México está a sólo dos meses de celebrar un proceso electoral, en el que los mexicanos tendrán que salir a las urnas a decidir quién dirigirá las riendas del país en los próximos seis años, pues las elecciones son federales. Además, se renovarán la cámara alta, la cámara baja, algunas gubernaturas, congresos locales, y presidencias municipales.
Y como es natural en cada proceso de elección, los partidos políticos han recogido y desempolvado a sus mejores alfiles para que los representen. Tres candidatos presidenciales son los que ocupan espacios televisivos, radiofónicos, en redes sociales, en bardas y en volantes a lo largo y ancho del país.
Los candidatos dejaron de ser estadistas serios y, en cambio, se han convertido en meros comediantes de la política; las campañas son una guerra de memes.
Por parte de Morena-PT-PVE (partido que actualmente gobierna) encabeza la candidatura Claudia Sheinbaum Pardo; por parte de PAN-PRI-PRD Xóchitl Gálvez Ruiz y por parte de MC Jorge Álvarez Máynez.
El show mediático en el que se han sumergido, entre dimes y diretes, acusaciones y ataques, ha sido descomunal, pues buscan desacreditar a sus contrincantes para que pese en el ánimo de los electores. Sin embargo, esa pelea entre candidatos y partidos políticos no sólo los afecta a ellos, sino que se ha extendido al propio pueblo, al grado en que numerosos contingentes hacen suyo el sentir de coraje del candidato y lo descargan contra otros grupos igual de numerosos, llegando incluso a los golpes.
Los políticos miden su aceptación y popularidad, en la medida en que sus seguidores se deciden a enfrentarse a grupos políticos contrarios y los defienden a capa y espada.
Las campañas han dejado de ser el espacio en que los candidatos se dirigen a la ciudadanía con propuestas concretas de cómo será su política de trabajo. Han dejado de ser estadistas serios, capaces no sólo de comprender el verdadero y real problema que padece nuestro país, sino de edificar una política económica y social que eleve el desarrollo de vida de los mexicanos, y en cambio, se han convertido en meros comediantes de la política nacional.
Las campañas se han convertido pues, en guerra de memes, de imágenes e investigaciones para sacar a la vida pública los secretos más oscuros de los candidatos. Y si bien ellos se pueden dar con las cacerolas, la cuestión obligada es ¿por qué arrastran a los mexicanos a sus guerras de ambición por el poder? ¿Por qué usan al pueblo como escudo humano y como ejército de ataque? ¿Qué ganan los mexicanos con todo esto?
Los últimos cien años de la vida electoral de nuestro país nos ha demostrado con creces que los verdaderos beneficiados siguen siendo los políticos eternos y la clase dominante económicamente. Al pueblo se le divide en grupos partidarios, y luego se le deja a su suerte. A lo sumo, su único beneficio es la cachucha y las playeras que en el proceso los identifican. Después de eso no hay más que un olvido sexenal.
Por el poder han desfilado ya tres partidos políticos distintos, pero ninguno ha logrado llevar al país a un desarrollo social que haga de los mexicanos un pueblo sin hambre, un pueblo con salud. Lo único que han logrado es sumirlo más en la pobreza y la miseria, en la insalubridad, en la ignorancia.
Morena, que es una amalgama de políticos resentidos, reciclados, sólo con un discurso diferente, ha sido la continuidad de la vieja política. López Obrador se ha empeñado en desbaratar la única arma con que cuenta el pueblo: la unidad y su derecho a organizarse.
AMLO se declaró enemigo de las organizaciones sociales, declaró una guerra en contra de las ONG, para edificar un imperio en el que su santa majestad decide las formas en que el pueblo debe recibir lo que cree que necesitan. Los mexicanos no necesitan mendrugos del poder, y menos cuando en el futuro se los cobrarán con creces.
“El sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cerrará con el endeudamiento más alto del siglo XXI, con un saldo de más de 17 billones de pesos, de acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público” (El Heraldo de Chihuahua 28 de marzo de 2024).
James Salazar, subdirector de análisis económico de CIBanco, dijo: “El incremento del gasto público ha sido para pagar programas sociales como los relacionados con la entrega de pensiones, jóvenes construyendo el futuro o sembrando vida que no tienen un objetivo claro de cómo mejorará el desarrollo de las personas y sobre todo que no dependan siempre de ese apoyo. Sucede lo mismo con el gasto destinado a las obras insignia como la refinería Olmeca en Dos Bocas, Tabasco o el Tren Maya, ya que tampoco queda claro cuál será la aportación para el crecimiento y desarrollo del país. Sin embargo, son proyectos que han absorbido mayores recursos de lo que tenía presupuestado”.
Esta ha sido la obra de López Obrador y de toda la 4T: la creación de programas de transferencias monetarias que han causado un endeudamiento inimaginable que en un futuro próximo los mexicanos tendrán que pagar con más sudor de su frente.
La creación de un nuevo mundo exige de estadistas y políticos salidos del propio pueblo, sensibilizados por el trabajo y educados para servirle a sus semejantes. Pero también exige de un pueblo organizado férreamente, hermanado bajo la misma causa, indivisible, que sea capaz de defender su propia lucha.
México debe negarse bajo cualquier circunstancia a seguir siendo carne de cañón de los partidos y políticos oportunistas. Y con sus propios representantes y con su propio partido, edificar una patria justa, equitativa y próspera para todo el pueblo. Este es el llamado del Movimiento Antorchista Nacional para todos los mexicanos.
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