A escasos días de que inicie oficialmente el ciclo escolar, la pregunta cotidiana de estudiantes, padres de familia y ciudadanía en general es: ¿regresamos a clases presenciales? El 14 de julio en su conferencia de prensa que presenta todas las mañanas el presidente de la república mencionó que “Vamos a regresar a clases, en definitiva, no hay nada que lo impida”. La respuesta resulta casi un imperativo, pero al parecer las condiciones óptimas que se deberían tener para el regreso a clases presenciales no son del todo compatibles con la realidad, por ejemplo:
El portal electrónico spanish.xinhuanet.com en su edición del 22 de julio de 2021 publica una nota con el siguiente encabezado: México registra repunte de casos de covid-19 de 44% en última semana. En el contenido de la nota se hace alusión a que “las autoridades sanitarias consideraron “indispensable” reforzar las medidas básicas de prevención como sana distancia, lavado frecuente de manos con agua y jabón, uso correcto de cubrebocas ventilación en espacios cerrados y disminución de aforos en espacios públicos”. La nota se cierra con los últimos datos de la Secretaría de Salud “México acumula 2,693,495 contagios confirmados y 237.207 defunciones por covid-19.”
Para los actores directamente involucrados en el proceso educativo, háblese de autoridades de todos los niveles, maestros, padres de familia, alumnos, debe ser motivo de profunda reflexión y análisis las condiciones en las que se fundamenta el regreso a clases presenciales, porque, si bien es cierto, que hay una urgencia vital por reanudar las actividades cotidianas de las escuelas, los estragos que se tienen a raíz de 16 meses de confinamiento, que son de diversa índole, son graves y se agudizan con el paso de los días, por lo que tomar decisiones contundentes y tendientes a no exponer al riesgo de contagios masivos, a resarcir los daños y a plantear metas de avance que sean realizables en las condiciones actuales es impostergable, para tan ingente tarea se debe partir de un diagnóstico certero que permita esclarecer el punto de partida.
Cabe mencionar que el documento titulado “Reabrir las escuelas en América Latina. Claves, desafíos y dilemas para planear el retorno seguro a las clases”, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo en diciembre de 2020, hace un análisis sobre las condiciones de desigualdad que privan en los sistemas de educación pública en los países de América latina, incluido México, y alerta sobre riesgo inminente de agudizar estas desigualdades si no se centra la atención sobre la población más vulnerable, el documento también enumera una serie de dimensiones primordiales de atender: Escuelas seguras (Infraestructura, acceso al agua y saneamiento), Recursos humanos (Directores y docentes), Acceso a TIC y conectividad, Financiamiento de la educación e información y planificación. Aunque algunos de estos temas parecieran bastante discutidos lo cierto que en su categoría de problema prevalecen, entonces ahora las preguntas son: ¿Nuestra escuela cuenta con la infraestructura básica para seguir las recomendaciones de las autoridades? Y para atender la diversidad de problemas académicos, psicológicos, sanitarios, ¿contamos con el personal necesario y con la capacitación requerida? ¿Llego el momento de que se cumpla con la promesa de dotar de equipamiento y conectividad suficientes para atender con calidad a los estudiantes? ¿La asignación de recursos se realizará conforme a las necesidades de las escuelas? Y, respecto a la información para la planificación del regreso a clases ¿Los maestros tienen la información y las condiciones materiales necesarias para realizar una planeación concordante con los principios de inclusión, equidad y no discriminación?
El problema lo conoce mejor quien lo padece y, por lo mismo, es quien puede dar solución, aun en la diversidad que encierra nuestro país, el llamado es a la unión de alumnos, padres de familia y maestros, sí al regreso a clases pero con las condiciones de seguridad sanitaria, de capacitación académica, de infraestructura, de equipamiento y de financiamiento que permitan tomar el rumbo de la educación como la vía para modificar la perspectiva colectiva hacia un futuro esperanzador.
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