En la frase “todo lo que existe merece perecer” - expresada por Mefistófeles en la obra dramática Fausto, de Goethe-, Carlos Marx sintetiza la tesis hegeliana de que todo lo caduco debe dar paso a lo nuevo y más avanzado, como exigencia de la ley del desarrollo ininterrumpido. Ésto, aplicado a la sociedad, significa que todas las épocas históricas no son más que fases transitorias, pues todas caducan y pierden su razón de ser, por lo que, al surgir condiciones nuevas y superiores, que van madurando en su propio seno, éstas tienen que ceder el paso a otra fase más alta, a la que también le llegará la hora de caducar y perecer.
En la primera parte de esta colaboración me referí a que los bloqueos y excesos de algunas organizaciones, no son nuevos, sino producto, en gran parte, de los radicalismos que surgieron en la lucha del magisterio del 2006, movimiento del que fueron parte importante grupos de poder, políticos y funcionarios encumbrados en la clase política que hoy gobierna. Buscaba, con ello, provocar la reflexión acerca de cómo debemos entender estos fenómenos y, sobre todo, cómo debemos actuar quienes buscamos genuinamente el progreso verdadero en la entidad, dado el contexto de una realidad nueva con la llamada “Primavera Oaxaqueña”, que ha dado un giro radical en la atención a las peticiones de varios grupos y comunidades que continúan en la dinámica de manifestación referida.
Sostengo ahora, que se libra una batalla en el tablero de la política estatal, batalla en la que se juegan la supervivencia las organizaciones que no han evolucionado, porque el gobierno intenta, por un lado, inhibir las manifestaciones mediante la represión y la contención con un discurso de atención pero sin que se concrete alguna solución, mientras que por el otro, orienta las demandas de las comunidades a través de las autoridades de agencias y municipios, ajustándose a los ejes de la política federal de la 4T y los del Plan Estatal de Desarrollo, con lo que se cierra el cerco a las organizaciones arrancándose las demandas de las manos, para dejarlas sin banderas que esgrimir.
Es evidente que esta estrategia sólo tiene posibilidades de derrotar a algunas de estas expresiones organizativas, porque nunca se intentó seriamente democratizar la vida política del estado, la izquierda que dijo tener ese objetivo, solo fue el lugar en que los excluidos del poder, formaron la supuesta oposición a los grupos que desde el Partido Revolucionario Institucional han controlado el estado o gran parte de él.
Por otro lado, algunas organizaciones encontraron terreno fértil por el alto grado de marginación y ancestral inconformidad en comunidades y sectores de varias regiones, pero no desarrollaron un proyecto político de combate serio y sistemático a la pobreza, tampoco crearon una estructura organizativa sólida. Además, muchas de ellas fueron utilizadas como plataformas para escalar en puestos políticos, sin demostrar ante sus agremiados los resultados de su lucha, concientizándolos acerca de su participación y de su necesaria elevación intelectual, democratizando además, sus métodos de selección de liderazgos. Por ello, la campaña mediática que sistemáticamente se ha entablado desde los gobiernos contra las manifestaciones, predisponiendo a la opinión pública en contra de ellas, hoy no puede ser combatida con la presencia ni con la defensa de las organizaciones por parte de sus agremiados que, con sus declaraciones y con su permanencia, puedan demostrar que son expresiones organizativas auténticas que defienden los genuinos derechos de sus miembros.
Esa forma de hacer política ha fenecido, ya las condiciones de lucha de las organizaciones ha cambiado, con estas maneras de lucha no podrán combatir al morenismo y defenderse de la guerra contra los intermediarios, que busca evitar la organización de las masas populares, guerra que se complementa con los programas del Bienestar que son, al final de las cuentas, un mecanismo de control con el dinero de todos los mexicanos.
La única manera de defender genuinamente los intereses de los grandes sectores relegados, que cada día ven su situación económica empeorar, es autentificando nuestro papel de instrumentos de defensa para la sociedad, ante el enorme poder de las autoridades y los poderosos a los que sirven, porque a Morena, solo se le podrá rebasar por la izquierda, formando una Izquierda auténtica, que ponga de pie a las masas populares y a los sectores productivos, que son los únicos que pueden encabezar la verdadera transformación de la sociedad.
Porque no hay que engañarnos, hoy, una vez en el gobierno, la falsa Izquierda se ve obligada a mantener su discurso a favor de los pobres, pero en los hechos no tiene más remedio que impulsar las políticas que dicta el desarrollo capitalista con su modelo neoliberal, que va eliminando los obstáculos para su buen funcionamiento y exigiendo a los gobiernos que cada vez invierten menos en las clases trabajadoras y populares, para destinar los recursos del erario a proyectos de infraestructura que atraigan las anheladas inversiones nacionales y extranjeras, con el mito de la creación de empleos.
Pero esa es también una contradicción insoluble, el grosero crecimiento de la pobreza, las fallas administrativas de los gobiernos morenistas, el aumento de la violencia y los crímenes, la corrupción galopante, el nepotismo, el influyentismo, entre todos los demás males que van hundiendo a los gobiernos de la 4T, solo pueden atenuarse si se atiende las genuinas demandas de los ciudadanos y se instaura un gobierno sensible, que respete el derecho de la población a organizarse y a luchar por mejorar sus condiciones materiales, llenas de carencias y atraso.
No entender que ya la 4T no goza del prestigio y confianza que tenía hace cuatro años y medio que llegó al poder, querer combatir la corrupción con discursos y políticas que no han dado ningún resultado positivo y sí, por el contrario, han polarizado a la sociedad, en un estado como Oaxaca, en que los excesos han dado lugar a trastornos sociales como los del 2006 y el 2016, además, ignorar que a quienes hoy se reprime o contiene, fueron antaño sus compañeros de lucha y, más aún, participaron en el encumbramiento de Morena al poder, por lo que esperan no solo respeto a su derecho a existir, sino a que se les dé un mejor trato, es jugar con fuego, fuego que solo espera una chispa que insensible e irresponsable incendie la pradera social de nuestra entidad.
Por nuestra parte, los antorchistas, aunque hagamos rayas en el agua, hacemos un llamado a las partes a que nos cuidemos de los excesos; a las organizaciones, que veamos el peligro de dar un pretexto para la represión y para que se nieguen soluciones a nuestros agremiados, que son al final de las cuentas quienes pagan los platos rotos por los radicalismos malentendidos. A los funcionarios, que vean en nuestra política de rechazo a las manifestaciones y nuestra declaración expresa de que buscamos soluciones y no techos presupuestales, la oportunidad para demostrar que en verdad buscan el bienestar de los oaxaqueños.
Estos son tiempos difíciles en el mundo cuya realidad no permite ya maniobras, radicalismos y excesos de ningún tipo, sino autentificación de nuestros discursos y, sobre todo, tácticas y estrategias organizativas, así como políticas públicas, en beneficio de la población. No entender esto es condenarse a sí mismos a morir políticamente.
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