco de los cuales echar mano en estos tiempos difíciles? ¿Podrá estar tranquila si los dueños del dinero no le otorgan su salario? ¿Qué tranquilidad puede tener si sabe que se acercan los pagos de la luz, el gas, el teléfono, el agua, la televisión, el celular para estar comunicado, sin tener su ingreso seguro? ¿Qué hará el gobierno para enmendar esta situación y ayudarle? ¿En caso de contraer la enfermedad, ahora sin seguro popular, quién le atenderá? ¿Está México preparado para atender a los más pobres en caso de que sufran los efectos nocivos de la pandemia en carne propia?
Las respuestas comienzan a dárnoslas los ofrecimientos de los diferentes gobiernos, incluido el de AMLO. Todos hablan de evitar la proximidad, de lavarse las manos obsesivamente, de cerrar centros comerciales, cines, bares, teatros, museos, etc., de apoyar a la industria, a la pequeña y mediana empresa, pero pocos o casi ninguno habla de medidas en favor de las clases trabajadoras. Pondré solo dos casos:
Primero, el del Estado de México. El gobernador, Alfredo del Mazo Maza planteó, entre otras, las siguientes medidas: "Estamos conscientes de las implicaciones económicas para miles de familias mexiquenses y nos comprometemos a anunciar próximamente un paquete de acciones a la micro y pequeña empresa y al autoempleo. En el Estado de México fortaleceremos las medidas de aislamiento y sana distancia. Les pido a los mexiquenses que permanezcan la mayor parte del tiempo en casa y que traten de limitar sus salidas a comprar alimentos, medicinas o artículos de primera necesidad, a atender alguna emergencia médica, o a ir al trabajo, en caso de que su labor se considere esencial. Es tiempo de ser solidarios, por eso les pido a los sectores productivos mantener las fuentes de trabajo de las familias que dependen de ustedes.El cuidado de la higiene en el hogar será nuestra mejor herramienta. Aunque estemos en casa hay que lavar las manos, limpiar y desinfectar superficies, ventilar y permitir la entrada del sol". En el estado de México, según el Coneval, hay 7.5 millones de mexiquenses pobres; 2.4 millones viven por debajo de la línea de la pobreza extrema en el Estado de México. ¿Qué hay para ellos? Entre lo más pobres, por ejemplo, están los campesinos que requieren fertilizante subsidiado y el gobierno Mexiquense no se los han otorgado, lo cual debe verse, en estos tiempos del Covid-19 como una medida preventiva para garantizar alimento en los próximos meses y no provocar hambruna; por otro lado, según la misma fuente, 1.7 millones de mexiquenses tienen carencias en "calidad y espacios de la vivienda" y 1.8 millones, carencia al "acceso a los servicios básicos en vivienda", es decir, carencias de agua, de drenaje, de luz, de espacios dignos, etc., es decir, las medidas sanitarias que recomienda el gobierno del Estado de México no se pueden aplicar en estos casos ya sea porque no hay agua, porque no hay drenaje porque no hay condiciones. Para estas familias, ¿qué propone el gobierno estatal? ¿Cómo pretende atender el tema del abastecimiento de agua en los hogares mexiquenses que no lo tienen? Finalmente, en el caso del Estado de México, 3.5 millones de mexiquenses sufren la carencia de "acceso a la alimentación", es decir, una vez que se les dé la indicación de que se queden en casa, ¿qué opciones de atención a la alimentación da el gobierno mexiquense a este sector de la población que sufre ya hambre sin Covid-19? ¿Y dónde será atendida la población infectada que no tenga seguro si en municipios tan importantes como Chimalhuacán no han recibido de parte del gobierno apoyo con equipo médico y materiales para enfrentar la crisis?
El segundo ejemplo es el del gobierno federal. Además del doble discurso al que ya me referí, no vemos por ningún lado medidas que favorezcan a los más humildes. Se dice que todo va bien, que todo está en calma, que no cunda el pánico, que "no pasa nada" (de boca del propio presidente de la República Mexicana), etc. Pero ya, en concreto, ¿qué medidas está tomando el gobierno federal? No las vemos. Se dijo recientemente por parte del secretario de Hacienda, Arturo Herrera Gutiérrez, que se van a repartir 25 mil millones de pesos a los estados para compra de medicamentos, equipo e insumos médicos; sin embargo, ello implica un gasto por mexicano de 192 pesos, pero ese recurso no es adicional al que reciben los estados, sino de su propio gasto corriente, de lo cual se deduce que, una vez pasada la pandemia, no tendrán los estados para atender lo elemental. En vez de parar el inútil proyecto del Tren Maya y dedicar esos recursos a la atención de los hambrientos y de los enfermos, de los que carecen de agua; en lugar de frenar el proyecto inviable de la refinería de Dos Bocas, se pretende ocupar el recurso de los estados para ello, es decir, "caravana con sombrero ajeno". No vemos nada concreto, serio, de apoyo federal al problema de la pandemia, salvo "detentes".
Los gobiernos deben reorientar recursos, sí, a la atención de la pandemia. Dejar de construir o gastar en obras no indispensables para dedicar los recursos a la atención de la gente. Debe haber, sí, apoyos a las empresas, es decir, reducción de impuestos en esta emergencia, solicitud de colaboración conjunta para atender el problema sanitario, pero, ante todo, solidaridad con la clase trabajadora: otorgar un seguro de desempleo a todos aquellos que pierdan su trabajo por causa de la pandemia; un plan de emergencia de abastecimiento de agua en las colonias y comunidades que carecen del vital líquido; abastecimiento de alimentos en las comunidades más pobres; abastecimiento de un kit de sanidad que contenga gel, cloro, jabón antibacterial, cubrebocas, etc., para las comunidades más pobres del país; habilitar centros de atención con respiradores portátiles en gimnasios y espacios amplios, entre otras medidas.
Un gobierno del pueblo es lo que falta en México para poder afrontar, como pueblo, todos los retos que nos impongan los tiempos. Que la pandemia nos enseñe que debemos trabajar para alcanzarlo.
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